Hace muchos años, cuando ejercía de alcalde de Tuluá, llegaron los mariners gringos a Juanchaco en la Bahía de Buenaventura sin que el presidente Gaviria le hubiese pedido permiso al Consejo de Estado o al Congreso para dejarlos aposentar en territorio colombiano. La disculpa del desembarco fue casi ridícula. Que venían a ayudar a construir una escuelita. Con el atrevimiento que me caracterizaba, decreté que mientras duraran las tropas extranjeras en territorio vallecaucano, en todos los edificios públicos de Tuluá se izaría la bandera a media asta. Inmediatamente organicé un viaje a Juanchaco, alquilé de mi bolsillo una lancha que parecía un catamarán destartalado y sendos amigos hicieron lo propio con un par de lanchas que todavía hacen el viaje de ida y vuelta a ese balneario. Mi única arma era la bandera de Colombia en mis manos y la munición solo mi entusiasmo patriótico. Nos parqueamos a gritar frente a las costas donde estaban los gringos ayudando a pegar ladrillo, tomamos una foto borrosa de las de entonces y dimos vuelta atrás cuando vimos que salía una lancha gris oscura a buscarnos. Ni el Consejo de Estado ni el Congreso hicieron nada para regañar al presidente Gaviria, pero el país entero se dio cuenta que los gringos habían entrado sin pedir permiso y que un alcalde marica los había al menos denunciado.
Ni el Consejo de Estado ni el Congreso hicieron nada para regañar al presidente Gaviria, pero el país entero se dio cuenta que los gringos habían entrado sin pedir permiso
Fue en aquél recuerdo luminoso donde he anclado por estos días cuando el silencio cómplice ha cubierto la noticia de que al fin de mes llegará a Buenaventura el portaviones Washington para realizar con su centenar de aviones y helicópteros y al mando de 5.000 soldados gringos un ciclo de maniobras militares conjuntas con las deshabilitadas fuerzas armadas colombianas. A más de una paradoja que sea bajo el gobierno del leninista Petro y del reinado de los zurdos que lleguen los gringos, resulta más aconsejable pensar mal para hallar la verdadera razón de este esperpento que van a armar.