William Fortich es autor del libro Con bombos y platillos. También es autor de otros trabajos, entre los que se destacan: Historia Documental de Córdoba y Los Embrujos de la Música. Su trayectoria académica se ha decantado por la historia de las bandas musicales folclóricas del Caribe, la cultura alrededor de las expresiones artísticas de las sabanas de Córdoba y Sucre, y la promoción del Festival Nacional del Porro, del cual es uno de sus fundadores.
En ese camino largo que a veces uno recorre en la búsqueda de los raíces de nuestro folclor, coincidí por fortuna con este personaje, quien tuvo la amabilidad de contarme sus opiniones e historias sobre este género musical.
Fabio Ramirez: ¿Quién es William Fortich Díaz?
William Fortich: Nací en San Pelayo. Soy maestro de la Escuela Normal Guillermo Valencia de Montería, licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad de Córdoba en 1978 e Historiador de la Universidad Externado. Soy uno de los fundadores del Festival Nacional del Porro, cuya primera versión se realizó en 1977. He trabajado el tema de las bandas musicales en algunos libros y más recientemente con Colciencias. También he trabajado en radio por más de 35 años como programador y divulgador de temas relacionados con la cultura. Aparte de la música, me apasionan la historia de Colombia y el arte.
F. R: ¿De dónde surge el interés por el Porro?
W.F: Eso tiene mucho que ver por el lugar en donde nací: San Pelayo. A principios del siglo XX existieron bandas musicales de viento, verdaderas escuelas de la composición de nuevos géneros musicales, y un conjunto importante de obras musicales, que con el tiempo se convirtieron en referentes de identidad para toda la región, particularmente para Córdoba y Sucre. Este contexto me llevó a hacerme reflexiones desde muy joven, no tanto desde la musicología sino desde la historia, la antropología, la sociología y la filosofía. De manera que con esas inquietudes, y ya en el futuro con más herramientas teóricas, me fui acercando a preguntas sobre el origen de las agrupaciones musicales de mi región e igualmente por los géneros asociados a esas agrupaciones.
Desde luego que al adentrarme en estos temas fueron surgiendo preguntas de diversa índole, por ejemplo, la relación de las bandas musicales con las corralejas y el origen del porro. Esas preguntas las fui abordando con el paso del tiempo al entrevistar a cantadoras y al irme introduciendo en información suministrada por los mayores de mi pueblo. Por ejemplo, recuerdo que entrevisté a Pabla Hernández Correa en 1978, cantadora de Fandango, y con ella comprendí que el Fandango no sólo es el género musical interpretado por las bandas musicales, sino que es una expresión con un gran prestigio a principios del siglo XX, cuyas raíces se remontaban al siglo XIX e incluso al siglo XVIII.
También entrevisté a un tamborero formidable como lo fue Pedro López, además de otros tantos músicos viejos de San Pelayo, en los años setenta. Con la información que fui recopilando de las entrevistas, entré en contacto con otros estudiosos del tema, como Manuel Zapata Olivella y Delia Zapata Olivella. Si bien mi prioridad no era la música en Colombia, los caminos me fueron conduciendo indefectiblemente a ese nicho, digamos. Y como sucede en toda investigación de largo aliento, puedo decir que se ha avanzado mucho pero también se han generado muchas preguntas, a veces más preguntas que respuestas.
F. R: Luego de estas investigaciones: ¿qué viene siendo el Porro? ¿Cómo lo asume usted luego de este itinerario investigativo?
W.F: El Porro es un género musical autóctono del Caribe colombiano, que es antiguo, y que hunde sus orígenes en la música hecha por los Gaiteros. Con Guillermo Valencia Salgado, “El Compae Goyo”, sin el cual probablemente no hubiera podido adelantar mis investigaciones al respecto, hemos encontrado que los Gaiteros tienen su propia historia. La hipótesis es que gracias a esa rica mezcla que se da entre los instrumentos indígenas, los instrumentos afros y algunos rasgos de la cultura española, surgen en los Gaiteros, géneros como la Puya, la Gaita la Cumbia, el Fandango y, por supuesto, el Porro.
Pero si miramos los antecedentes del Porro interpretado por las Bandas musicales, nos daremos cuenta que también hay elementos de los orígenes en los bailes cantaos. Lo importante es entender que el Porro no es un género que parte de cero, no es un género creado por un compositor para las bandas de música, no, el Porro pertenece a una tradición más antigua. Por eso tú puedes encontrar fácilmente que los gaiteros es un tema que suele atraer a muchos investigadores.
F.R.: ¿Qué representa el porro para el Caribe colombiano?
W.F.: El porro significa para el Caribe colombiano alegría, fiesta, música, gastronomía, oralidad, historia, memoria, nostalgia, familia, amigos, pueblo, región, identidad.
Por eso un elemento importante que se debe señalar es cuando hablamos del porro hoy. Lo seguro es que un joven tendrá un imaginario hoy, pero en 1850 o en 1900 todo esto era otra cosa. Cuando un periódico de Sincelejo fechado en los años 20 dice que el Porro es un género viejo me está diciendo que proviene de las Gaitas, pero que luego va a pasar a las bandas. Ahora bien, cuando pasa a las bandas es porque vienen los arreglos, que son hechos a su vez por personas con alguna formación académica.
Ese fenómeno compromete mucho a los músicos de Sincelejo y a los músicos de lo que hoy es el departamento de Córdoba, particularmente a Lorica. A propósito, en Lorica para el año 1860 funcionó una escuela dirigida por el músico Juan Crisóstomo Lugo. Pero igual, allá en Lorica había por esas épocas unos músicos puertorriqueños que contribuyeron en la formación musical de la población. Entonces, a partir de allí empieza un fenómeno de formación muy importante con maestros como Pablo Garcés Pérez y como muchos otros que se dispersaron en lo que hoy es Córdoba y Sucre. Y se empiezan a crear así obras que hasta el sol de hoy se han mantenido. Vea usted por ejemplo María Varilla que nunca pasa de moda o Soy Pelayero, Fandango Viejo Pelayero, El Ratón, El Binde, El Pájaro y La Mona Carolina. Son un conjunto de obras que difícilmente pasan de moda y que ya son patrimonio musical de la región.
Y como ya te decía, entorno a esto se forman una serie de elementos identitarios: familia, comida, reuniones, eventos, etc.
F. R.: ¿Cómo ve el futuro de este género? ¿Cómo lo asumen los niños y los jóvenes?
W.F.: Precisamente hace algunos días estuve reunido con la Secretaría de Cultura de Córdoba para informarme de lo que se está haciendo en las escuelas con los niños y hemos visto que hay trabajo y hay formación. Se ve un esfuerzo notable para que este género no muera. Tú puedes buscar en las redes sociales, en YouTube, muestras de estas escuelas asociadas a la Secretaría de Cultura y te darás cuenta que hay esfuerzos en esa parte. Igual pasa con los eventos y los festivales que tienen como eje la música y la danza.
Hay algo que a mí me parece importante decirte y es que el interés ahora se presenta mucho en trabajos de grado o en tesis universitarias que tienen como objetivos indagar por las cosas que tú me estás preguntando, ya sea desde un punto de vista histórico, antropológico o musicológico. En la Universidad de Córdoba, por ejemplo, se abrió un programa de Licenciatura en Música a raíz de este fenómeno. Hoy es muy fácil encontrar en las Bandas de Música personas con formación o título profesional, cosa que ha ayudado a modificar un poco el concepto de este Porro Viejo de hace 60-70 años que era, digamos, un poco más espontáneo.
Y acá llegamos a un punto muy importante que quiero tocar: el surgimiento y desarrollo de las bandas de música es parte de un proceso universal. Bandas musicales hay en el mundo entero y llegaron acá en el siglo XVIII ya interpretando expresiones musicales europeas. Son esas músicas las pioneras en la formación de nuestra identidad musical nacional. De ahí que hoy haya investigadores que reivindican la Danza y la Contradanza que bailaba Bolívar después de las batallas de independencia. Por ejemplo se ha rescatado la conocidísima danza La vencedora y muchas otras que pertenecían a ese período.
Lo que esta historia nos está diciendo es que en esas bandas patrióticas había músicos que una vez terminada la guerra se fueron a sus pueblos, formando allí sus propias escuelas. Eso se puede registrar en Bogotá, en Mompox, en Cartagena, etc. Ya a mediados de la década de los años treinta, las bandas de música que tenían como preocupación los elementos estrictamente musicales fueron asumidas poco a poco por las corralejas y eso naturalmente supuso una modificación en su repertorio. Esa situación se va a ver reflejada en los volúmenes altos y en el predominio de notas agudas.
F.R.: ¿Por qué se conoce tan poco el Porro o el Fandango, si se lo compara con el Vallenato, por ejemplo?
W.F.: Eso tiene mucho que ver con que no hemos sabido engranar la empresa del disco. Aunque eso es ahora, porque antes Pedro Laza y sus Pelayeros, Pacho Galán y su Orquesta, Lucho Bermúdez, Edmundo Arias, por poner sólo unos ejemplos, hicieron historia y tuvieron una época brillante en el país. Ahora es en internet donde se puede acceder a estos géneros, desde luego, falta mucho más trabajo pero internet es la gran puerta donde podemos indagar. También hay algo que pesa mucho y es la condición económica de los músicos, pues suelen ser personas muy humildes. A un conjunto vallenato en una noche le pueden pagar 60 millones de pesos, pero a una banda de música pueden pagarle menos de 5 millones de pesos durante cinco días de corralejas.
Esta situación se puede ir superando a medida que los músicos se organicen y cuando se entienda que se debe hacer música para cualquier escenario y no solamente para corralejas. Para eso, claro está, se necesita mucha cultura musical y formación. Pero en Colombia indudablemente eso se está haciendo. Por ejemplo en Paipa, a donde fui invitado al Concurso Nacional de Bandas. Allá, niños y jóvenes de todo el país desfilan interpretando músicas del Caribe colombiano, interpretando porros. De ese modo los gestores de las bandas reconocen el patrimonio cultural de esta región y por eso lo toman y lo utilizan en sus agrupaciones.
F.R.: Cuéntenos un poco sobre el surgimiento del Festival del Porro.
W.F.: Hacia los años setenta, un grupo de jóvenes con algunas inquietudes intelectuales, filosóficas, históricas y musicológicas, descubren que en San Pelayo, y en general en Córdoba y Sucre, hay una tradición musical importante y deciden pensar en un evento que las muestre a nivel nacional y también las preserve.
Asociado a este hecho en Montería en el año de 1970 entran en crisis las corralejas. Y eso es importante decirlo: en montería las corralejas entraron en crisis muy temprano. Esto se debió a que cuando los animales salían, los tomaban, los mataban y luego se repartían la carne. Era una cosa burda, ordinaria y sangrienta que impulsó sin discusión alguna que las corralejas en Montería desaparecieran. Esta situación le plantea a los monterianos pensar en un evento nuevo, y ese evento nuevo lo llamaron El Festival del Río. Dicho Festival recogía lo más representativo de la cultura raizal: música, danza, comida y tradición oral. Fue entonces que el Festival del Río constituyó un antecedente del Festival del Porro.
De manera que cuando en los años 74-75, los muchachos de San Pelayo empiezan a pensar en un festival piensan en este modelo que había dejado el Festival del Río, con la diferencia que acá se pensó desde el principio darle énfasis a las músicas de banda. Y dentro de ese grupo de jóvenes me encontraba yo.
F.R.: ¿En qué año se gestó el festival?
W.F.: El primer festival se realizó en el mes de junio de 1977. El festival es anual (y tiene como figura central al patrono español San Pelayo) y se realiza para la época en la que se festeja la fiesta de San Pelayo, el Patrono del pueblo. En el festival se hacen concursos de obras inéditas, también concurso de categorías mayores, juveniles e infantiles. Además hay toda una serie de muestras culturales asociadas al evento que es lo que le da también valor y trascendencia.
F.R.: ¿Cómo ve el futuro del festival?
W.F: El futuro del festival es algo complejo. Cuando el festival nace, nace como una expresión de comunidad, es decir no fue obra del Estado, ni del Municipio, ni del Concejo. Pero qué pasa, que con el tiempo un alcalde decide nombrar una junta para hacerse cargo del festival y eso impuso riesgos innecesarios y dañinos como el clientelismo y la politiquería. Lo que esto hace es que el festival queda sujeto a las decisiones del alcalde de turno y eso evidentemente debilita el festival porque la improvisación termina mandando. En ese sentido no hay una perspectiva positiva, o yo no la veo. Pero bueno, nosotros estamos haciendo un esfuerzo por mantener una fundación que creamos en el 2004-2005, que es la Fundación Nacional del Porro, en donde están los fundadores del festival y donde están las personas que tienen una gran experiencia en el tema. Eso es, de algún modo, un soporte también para el festival.
F. R.: ¿Qué siente William Fortich cuando escucha un Porro?
W.F: Cuando eso ocurre lo que hay es recuerdos, memorias y nostalgias. En esa música hay una lectura de la historia local, de la historia familiar y de la historia personal. Quiero advertir que yo no soy músico, ni mi mamá, ni mi papá ni tengo hermanos músicos, pero nací en San Pelayo y tuve la oportunidad de ver a las bandas entrar al pueblo. Por eso esa música va a asociada a recuerdos de escuela y de colegio cuando se hacían las Fiestas Patrias. Igualmente, ahora las bandas de música siguen estando presentes en fiestas religiosas, matrimonios, cumpleaños y festividades en general.
Últimas reflexiones…
W.F.: Es importante que en Colombia le prestemos atención al movimiento bandístico nacional, no sólo al porro o a las bandas de música asociadas al porro en el Caribe colombiano. Lo que nosotros decimos es que las bandas de música contribuyen en la formación de una identidad nacional musical, y eso, repito, se da desde la cuna misma de la patria. En el siglo XIX todos los festejos con marchas, contradanzas, pasodobles, marchas patrióticas, contribuyen a ese origen identitario. Ahora bien, en el Caribe colombiano las bandas de música tienen una especificad que las relaciona con las corralejas pero lo que es importante tener claro es que los géneros de los que hemos hablado no nacen con las corralejas. Lo que pasa es que en las corralejas las bandas se asocian para un espectáculo multitudinario en donde se fragua el pensamiento y el imaginario de la gente de la región, pero eso no quiere decir que sea el origen. Permíteme ser enfático en esto: las bandas de música tienen una historia centenaria, una historia de más de 200 años. Las bandas de música asociadas a las corralejas nacen, en cambio, a mediados de los años treinta. Entonces parece ser un descuido en la divulgación el hecho de pensar que las bandas de música nacen con las corralejas y que la música de bandas es sólo para las corralejas. No, las bandas de música en la región y en el país tienen una historia que se remonta a la historia de las bandas de música en el mundo. Por supuesto que con el paso del tiempo esta música se ha ido adaptando y creciendo hasta convertirse en patrimonio de todos nosotros.
Y lo referente al patrimonio es fundamental decirlo porque ha ayudado a darle una cultura musical a la región. En esta región tenemos músicos que son figuras a nivel nacional, por ejemplo, Victoriano Valencia Rincón, hijo del “compae Goyo”; Ramón Darío Benítez, un bombardino extraordinario que ya recorre el mundo; Juan Piña, o Alejandro Niño. En fin, gente talentosa que ha nacido en este medio y que ha tenido la oportunidad de ir a la Universidad y aprovechar todo este patrimonio heredado, y están asumiendo la música con dignidad y respeto. Y están ganándose la vida como debe ser, como profesionales de la música. Esas son cosas que hay que rescatar de la música nacional colombiana.
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