Rodrigo Tovar Pupo cumplía su primer año en la cárcel de máxima seguridad de Virginia, Estados Unidos, cuando recibió una llamada de Colombia. Creyó que se trataba de un saludo familiar de navidad típico del 24 de diciembre. Pero no. Era su abogado para informarle que su hermano Sergio Tovar había sido asesinado en Valledupar.
Días antes a ese diciembre del 2009, Jorge 40 había acordado con su abogado Hernando Bocanegra reactivar sus versiones libres dentro de Justicia y Paz para esclarecer delitos como miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y con ello reducir el tiempo de condena.
La llamada le cambió los planes. Silencio, fue su decisión.
Su hermano Sergio era un ingeniero de alimentos y ganadero, con una vida tranquila en Valledupar junto a su esposa Lorena María Trebilcok y su hija María Cecilia, ajeno completamente a las actividades de su hermano y mucho más de las AUC.
La familia Tovar Pupo ya había enterrado a dos de sus hermanas, quienes fallecidas repentinamente. Ambas en accidentes de carro: María Cecilia en 1997 y Silvia unos años después. Sergio era el único de los hijos de doña Cecilia Puppo de Tovar, la reconocida gestora de carnavales y eventos sociales en la ciudad, que empezaba a perderse en el alzheimer.
En Estados Unidos, Jorge 40 sabía el peligro que corría Sergio, quien tenia claros los riesgos y en más de una ocasión pidió protección oficial. Hasta que doña Cecilia decidió actuar. Le escribió una carta al Presidente Alvaro Uribe, el mismo que había ordenado la extradición de su hijo Rodrigo. Le pidió protección para su familia. Uribe la ignoró.
A las 11 de la mañana de un 24 de diciembre del 2009, Sergio fue asesinado en un taller de maquinarias agrícolas en el barrio Siete de Agosto. Dos sicarios le dispararon a plena luz del día deshaciéndose de la pistola calibre 9 a pocas cuadras del lugar. La muerte del ingeniero conmocionó Valledupar. El gobernador del Cesar Cristian Moreno ofreció una recompensa de $ 50 millones de pesos para dar con los responsables. El crimen quedó en la impunidad.
El senador Iván Cepeda fue el único que se atrevió a denunciar el asesinato de Sergio como un plan conspirativo para callar a Jorge 40, un testigo clave en las investigaciones del paramilitarismo que avanzaban en la Unidad de Justicia y Paz y de la Parapolítica en la Corte Suprema de justicia. Nadie lo escuchó.
Jorge 40 desapareció del radar de la justicia colombiana y se enterró en la cárcel norteamericana sin responder ninguna de las 48 cartas que le enviaron buscando su participación en Justicia y paz. Su silencio llevó a que en el 2014 fuera expulsado de la JEP.
La familia Tovar Trebilock, decidió demandar al Estado por su responsabilidad en no haberle garantizado seguridad a Sergio Tovar y específicamente a la Policía Nacional por la “omisión del deber legal de protección a las personas que lo soliciten”. La demanda no fue aceptada y aunque fue apelada por Lorena Trebilcok tampoco le fue concedido el recurso de apelación.
La Fiscalía trasladó el expediente de Sergio Tovar a Bogotá para ofrecer mayores garantías procesales. Cuatro años después de haber permanecido en los anaqueles del bunker, la fiscalía desempolvó el caso en el 2013 a raíz de la detención del Gobernador de la Guajira, Juan Francisco ‘Kiko’ Gómez Cerchar por los delitos de homicidio agravado y concierto para delinquir.
Ese mismo día, la esposa de Rodrigo Tovar recibió en su casa de Valledupar la visita de la Dijín. La Fiscalía buscaba pruebas y le pidieron testificar contra Kiko Gómez y Marcos ‘Marquitos’ Figueroa, como autores intelectuales del asesinato de Sergio Tovar. La familia no accedió participar en un caso que desconocía.
Once años después del asesinato de su hermano Sergio, Rodrigo Tovar aterrizó en Bogotá, libre de los delitos de narcotráfico imputados en Estados Unidos per con 100 órdenes de captura y 148 medidas de aseguramiento. Esta decido aportar verdad sobre lo ocurrido en los años de guerra en el Caribe colombiano y asumir las responsabilidades derivadas de su papel como comandante del Bloque Norte de las AUC junto a Salvatore Mancuso.
Pero de la misma manera en que aceptará los delitos que le competen quiere saber la verdad del asesinato de su querido hermano Sergio, un dolor que le pesa y que lo llevó a guardar un silencio, que de haberlo roto muy posiblemente su escenario judicial seria otro.
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