Desde hace muchos años hemos tenido que lidiar con la denominada “telebasura” con programas de televisión sensacionalistas, ordinarios, morbosos e irrespetuosos con la intimidad y la dignidad humana. Hoy vemos que este tipo de contenido, en vez de desaparecer de la televisión, ha migrado hacia las redes sociales. En YouTube, Instagram, TikTok y otras redes sociales vemos miles de cuentas con contenido de este tipo, digno de un programa de Laura Bozzo, en las que el escándalo, los retos ridículos y la pornomiseria son el pan de cada día.
Sin embargo, el problema no son ellos, pues no son nada sin su audiencia. Por ello, más que juzgarlos a ellos por subir contenido basura, deberíamos cuestionarnos por qué nosotros, más en particular los jóvenes, optamos por ver ese contenido.
Si hay algo que tenemos que aceptar es que cuando sujetos como la Liendra dicen que su propósito es entretener, tienen razón. Esa es su razón de ser, eso es lo que hacen y, en cierto modo, por eso les pagan. Más allá de lo útiles y constructivos que puedan ser sus videos para la sociedad, eso es lo que buscan: llamar la atención, distraer a la gente en medio de su monotonía.
De ahí que sea absurdo pedirles que su contenido sea edificante, educativo o cultural, pues el modelo de negocio no está pensado para eso. La mentalidad de los influencers, al igual que la de los que manejan los canales de televisión, está basada en el mercado, en lo que es más popular, en lo que llama la atención de gran cantidad de gente. Y si bien hay nichos en los que el contenido de calidad tiene buena acogida, la mayoría de la gente prefiere ver los retos ridículos y la ordinariez.
También cabe destacar que todos los influencers dirigen su contenido a los jóvenes. La juventud busca identificarse con aquello que le resulta rebelde, contrario a las figuras de autoridad, osado y contracultura. A esto sumémosle los problemas que tiene el país en materia de educación. Es apenas lógico que en un país donde hay tantas brechas sociales, exista gente que siga a tipos como la Liendra, no solo por su natural identificación con él, sino también como un medio para distraerse de la realidad de sus vidas.
Entonces, no creo que se deba exigir mucho a los influencers respecto a contenido y calidad, pues no es su deber y tampoco es que les interese que lo llegue a ser. No obstante, existe algo llama “responsabilidad social”, y es necesario que estos sujetos tomen consciencia de la verdadera dimensión de la influencia que tienen, sin dejarse cegar por la fama y el dinero.
