Las elecciones que se llevarán a cabo próximamente en todo el territorio nacional servirán para determinar qué grado de sensatez y juicio ha alcanzado nuestra frágil democracia.
En un panorama preocupante, donde el extremismo, la demagogia y el populismo son el caldo de cultivo en la mayoría del territorio, sin desmayar debemos continuar fortaleciendo nuestra instituciones y blindar nuestra democracia de los embates de los violentos.
Así mismo, debemos preocuparnos cuando estos políticos rechazan los preceptos de la democracia y repudian a quienes piensan diferente. Aquellos que con criterios de intolerancia pretenden restringir las libertades civiles y arrasar a los medios de comunicación que no se amoldan a sus credos perniciosos. Aquellos que detestan la justicia cuando no se acomoda a sus dictados y buscan desacreditarla cuando actúa contra ellos, personajes que quieren propiciar un choque de valores como su motor fundamental para dar el zarpazo al menor descuido.
Un país asediado así no conduce a la prosperidad ni a los principios liberales. Estos fulanos los vemos todos los días retratados en los periódicos. Los Kirchner en Argentina, los Fujimori en Perú y Chávez en Venezuela, solo por nombrar algunos. Ellos son los mayores depredadores de la democracia.
Y si no, pregúntele a Trump que surgió como un reality por quien nadie daba un dólar y con su demagogia y populismo ha quebrantado todo la legalidad de la democracia estadounidense. Jamás el mundo imaginó que un presidente de Estados Unidos pudiera llegar a ser comparado con el gobernante de una república bananera.