Si existe un producto de consumo masivo casi tan querido por los colombianos como el café, las arepas o los tamales, ese es el ponqué Ramo, o mejor dicho todas las presentaciones en que esta marca por más de 60 años se viene ofreciendo para deleite de muchos. Pocos son los que pueden decir que de niños no tuvieron a este integrante infaltable en la lonchera, compañero inseparable de la Pony Malta, de las visitas en la casa o de una tarde cualquiera.
El culto que algunos profesamos por este manjar se corrobora cuando se abandona el país pues ciertamente el producto no ha traspasado fronteras, lo mismo que lo hace tan de la casa, tan propio; y fue eso lo que me ocurrió tras permanecer un tiempo por fuera de Colombia añorando durante meses tener a mano un Ramito, un ponqué Gala o un Ramo tradicional. Y cuando finalmente ya estando acá, sabedores de esta debilidad me ofrecen un paquete de este último, noto en primer lugar que la presentación ha sido modificada en su empaque, más moderno digamos y con la existencia de una base plástica a la usanza de otros ponqués.
Pero ingrata sorpresa me llevé cuando pruebo el primer bocado, encontrando que el tradicional ponqué, el mismo de forma circular pre cortado en seis triángulos, ya no tenía el sabor que siempre lo ha caracterizado, resultado de una receta ancestral de inconfundible sabor a mantequilla y huevos frescos. Este ponqué que probaba tenía un gusto bien diferente, ni la consistencia ni el sabor que desde siempre lo distinguieron se encontraba ya en el Ramo Tradicional, ya no tan tradicional. A mi mente vino inmediatamente el sabor de un ponqué que hace algunos años una multinacional de origen mexicano trajo con el ánimo de cautivar con ese y otros productos a los consumidores. Por más fuerte que aquella empresa llegara pisando Ramo se afianzó en el gusto y el corazón de los colombianos aun cuando careciera de agresivas campañas publicitarias en televisión o así sus empaques fueran "anticuados", de hecho desde niño nunca recuerdo que fueran variados.
Mis sospechas en el sentido de que algo inusual estaba ocurriendo en Ramo fueron plenamente confirmadas hace pocos días, cuando tras la muerte de su fundador hace menos de un año, se anunciaron cambios organizacionales como estrategia de negocio para enfrentar los retos del mercado, para muchos una suerte de eufemismo para presentar el despido de cerca de 300 trabajadores y la supuesta compra de la empresa por parte de una gigante trasnacional.
Sea cual fuere el resultado de estos ajustes y dando por descontada la observancia de los derechos laborales de quienes le han servido con esmero a la firma, el consumidor final espera de la marca que le sigan entregando el mismo producto de calidad, vale decir con las mismas características de la receta que le confirió un lugar privilegiado en el gusto de los colombianos, en vez de otro producto masivo empacado sin alma ni sabor de los que abundan en las estanterías, haciendo forzoso muy seguramente el retorno a los tradicionales ponqués de panadería.