Corría el año 1995 y Néstor Humberto Martínez era ministro de Justicia en el gobierno de Ernesto Samper. El 15 de junio de aquel año Martínez logró la aprobación en el Congreso de la ley estatutaria de la administración de justicia, pero cuando apenas empezaba a saborear el deber cumplido, hacia las 8:30 de la noche, el capitolio fue estremecido con una bomba de diez kilos de dinamita. La detonación se dio cerca al Salón Boyacá donde se encontraba el ministro, y tan pronto se produjo el fogonazo de la onda explosiva, Martínez se vio arropado por su jefe de seguridad, el oficial de la Policía, Luis Alberto Pérez Alvarán, quien lo tumbó en el suelo y luego –entre el hongo de humo y el pánico general desatado– se encargó de sacarlo sano y salvo, con apenas unos rasguños mínimos.
Martínez nunca olvidaría el episodio y desde entonces le guarda gratitud a Pérez por su arrojo y temple. Pasaron los años y el oficial alcanzó el grado de general y fue incluso Director Antinarcóticos de la Policía para luego retirarse con un total de 227 felicitaciones y 89 reconocimientos en su hoja de vida. Pero ahora que Martínez fue designado Fiscal General pensó que nadie mejor para estar al frente de la Unidad de Protección de la entidad que aquel veterano oficial. Pérez aceptó el llamado y desde la semana entrante ocupará el cargo en el búnker de la Fiscalía General.