El momento más difícil en la vida de Andrea Guerrero fue el 31 de enero de 1997. Ese día su papá, Germán Guerrero Vargas fue capturado, junto con el médico Hernando Otero Ortiz, fueron detenidos por los delitos de concierto para delinquir, inducción a la prostitución y corrupción de menores. Ese día el equipo del que era dirigente, el Cúcuta Deportivo, jugaba contra el Medellín. Andrea era una estudiante del colegio Santa Teresa y se había acostumbrado, antes que jugar con muñecas, a ir a charlas técnicas con el equipo motilón. El futbol fue su pasión absoluta, excluyente, el juego que aprendió a amar por encima de cualquier otra cosa. Pero el escándalo que protagonizó su papá la marcaría para siempre, es un dolor que carga en silencio.
Germán Guerrero fue vinculado a una red de prostitución infantil. En su momento la Fiscalía afirmó que uno de los ayudantes de Guerrero buscaba a niños futbolistas en la ciudadela de Juan Atalaya. Los enredaban y los convencían, a puntas de noticias falsas, con vincularlos a equipos profesionales de fútbol. Germán Guerrero incluso pasó unos días en La Modelo por estas acusaciones. Nunca hubo una condena formal.
Andrea ama a su papá y le agradece que le dio el impulso que necesitaba su carrera. El haber sido un dirigente deportivo tan reconocido -fue vital a principio de los ochenta cuando llenó de luminarias al equipo- le sirvió para contactarse con gente del fútbol y llenarse de fuentes. Ahora es una de las periodistas más queridas del país y su forma fresca, casi que desenfadada de llevar el programa de ESPN le ha granjeado críticas pero también mucha popularidad hasta el punto que, para bien o para mal, no se puede concebir el periodismo deportivo colombiano sin ella.