Daniel, el Loco Barrera, ya era un narco curtido cuando conoció a John, uno de esos muchachos que se ganaba la vida recorriendo en su lancha los recovecos del río Ariari. Trabajaba para las Farc.
Los negocios no se hicieron esperar. Barrera al principio le daba uno que otro obsequio por favor hecho, tres o cinco fusiles nuevos, alguna munición, un arma de apoyo. El muchacho, a quien llamaban John 40, de la mano del Loco Barrera se convertiría en el proveedor de millones de dólares que alimentaban al Bloque Oriental al mando del Mono Jojoy.
John 40 entró como mando, promovido por Jojoy a comandante del Frente 43 de las Farc en reemplazo de Martín Sombra, el carcelero de Ingrid Betancourt, quien había sido degradado por alcoholismo y se había degradado. Uno de los que más celebró fue el Loco Barrera. La estrategia que tenía para cumplir a cabalidad su misión fue llenar de coca la región del Ariari. Teniendo como puente a Barrera se convirtió en uno de los principales proveedores de las mafias de narcotráfico que llegaban a adquirir la mercancía de los campesinos cultivadores.
A Barrera también le sirvió el contacto con John 40. Gracias al comandante del Frente 43, él mismo podía comprar la base de coca a los campesinos y él mismo la traficaba. Al grupo guerrillero, con tal de recibir talegados de dólares, no le importaba que los hombres que respaldaban sus operaciones eran dos exintegrantes de las AUC, Pedro Oliverio Guerrero, alias Cuchillo y alias Pirata.
Esa relación entre el Loco Barrera y las Farc se evidenció cuando el bombardeo al campamento del Mono Jojoy en septiembre del 2010. En el campamento guerrillero fueron encontrados Usb y portátiles que permitieron saber el papel que cumplía el narcotraficante para el mantenimiento del Bloque Oriental. En un correo del 10 de julio de 1999, Jojoy dice: “Barrera tiene casa en Bogotá. Trabaja con $2.000 millones. Ha sido viejo amigo de las Farc. Compra en el Caguán, Guaviare y Meta. Es el compra camionetas para nosotros y nos presta plata para los mismos negocios. Nos ha ayudado con inteligencia a conseguir más de $5.000 millones. Lo considero leal con nosotros”. En ello se hablaba de un sobrino de Barrera que vivía en San Cristóbal, estado Táchira, frontera venezolana con Colombia. Por esa pista pudieron capturar al Loco.
A finales del 2001, el Loco Barrera era buscado en el mundo entero. Por esa época, entre los años 1998 y 2000, ya había logrado introducir a Estados Unidos 5.000 kilos de cocaína al mes ininterrumpidamente. Toda una invasión. El Loco huyó a Venezuela y vivió en San Cristóbal a un ritmo endiablado. Sus paseos los daba mostrando su colección de autos de alta gama: Porsche, Mercedes Benz, Alfa Romeo y Jaguar.
Llegó un momento en donde se movía con holgura en tres partes, Venezuela, los llanos orientales y Argentina. En los llanos se sentía respaldado ya que las bacrim y las Farc lo cuidaban por igual. El loco tenía dos casas, una en la Delta del Tigre, en Argentina y otra en Venezuela. En Buenos Aires vivía su esposa y en San Cristóbal recibía a sus amantes. Cuando el cerco se estrechaba, decidió poner sus dedos en un sartén hirviendo y se quemó las huellas digitales.
Se movía por los llanos orientales y mantenía relaciones indiferenciadas con bacrim, autodefensas y Farc, siempre atravesadas por el tráfico de droga entre Uruguay, Argentina y Venezuela. Lo detuvieron en Argentina y ahora paga una condena en Estados Unidos.
Lo cierto es que Barrera dejo un hábil pupilo, John 40, que escogió pronto el camino del narcotráfico frente a la negociación de paz de las Farc con el gobierno, convirtiéndose junto con Gentil Duarte en una de las cabezas de las disidencias de las Farc en el Guaviare decididas a desafiar el Estado colombiano.