Tal vez el único colombiano que salió feliz del estadio de San Juan después de que Argentina le ganara a Colombia tres goles por cero en octubre del 2016, era el presidente del fútbol aficionado Álvaro González Alzate, el segundo hombre más poderoso de la Federación. Él mismo convocó esa misma noche una reunión con la Federación para pedirle al técnico José Néstor Pékerman un informe de gestión sobre el rendimiento de una selección que, en ese momento, estaba sexto en la tabla suramericana por fuera del Mundial Rusia 2018. En realidad su objetivo era otro: sacar al técnico argentino y tratar de meter un técnico nacional para que dirigiera al equipo en los últimos seis partidos de la eliminatoria.
A sus 75 años, el manizalita Álvaro González ha sido dirigente deportivo hace más de medio siglo y desde 1985 está al frente del fútbol aficionado colombiano. A principios de 1987 ayudó a tomar una de las decisiones que transformaría a la Selección: elegir como director técnico a Francisco Maturana. En menos de tres años Pacho potenciaría al equipo hasta el punto que lo sacó tercero en la Copa América de Argentina, ganándole incluso en el Monumental por primera vez en la historia al equipo de Maradona y en 1989 conseguiría lo que pocos esperaban: volver a clasificar a un mundial después de 28 años.
González, desde esa época, se volvería un incondicional del entonces asistente técnico de Maturana Hernán Darío Gómez. Compartían a punta de boleros, aguardientes y anécdotas futboleras. En julio de 1994, después del fracaso del Mundial de Estados Unidos, la voz de González fue fundamental para que el Bolillo asumiera la selección. No se equivocó: el paisa conseguiría la tercera clasificación consecutiva a los mundiales aunque en Francia 98 la actuación del equipo fue pésima: quedó eliminado en primera ronda y sólo consiguió un solo gol, el de Leider Preciado contra Túnez. A pesar de la resistencia de González que quería aferrarse a Hernán Darío Gómez, el Comité Ejecutivo de la Federación lo sacó y metió a Luis Augusto García.
Dos años después, en noviembre del 2000, después de empatar a dos goles en San Cristóbal contra Venezuela, Álvaro González convocó a una reunión en la Federación y en menos de dos horas se tomó la decisión de sacar al Chiqui García. La decisión fue cuestionada por buena parte del periodismo deportivo, la selección estaba entre los clasificados al mundial, sólo había perdido uno de los 11 partidos jugados. El reemplazo fue Francisco Maturana quien no sólo estaría obligado a clasificar al equipo Corea-Japón 2002, sino que afrontaría la Copa América que se jugaría en el país en el 2001. Sin recibir goles en contra y aplastando a sus rivales logró el triunfo continental. Sin embargo, el equipo perdería la posibilidad de ir a su cuarto mundial.
Empezaría uno de los periodos más oscuros de la historia reciente de la Selección. Álvaro González sólo tendría un plan: volver a traer a la selección a Hernán Darío Gómez. En julio del 2010 lo conseguiría. Bolillo tomó las riendas de nuevo. Un año después ocurriría el escándalo: saliendo de la discoteca de Salsa El Bembé, en el sector de la Macarena en Bogotá, golpeó en público a su amiga Isabel Fernanda del Río. La única voz que intentó justificar este acto bochornoso fue González. Lo primero que hizo fue salir a atacar al periodismo que juzgaba el comportamiento de Bolillo: “¿Usted cree que tampoco podemos ser nosotros cuando se ejerce la función de periodista, sicarios del micrófono cuando estamos públicamente enjuiciando a personas con los términos que conozco?“. La declaración que lo pondría en el ojo del huracán para justificar los actos de su amigo El Bolillo fue esta: “Si Piedad Córdoba fuera agredida por un hombre, estaría todo el mundo aplaudiendo". Hizo hasta lo imposible porque su amigo se quedara pero no lo consiguió. El escándalo se había desbordado y era el único tema del que se hablaba en el país.
A mediados del 2011 Álvaro González amenazaba con quitarle la presidencia de la Federación a Luis Bedoya. Tenía a los seis miembros ejecutivos de la rama del fútbol aficionado a su favor. Lo evitaron los cuatro miembros del comité ejecutivo de la rama profesional. El golpe de estado estuvo a punto de perpetrarse. Desde una trinchera González hizo hasta lo imposible por impedir que un técnico extranjero llegara a dirigir la selección Colombia. En su carpeta estaban Pedro Sarmiento y Leonel Álvarez. La molestia cuando anunciaron a Pékerman el 5 de enero del 2012 fue notoria. Además empezarían a salir a flote aspectos del pasado que González mantenía enterrado.
El ex árbitro Lorenzo López, en una entrevista a Caracol Radio, afirmó que Álvaro González le había confesado que él sabía quién había mandado matar al árbitro Álvaro Ortega en noviembre de 1989. López tuvo que salir del país por amenazas de muerte y vivió exiliado durante veinte años. En esa entrevista dijo que su trabajo y su vida pública se la había acabado Álvaro González Alzate. Otro ex árbitro, Daniel Wilson, lo denunció por haber creado mecanismos para sobornar árbitros. Fernando Rodríguez Mondragón, hijo de Gilberto Rodríguez Orejuela, capo del Cartel de Cali y dueño del América de la década de los ochenta mencionó a González como “la persona que facilitaba los nombres de los árbitros que pitarían en los partidos de los domingos”. Explicó que de esa manera “sabíamos si nos convenía y los hacíamos cambiar para el domingo. Nunca se utilizó la violencia… era solo plata”.
En Octubre del 2014 el entonces Defensor del Pueblo, Jorge Armando Otálora, le pidió al ICBF iniciar una investigación contra Alzate luego de que se conociera que equipos de fútbol femeninos juveniles de Tolima, Bogotá, Norte de Santander y Boyacá, tuvieron que hospedarse en moteles de Funza, Cundinamarca, en el marco de la fase clasificatoria del Campeonato Nacional Juvenil. Fue acusado de misógino por buena parte de la opinión pública colombiana. En ese momento salieron a relucir declaraciones homófobas contra el árbitro Oscar Julian Ruiz al que acusó de favorecer a árbitros menores para subirlos en el escalafón a cambio de favores sexuales. En ese punto dijo que el homosexualismo es una enfermedad.
En noviembre del 2014 el único que discutía la continuidad de Pékerman después del espectacular mundial de Colombia, era Álvaro González. El motivo de queja era la presencia en el vestuario de Pascual Lezcano, el esposo de una de las hijas del técnico argentino, quien era el representante de muchos jugadores de la selección y, según detractores de Pékerman, era quien ayudaba a hacer las convocatorias dándole preferencia a sus apoderados. Otro de los argumentos para pedir la descabezada de Pékerman era su sueldo, USD$2 millones anuales y su renuencia a hablar sobre lo que pasaba adentro de la selección.
En ese momento nadie le puso cuidado pero una vez empezaron a llegar los malos resultados en esta eliminatoria –empate de local contra Chile y goleada de visitante contra Argentina- la voz de González se hizo escuchar. En noviembre del año pasado casi produce un sisma y el propio Pékerman, aburrido del entorno, se le pasó por la cabeza dar un paso al costado. El equipo se recuperó y ahora está a una victoria de clasificar a Rusia 2018. González, quien se ha mostrado orgulloso del gran rendimiento de Panamá, a punto de meterse por primera vez a un mundial gracias al trabajo de su buen amigo Bolillo, es tal vez el único colombiano que espera que Colombia pierda contra Paraguay y Perú y vuelva a traer a Hernán Darío Gómez para que dirija la selección y regresen las noches de boleros y aguardiente al calor de una conversación cargada de madrazos y risotadas.