El cerebro es tremendo y cuando hay pocas distracciones la corriente de pensamientos que se viene es brava, no sé si les pasa igual. Pero algo bueno resulta de esto, y es que con el tiempo, la corriente se calma y la manera como aprecio mi mundo (la ciudad) es más sensible y aparecen reflexiones. Por ejemplo, hace un par de días me pregunté ¿en Bogotá se puede ser? Y no me refiero a la orientación sexual, me refiero a si la ciudad nos permite alimentar el SER y no sólo nuestro HACER.
Me explico, cuando estamos trabajando o estudiando (o las dos), primordialmente esperamos que la ciudad y nuestros impuestos se inviertan en que lleguemos rápido a nuestros destinos porque hay cosas por HACER, estudiar, trabajar o cuidar. Por eso, exigimos que no haya huecos y que el tránsito sea rápido. Pero, cuando no hay afán ni obligación para llegar a ningún lado, cuando solo queremos SER y cuando hay un presupuesto personal que va restando ¿qué nos debería ofrecer la ciudad?
Es ahí cuando aflora la apreciación de otros bienes públicos que podríamos exigir sin ningún otro objetivo adicional que el de nutrir nuestro SER, tener el chance de elegir algo que nos llame la atención porque sí, porque es chévere y que ojalá no nos cueste mucho. Y la verdad es que a la pregunta debo responder un rotundo SÍ, que Bogotá es muy bacana porque, aunque siempre puede ser mejor, en Bogotá si se puede alimentar el SER y se puede elegir entre varias ofertas como: las películas de la cinemateca, los conversatorios que organizan, los festivales que se arman, exposiciones, algunos museos, algunos parques, los senderos de los cerros, los humedales, entre otros. Además, no es cualquier oferta despreciable, es además una oferta muy educativa y que fomenta el pensamiento crítico.
Claro, toda esa oferta pública no es totalmente gratis, en parte porque por algunas por las que hay que pagar algo no muy caro, pero también porque esto es inversión que viene del recaudo del impuesto predial que pagamos, lo que me hace reconocer otra gran bondad de este impuesto, sirve para todo.
Aunque quienes estudian el impuesto no lo describen como una de sus buenas características, este impuesto no solo nos permite financiar vías y transporte para llegar a nuestro HACER, también nos permite invertir en cultura y recreación que no alimentan el bolsillo, pero sí el alma y el SER. Yo por eso ahorro para pagar el impuesto en un chanchito.
Entonces sí, Bogotá y la buena cultura de pagar el impuesto predial nos permiten nutrir el SER a precios bajos y eso no es común en muchas ciudades. Ojalá esta oferta siga mejorando, que más personas de diversos ingresos vayan (lo público es para todos y todas) y que también se fortalezca para los adultos mayores, edad a la que espero muchos lleguemos para disfrutar de lo que quedará, de nuestro SER.