En las sociedades contemporáneas, enmarcadas por el individualismo, las lógicas de acumulación, la intención de romper el tejido social promovido política, ideológica y culturalmente por el orden social existente, las ollas comunitarias que han surgido en diversos lugares del país en el marco del paro nacional del presente año constituyen una apuesta de comunalización de la vida, de recuperación y/o apropiación del sentido colectivo, la cooperación, la ayuda mutua, la solidaridad, el compañerismo y la camaradería. Son, al mismo tiempo, una forma de empoderamiento popular desde abajo. Por tanto, las ollas comunitarias son, en últimas, un acto profundamente político.
Las ollas comunitarias en este contexto (covid 19, la existencia de la peor pandemia de la humanidad: el capitalismo, el estar carcomidos por el hambre, la miseria, la desigualdad, el desempleo y, en especial, en medio de un contexto de movilización social, indignación y estallido social), más allá de alimentar estómagos, mantienen viva la llama de la indagación, la rebeldía y las acciones colectivas que se han venido impulsado.
Ayudan a alimentar la palabra, el intercambio, la interacción, el relacionamiento con el otro. Permiten, además, reencontrarse con el vecino, con el familiar, con el parcero, con la camarada, con aquella persona que no conoce, pero se unen alrededor del fogón, en el cual se está cocinando un nuevo país, con nuevos ingredientes que se mezclen entre sí para garantizar justicia social y vida digna, y que son avivados por la leña y el trabajo conjunto de los sectores explotados.
Así las cosas, las ollas comunitarias en el marco del paro incentivan valores comunitarios, identidades y prácticas sociales subalternas, en la medida en que logran aportar a la cohesión de sectores marginados, explotados; muchos de estos, con estómagos vacíos y despojados por un sistema y un régimen inequitativo y de miseria que prefiere llenar, de manera exorbitante, los bolsillos mezquinos de un puñado de gente privilegiada.
Las ollas comunitarias han alimentado más familias que las mismas políticas estatales promovidas en la pandemia de la covid-19, que han preferido alimentar la acumulación de riquezas de los más poderos. Motivo por el cual las ollas comunitarias, acompañadas de un conversatorio, un mural, una agrupación musical, un show de fuego o una obra de teatro, están creando consciencia crítica, tejiendo y retejiendo subjetividades críticas, imaginarios y sentidos comunitarios.
Estas ollas comunitarias —en muchas ocasiones— está acompañada y/o organizada por integrantes de juntas de acción comunal, líderes y lideresas sociales, parches y comités barriales, miembros del barrismo social, grupos juveniles, gestores culturales, entre otros. Algunos vecinos y vecinas se acercan a donar sus productos, prestar sus implementos de cocina, regalan agua y luz; salen de sus cavernas a ver los murales, las intervenciones artísticas, a escuchar los espacios de reflexión, a escuchar la música que se pone a sonar o se produce en el escenario.
La olla comunitaria integra diversas manos que se juntan para entretejer una nueva manera de ser y de existir, para preparar las bases del cambio social, para echarle leña a la indignación, al arte, a la resistencia, la cultura y la lucha social.
Estas ollas comunitarias están potenciando la organización comunitaria y están generando concientización. Asimismo, no solo mantienen lleno el estómago de centenares de jóvenes, niños, madres comunitarias, integrantes de las primeras líneas, barristas, vendedores (as) ambulantes, vecinos (as), habitantes de calle, sino que mantienen vivo los espacios comunes, la recuperación de escenarios que han sido apropiados y resignificados; alimentan la palabra, las memorias, la formación política, los sentires, el debate, el reencuentro, el compartir, el arte y la cultura.
Ahora bien, situando estos ejercicios en un contexto de movilización, la reflexión debe interpelar el por qué la autogestión de las ollas comunitarias del paro nacional han logrado alimentar más personas que el mismo gobierno; reflexionar sobre el hecho de que el gobierno, en plena pandemia, prefirió alimentar las arcas de los bancos y de los más ricos y poner a aguantar hambre a las mayorías del país; pensar en torno a la necesidad de abolir este sistema de hambre y crear condiciones sociopolíticas para una vida digna. Esto conlleva a pensar en los niveles exacerbados de las contradicciones estructurales de las sociedades contemporáneas, del avance del capitalismo y las formas de explotación y opresión.
Razón por la cual, paulatinamente, las ollas comunitarias son una manera de irrumpir los valores individualistas, las lógicas de dominación existes y, a su vez, permiten incentivar la organización, la autogestión, la lucha y los procesos sociales de base. Las ollas comunitarias así concebidas son, en el fondo, un proceso de disputa política, cultural y ontológica contra las lógicas y relaciones sociales que configuran el orden social imperante. Es así como, por medio de estrategias como las ollas comunitarias, se puede retejer y repensar las relaciones sociales, el lugar que se ocupa en el mundo, y reconocer la potencialidad de las expresiones del campo social y popular en términos de su capacidad para trastocar las estructuras sociopolíticas.