Cuando en el 2012 Luis Bedoya, el entonces presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, quiso contactarse con José Néstor Pékerman para ofrecerle ser técnico de la selección primero tuvo que encontrarse en una reunión privada en Miami con Pascual Lezcano, su representante y yerno.
Los dos días que duraron las negociaciones fueron duros, las condiciones casi que de una derrota de guerra: ningún seleccionador había ganado tanto (cerca de 2 millones de dólares al año) y la imposición de contar con cuatro asistentes técnicos a falta de uno: Néstor Lorenzo, Pablo Garabello, Patricio Camps y Gabriel Wainer, todos argentinos. A pesar de la corta edad de Lezcano, Bedoya, curtido en cerrar negocios, no había visto a alguien tan decido y tan directo. Si en años anteriores se habían caído las posibilidades de traer a Marcelo Bielsa y al Tata Martino para dirigir la tricolor por la cicatería de la Federación, con Lezcano todas las exigencias se cumplían.
Aunque no estaba en el contrato que firmó Pékerman, Lezcano sería de ahora en adelante su sombra no sólo en el banco de suplentes cada vez que la Selección disputara un juego sino en las concentraciones antes de cada torneo, en los viajes a Europa para hablar con los jugadores seleccionables, en las concentraciones antes de cada torneo.
Cuatro semanas antes de empezar el Mundial la Selección, por orden expresa de José Pékerman, se refugió en Cardales, un lujoso barrio campestre en las afueras de Buenos Aires. Allí, lejos de la presión mediática, del agobio de los fans, Pascual Lezcano, según cuentan corresponsales colombianos afincados a los alrededores del búnker, era quien decidía qué periodistas podían entrar, cuánto tiempo podían estar en el lugar, quiénes podían hablar con los jugadores.
En Brasil se mantuvo al lado de los lesionados Fredy Guarín, Amaranto Perea y Falcao con quien se sacó una foto. Andaba en el bus con el equipo y hasta convocaba las ruedas de prensa. Cuando se le preguntaba al cuerpo técnico por Lezcano lo único que respondía Bedoya, de quien se volvió íntimo amigo, eran respuestas difusas, evasivas, caminos ciegos que no llegaban a ninguna parte.
Nadie sabe qué cargo ocupa en la Selección pero no se mueve una hoja sin que él lo ordene. Hay testigos que afirman que revisa la lista de los pasajeros que acompañan al equipo nacional en el avión y que es él el que autoriza quién se debe subir o quién se debe bajar. Lo mismo sucede en los hoteles en donde se ha hospedado Colombia.
Su poder no se detiene ahí: es él y no un miembro del cuerpo técnico o de la Federación el que llama a los jugadores para notificarles que han sido convocados no sin antes advertirles que, hasta nueva orden, no deben decirle nada a sus representantes.
Una de las acusaciones más graves que recaen sobre Pascual Lezcano es la de que, aprovechando que es agente FIFA y que –según lo corroboró el periodista italiano Luigi Di Marzio– también es agente del Pescara, club al que recayó Juan Fernando Quintero en el 2013 gracias a sus convocatorias a la Selección, le habla al oído a su suegro para decidir qué jugadores integrarán cada una de las convocatorias.
Llamar a un jugador a defender los colores de su país lo cotiza inmediatamente. Por eso, su cercanía con los discutidos Stefan Medina, quien en su momento sonó muy fuerte para reforzar al Pescara, Fabián Castillo, delantero que jugaba en la MLS y que, la verdad, desentonaba al lado de los nombres de Bacca, Muriel, o Jackson Martínez quienes la rompían en las ligas más cotizadas de Europa, Wilmar Barrios, volante del Tolima quien fue seleccionado para los cuestionables partidos amistosos contra Barein y Kuwait, o el caso de Carlos Carbonero quien fue convocado sólo después de haber firmado un contrato con un íntimo amigo de Lezcano en mayo del 2014, son unos ejemplos en donde, supuestamente, se ha visto la mano del argentino. Carlos Sánchez, el tapón del equipo en el mediocampo, peleó con su empresario de toda la vida y desde el 2012 lo maneja Lezcano.
Es tal la cercanía del yerno de Pékerman que cuando Teófilo Gutiérrez, el 9 de octubre del 2015, le hizo el primer gol de la eliminatoria a Perú se lo dedicó a Pascual Lezcano “Gracias a Dios conseguí un gol muy importante para el equipo y quiero dedicárselo a mi familia, a todos mis compañeros y a Pascual (Lezcano), quien siempre ha estado acá en todo momento en la Selección”.
Su omnipresencia –asiste a entrenamientos a donde ni siquiera los directivos de la Federación pueden acudir– ha molestado a varios periodistas, dirigentes y hasta jugadores. Nadie sabe cómo si no es técnico, ni preparador físico, ni dirigente, ni utilero ni jugador hace parte de la Selección, tiene credencial que le permite sentarse en el banquillo, maneja la agenda de varios jugadores, las convocatorias, su tarjeta personal indica que su dirección comercial es la de la Federación como lo confirmó a Las2orillas una fuente anónima que además señaló que, al parecer, Lezcano tenía una estrecha relación Hugo y Mariano Jinkis, los hermanos dueños de Full Play, la empresa argentina con la que pactaba Luis Bedoya partidos con rivales tan extraños como Palestina y que está en el ojo del huracán a raíz del Fifagate que terminó con la detención del ex presidente de la Federación Colombiana de Fútbol. Como se sabe, Bedoya rinde cuentas ante un tribunal de Nueva York.
Mientras tanto su figura, su pelo largo, sus gafas negras que nunca se quita, se verán al lado de José Néstor Pékerman en el banquillo de la Selección nacional sin que, por ahora, se sepa cuáles son sus funciones dentro del equipo nacional.
Publicada originalmente el: 21 junio 2016