'El poder del perro (2021)': La vuelta del feudalismo y el mañana prometido

'El poder del perro (2021)': La vuelta del feudalismo y el mañana prometido

En el Cine-Club Al Filo del Tiempo continúa el ciclo 'Directoras y Directores de ayer, hoy y siempre'. Reseña de un filme de Jane Campion, directora de 'El piano

Por: Luis Carlos Muñoz Sarmiento*
julio 22, 2022
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'El poder del perro (2021)': La vuelta del feudalismo y el mañana prometido
Fotos: Wikimedia

No existe nada que odien más los mediocres que la superioridad de talento:

esta es, en nuestros días, la verdadera fuente del odio. HENRY BEYLE STENDHAL

Hay grandes posibilidades de que tu punto de vista no sea el único posible. CARL SAGAN

Tendrían que decirme si de verdad / todo este horror de ahora era el mañana. JOSÉ E. PACHECO

 

Con El poder del perro (2021) continúa el ciclo del Cine-Club Al Filo del Tiempo, el primero de cuatro, intercalados, sobre Directoras y Directores de ayer, hoy y siempre. Desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños, esta columna se remite al filme de Jane Campion (ver El piano), ganador de muchos premios internacionales y que ahora se distribuye por el ‘New Digital World’ Netflix, que suplantó al moribundo Hollywood. Filme que oscila entre drama y western, sutileza y crueldad, apariencia y realidad, competencia y desinterés, patriarcado y machismo, homofobia y afeminamiento, envidia y celos, amor y resentimiento, abstención y alcoholismo, maltrato a indios y generosidad, tenencia de la tierra y reforma agraria, en fin, feudalismo y neofeudalismo. Con una recurrencia permanente al pasado, el mismo que está más instalado en el hoy que en el ayer y que, a la vez, habla de un futuro anclado en el horror: el que se omitió para tranquilidad momentánea de la Humanidad.

El inicio permite oír a un narrador relatar que cuando murió su padre, su mayor deseo fue hacer feliz a su madre pues qué clase de hombre sería si no la ayudaba, si no la salvaba. Ese narrador, luego se sabrá, es Peter Gordon, hijo de John, alcohólico/suicida, y de Rose Gordon, primero, y luego Rose Burbank. Animales en el corral. Un vaquero a caballo lo atraviesa, mientras otros intentan dominar a una res. Ya estamos en el mundo de los machos, el mundo patriarcal, andro/falo/céntrico. El patrón de la casa, Phil, sube la escalera. La sirvienta, Mrs. Lewis, le pregunta si va a comer. ‘NO’, rotundo. Y le pregunta a George, si sacó la cuenta y cuánto hace que relevaron al Viejo, Edward, y a la Vieja, Georgina, en la hacienda. El gordo George a su turno le pregunta por qué nunca usa la tina, por lo que apesta, y solo lo hace en el río: ‘Nunca’. Al día siguiente hay un arreo grande de ganado. Por la misma época, 1906, Upton Sinclair en su novela La selva describe los horrores de la industria cárnica en EEUU.

En efecto, las condiciones laborales y sanitarias de dicha industria causaron tal polémica que Th. Roosevelt lo invitó a la Casa Blanca: así, contribuyó a que la Ley de Pureza de Alimentos, y la Ley de Inspección de Carnes, se aprobaran meses después. Sinclair retrató condiciones de vida y explotación de los inmigrantes en Chicago y ciudades industriales parecidas. ​Todos quedaron preocupados por la insalubridad en la industria a principios de siglo XX, investigación hecha para el diario socialista Apelo a la Razón, que la publicó en serie (feb. a nov. 1905). La selva describe, además, la pobreza del trabajador, la falta de apoyos sociales, las duras condiciones de vida y trabajo, la desesperación/alienación laboral. Factores que contrastan con la profundamente arraigada corrupción de las élites. Jack London la reseñó como ‘La Cabaña del Tío Tom de la esclavitud asalariada’. Sinclair es el ‘socialista’ que en Mank, le disputa la candidatura a Gobernador de CA a Hearst, padre del periodismo amarillo.

I. Montana, 1925. Phil y George llevan 25 años juntos, a partir de 1900. Aquél, propone acampar en el monte y comer hígado de ciervo. Asarlo sobre las brasas como aprendió de Bronco Henry. De paso, recrimina al Gordo porque no habla. Llega Peter con sus flores de papel. Alguien entra adonde Rose trapea para atender a doce clientes que van a comer pollo frito. Le elogia las flores, que adornarán las mesas y le pide tres pollos para dicha comida. Peter visita la tumba del Dr. John Gordon (1880-1921) y le pone flores. El ganado vuelve a la hacienda. Phil le recuerda a George que fue B. Henry quien les enseñó a triunfar como ganaderos. Le pasa un trago y brinda por Rómulo y Remo, fundadores de Roma, y por el lobo que ‘nos crió’: dice Il Lupo, por B. Henry. El que recuerda lo que Plauto, antes que Hobbes, decía: ‘El hombre es un lobo para el hombre’. Los comensales le piden a Rose tocar el piano. Y Phil la mira de soslayo, más con enojo que con preocupación. Quizás, por envidia.

Se le hace imposible que el tonto Georgie, con diminutivo, tenga un amor artista, ilustrado, ‘bendecido’ con el don de la música. Ahora, Phil coge las flores ‘primorosas’ que Peter hace. El machismo se sacude: ‘Jamás vi a una mujer al volante’. No falta el de Phil al saber que Peter hizo las flores: ‘Mi madre era florista. Fueron hechas como las de su jardín’. Se disculpa con Peter pues ‘parecen de verdad’. Y todos los machos se burlan de la Sta., de forma hombre, que les recuerda que la servilleta grande es para secar ‘las gotas del vino’. Peter va a la cocina, pasa junto a Rose y de forma casi imperceptible se seca una lágrima. Peter vuelve adonde los vaqueros y Phil prende con sus flores un cigarrillo, ante la sorpresa agria del joven afeminado. En el que quizás sienta, pero oculta, ver a un homólogo por un episodio del pasado que nadie conoce. Todo como respuesta a un círculo machista cerrado, con un candado cuya llave se perdió. Y tira las flores prendidas entre un vaso con agua, mientras Peter mira desde la puerta.

El duelo entre ambos apenas empieza. Será la lucha a muerte entre aparentes opuestos, que tienen más en común de lo que creen. Es decir, dos caras de una misma moneda: la de la diferencia. Cuyo paso a la igualdad está más cerca que la de las antípodas, pero el ser humano pocas veces ve. Sobre todo, el insensible, el que creció bajo la opresión/represión, bajo el signo patriarcal, machista, falocéntrico. Y mientras discuten sobre el caballo ‘decrépito’ que, de modo abusivo, han puesto a saltar, Rose se lleva las flores de Peter, lejos de la piara vaquera. Phil cree que lo del caballo es simple cuestión de ‘amour’, en francés. Al respecto, George no sabe de qué habla su ‘hermano’. Pero sí sabe, por su relación con la sensible Rose, cuya solidaridad con el aparente débil Peter es muy evidente. Prueba de lo anterior: Phil le ordena al pianista de turno, que goza, bajar el volumen de la música. Al quedar éste atónito, Phil lanza un berrido luego de expresar que están comiendo: ‘Deje eso o se lo hago dejar yo’.

Y asunto cerrado. Donde manda capitán, gay reprimido, no manda marinero, tranquilo hetero. George baja la mirada, como quien rechaza al primitivo ‘macho’ e intolerante hermano: por contraste, egresado de Yale. Peter llora. Rose le pregunta qué siente, él sale y golpea la puerta. Mientras baila ula-ula, surge ella. Los vaqueros se van. George le dice a Phil que él paga la cuenta, pero éste dice que luego y tira el asiento. Rose llora sin cesar por el trato de Phil con Peter. George le pide a Rose enviar la cuenta y de vuelta tendrá un cheque. Todos bailan/cantan ‘debes ser mi chica o ninguna tendré’. Phil parece referirse a Rose y va al cuarto de George, donde hay un aviso de ‘en caso de incendio’. Se acuesta y duerme. Luego, entra George y Phil le pregunta al ‘hermano’ dónde estaba. Y el Gordo le responde que lo que dijo sobre Peter a Rose la hizo llorar. Phil añade, le dijo que debía reaccionar y actuar ‘normal’, un comentario nada más y ella tendría que saberlo. George se acuesta con su hermano Phil.

En entrevista con El País, Petro habló sobre reforma agraria y sostuvo: la tenencia de la tierra es feudal. Al preguntarle Ahrens o Quesada sobre una de sus grandes promesas y cómo la concretará, Petro dice: ‘Sí, obvio. La tenencia de tierra en Colombia es feudal. Es una derivación de la colonia española que jamás se ha podido superar porque cada vez que se intentó hubo violencia. El país nunca logró hacer una reforma agraria. Hoy, volvemos a intentarlo y, voy a confesarlo, quisiera hacerla de la mano de Estados Unidos. A diferencia del pasado, la reforma agraria está ligada a la posibilidad de una disminución sustancial de la exportación de cocaína. Los Estados Unidos han concentrado su esfuerzo de una manera muy ineficaz en el glifosato y las extradiciones. El resultado ha sido un fracaso total’. (1) Lo mismo puede verse en El poder del perro. Phil es un neofeudal, autoritario que pretende pasar por carismático, pero le cuesta. Aunque sea un hombre como todos, como luego lo dirá Rose.

II. La competencia. Los vaqueros hacen acrobacias sobre el caballo y Phil llega. Tal vez así aprendió B. Henry, aunque Phil nunca lo vio trabajar con la cuerda. Cuatro hombres miran a la montaña y uno le pregunta a Phil qué hay allá arriba. ¿Animales? ¿Alguien más vio lo que él vio? ¿George? ‘No, él no’, agrega su rival Phil-ial. Rose mira por la ventana del Motel y ve pasar a George, apellidado Burbank, como el pueblo de CA. Saluda a Mrs. Gordon y ella le pregunta qué se le ofrece. Empieza a verse que la persona más inteligente es aquella que pasa por tonta ante el tonto que pretende pasar por inteligente. Como ocurre entre George y Phil, justo, entre ellos dos. ‘Solo venía a verla’. Eso le suelta, crispado, George a Rose. A ella parece gustarle: solo atina a decir que está muy ocupada. Aquél coge una salsa excelente para carne, pescado y queso. Ambos, hablan sobre tanto vino que han bebido los que ahora bailan y disfrutan la pianola. George va al médico de Herndon y al funebrero, el señor Weltz.

Rose extraña a Peter, quien debería servir la ensalada, mientras ella fríe el pollo. El nuevo mesero, George, atiende a todos, lo que cautiva a Rose. Phil toca el banjo. De pronto, se levanta y ve entrar a su más enconado rival, frente a Rose, pero a quien él subestima. Se le ve con sombrero y abrigo al lado de la escalera. Cuando George le cuenta haber estado en Beech, que hasta ahí llegó, Phil le pregunta si hizo ‘travesuras’. Como quien habla a un niño díscolo: ‘Conversé con la Sra. Gordon’; y sonríe, pleno. ‘La que te lloró en el hombro’, añade Phil con la ironía del que siente ya la derrota frente al menos esperado: el Gordo tontico. ‘La misma’, asiente éste, con no menor ironía, la del que se sabe ya por encima de su involuntario enemigo. A la que si le da confianza acabará pagando la U. del ‘afeminado’, le escupen Phil y su malestar metafísico: ello, en un claro/oscuro ambiente de egos, de competencia, de lucha por el éxito. Condiciones inherentes al capitalismo e indesligables de los tipejos de su clase.

Y le recuerda que la Vieja, o sea, su madre, la Sra. Georgina, fue la que trajo esas chicas a la hacienda ‘apenas se nos empezó a parar’, en alusión a su soberbia/virilidad. La propia del macho cabrío que no tiene sentido de igualdad: que, por lo contrario, denota ya una postura entre el desprecio y la misoginia. Y trae a colación a la reina de la sopa de tomate, la que es probable le haya escrito que recordará por siempre la luna del Oeste. A la que hubiera podido sacar a pasear no sin antes ponerle una bolsa en su cabeza, a diferencia de otras. George le da, simplemente, las buenas noches con un laconismo que no proviene de afuera, sino que surge de su satisfacción interna. Phil le espeta al ‘Gordo’ que, si busca un polvo, lo podrá conseguir sin tanta formalidad; y se muerde los labios. El macho alfa despresa una res y cuelga junto a otros su cuero. Luego, se sienta y escribe que George se metió con la viuda de un suicida y su hijo retardado. Y le pone sobre la mesa un escritorio pequeño para el grande.

Aquí, para entender el conflicto Phil-Rose cabe citar otro: el del narrador-Bruno en el relato El capitán Orión, de Freddy Téllez, tomado de su libro La escritura, entre pornografía e identidad y otros relatos (2). Pero antes, recordar que Alexandre Kojève (1902-1968), filósofo belga de origen ruso, es ante todo el introductor de Hegel en los círculos más críticos del pensamiento francés de los años 30. Entre 1933 y 39, siguiendo a su amigo y antecesor A. Koyré en sus cursos sobre filosofía religiosa de Hegel (teólogo, no filósofo), comentará desde el seminario de la École Practique des hautes Études à Paris la Fenomenología del Espíritu, de Hegel. Aunque más que un comentario de ella, lo que hace Kojève es una libre interpretación, reformulando todo el sistema hegeliano en torno al concepto clave de reconocimiento y de deseo insaciable que lleva, por eso, a otro deseo, deseo de ser reconocido por otro deseo de reconocimiento. Amo y esclavo luchan sin cesar por este reconocimiento.

Y sobre esta estructura está montado el relato de Téllez en torno a la lucha intelectual fratricida narrador-Bruno. Como en El poder del perro, la de Phil-Rose. Eso sí, por fortuna, sin asesinato de por medio; como diría Rojas Herazo: ‘Ninguna gran idea justifica un cadáver’. Ojalá esto lo entendieran los políticos. Como en Muertos de risa, de Álex de la Iglesia, la historia de los payasos Nino y Bruno, en El Capitán Orión el narrador y Bruno van pasando de la amistad a la rivalidad al odio. Igual periplo tiene el dúo Phil-Rose en el filme de Campion, sin que sea resuelto jamás por ellos mismos, sino a causa de la intervención de un tercero en discordia al que se menosprecia sin tino. La interpretación de Kojève sobre La Dialéctica del Amo y del Esclavo podría sintetizarse así: ‘... la realidad humana en tanto que diferente de la realidad animal no se crea sino por la acción que satisface tales deseos: la historia humana es la historia de los Deseos deseados’. Y la libertad es la acción del deseo.

Esos deseos deseados y deseantes del dúo narrador-Bruno, amo y esclavo y viceversa, van derivando hacia el odio o, por lo menos, al conflicto, en el relato telleziano a través del camino en el que se notan algunos mojones: ‘Y así, de la función del Padre en la teoría lacaniana o de la inevitabilidad o no de la violencia, y otros temas, la conversación se tornó poco a poco en limpión sucio y cafetera quemada en la cocina’. (22-23) Como, poco a poco, se torna la conversación, si es que cabe el término aquí, de Phil y Rose, ante todo por aquél: en un trapo que empezó a ensuciarse en la cocina del restaurante que Rose atendía y donde su hijo Peter presenció la quema de sus primorosas flores de papel, que luego Phil metió en un vaso lleno de agua. Para ubicar en un detalle sin aparente importancia, el fin de una vida. Luego de la pugna incesante por querer colonizar al Otro, sin demanda ni consulta previa alguna. Apenas con la picazón insoportable e irracional de acabar con él a como dé lugar.

Volviendo al ‘regalo’ del escritorio pequeño para el grande, Phil agrega: ‘Sí, para ti, anciano’ y que si le escribió a la Vieja. A ambos, señala George. Y el otro, que si citó a Rose, que ya sabe, como él, lo que sentiría Georgina si supiera de su embrollo con ella: ‘Tendría una hemorragia’. George cree que su madre pensaría lo mismo que piensa una señora Burbank de otra señora Burbank. A la pregunta de Phil sobre qué dijo, George le ratifica que se casan el domingo; además, que ella vendió su predio en Beech. Y de cara a la impotencia, Phil llega a la pesebrera y cual paraco mayor insulta y le pega a su yegua ubérrima, le ordena quedarse quieta a la ‘¡desgraciada!’ Y se desgañita llamándola ‘¡terminada, desgraciada, fea’, incluso ‘¡puta!’ O sea que ya dejó de ser ubérrima. Phil sermonea con todos esos epítetos, como quien en simultánea ofende a la inocente Rose, para evidenciar su ancestral bronca patriarcal, machista, cuasi misógina. En medio de ello se filtra, ignorándolo, el final de su propia vida.

III. Reglas (no solo) para estudiantes. Los pupilos comen a las seis. No lavar platos si se tienen tareas. No usar zapatos adentro. Ir a la hacienda de vez en cuando. El mundo de las reglas en pleno. Al fondo del cuarto, un letrero: ‘Student Rules’ o ‘Las reglas del estudiante’. Peter pregunta a Rose si puede conservar algunos pétalos de las rosas blancas, en el momento previo a la partida de ella y George a casarse. El carro va por las montañas. En una cena Rose será presentada a los padres de George. Incluso irán el gobernador y su esposa. Le pide que toque algo en ‘nuestro’ viejo piano. Rose declara no ser muy buena. Siempre acompañó la proyección de filmes mudos. George le advierte que su talento es más que suficiente para su familia. Rose le pide ponerse a su lado y le enseña a bailar. Le pide no pensar, solo dejarse llevar por el cuerpo, o sea, por el ritmo. Pero, George termina bañado en lágrimas y agradece por poder expiar la soledad, por ‘no estar solo’. Solo quería expresar lo agradable que es eso.

Lo cual remite a Nietzsche sin esfuerzo: ‘Hay que volver a la muchedumbre: su contacto endurece y pule; la soledad, ablanda y pudre’. Para contrastar/complementar lo anterior, Schopenhauer: ‘La soledad es la suerte de todos los espíritus excelentes’. Quizá lo que angustie a George es no saber adónde va y por eso el filósofo citado decía: ‘No hay ningún viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige’. Ello, no obstante, podría refutarse: nadie llega tan lejos como el que no sabe adónde va. Tal vez porque marcha sin prevenciones ni prejuicios, un primer paso hacia la libertad. Ello lleva a pensar que el humano piensa a toda hora en lo que le falta, pocas veces en lo que tiene. Idea que saca a flote su falta de autocrítica y la facilidad con que descarga sus carencias en el otro. Y luego de volver sobre su soledad y del baile vital, entre lágrimas, Rose y George se dan un abrazo. Ese giro del alma que tanto alivia a los seres sensibles, de su angustia, dolor e incertidumbre existenciales.

Phil le comunica a George que el Viejo quiere que ambos le envíen una escritura. Pero, éste dice que lo importante ahora es prenderle fuego a la caldera. El choque entre Phil y Rose es inmediato cuando ella le dice ‘hermano’: él le dice que ‘ningún hermano’ y la llama ‘vil manipuladora’. Va al cuarto, toca su banjo e ironiza sobre la declaración de Rose: ‘Fue un viaje tan bonito’. Ahí se percibe un cóndor herido. A propósito, un gesto de su mirada permite adivinar la terrible soledad de la que es víctima. Mucho más de lo que es George, ser que se acompaña con su silencio. En cierta forma, la de ambos es una representación de la soledad del poder. Ese poder que les confiere ser los dueños de una tierra que Phil maneja en modo neofeudal o la puesta en escena a inicios del siglo XX de un sistema medieval basado en obligaciones antes que en lazos, para los vasallos con respecto a los amos dueños de los feudos, de las tierras. En las que el poder es vertical, y no se consulta para nada a los súbditos.

Por eso, en el filme, los peones de la hacienda, come, callan y, una que otra vez, ríen, para celebrar los chispazos o las cagadas de su amo Phil. El único que grita y se desgañita, como en el episodio del pianista que con sus manos en el aire se burla de él, por mandarlo a callar delante de todos e impedir que siga con su música. Tra un intenso plano/secuencia en el que muerde sus labios, Phil es impelido por el pasado que pesa, no que ilumina, y va hacia el ‘altar’ que reza: ‘En memoria de Bronco Henry – Amigo (1854-1904)’. Coge su montura, se sienta, reflexiona y la limpia. Luego, va al río y mira a lado y lado como quien no quiere ser visto, atraviesa un vivac, llega al río, cubre su cuerpo con lodo, ya desnudo se toca y, por fin, al agua. Mientras, George le sugiere a Rose ponerse cómoda y se dispone a sorprenderla. En época de lluvias se inunda el sótano y, al ahogarse, las ratas flotan en la superficie. Tras el penoso impase, le da un piano de cola ‘Mignon’ de Mason & Hamlin a su nueva esposa Rose

Ella piensa que es demasiado bueno, porque es una pianista promedio que solo sabe melodías. De lo que se infiere, entonces, que no tiene mayor sentido de la armonía ni del ritmo. Aunque, justo eso es lo que quiere George: melodías. Pues su vida, hasta ahora, como se siente y ve en cada charla con Phil, no tiene armonía. Por contraste, le sobra intranquilidad, perturbación y caos mental. Bueno, no se requiere un concierto, apenas ‘tocar’, quieren solo oírla tocar. Rose toca el piano, pasa Phil sin que lo note y, luego, al voltear y ver la puerta abierta, se siente observada, lo que le genera desasosiego. Hace unos acordes, hasta que pasa Phil por ahí con sus espuelas y ella lo nota. Hasta que el sonido del piano empieza a ser imitado por el del banjo y luego lo suplanta. La competencia, de nuevo, hasta la muerte real o simbólica del otro, como en el cuento de F. Téllez. La debilidad habitual de Phil con el banjo, se vuelve fortaleza por cuenta del espíritu de emulación que, más temprano que tarde, deriva en batalla.

Rose la evita y sale a dar una vuelta. Mientras, Phil y un peón arman una soga. George, arriba. Los vaqueros son despachados. George quiere decirle algo a Phil, quien lo insta como ‘compañero’ a hacerlo: el gobernador vendrá a cenar con el Viejo y la Vieja. ‘¡Vaya caballero, la alta sociedad!’ George ríe de la ocurrencia filial. Phil le suelta que Rose insiste con el piano y que si no lo altera. ‘No, me gusta oír tocar a Rose’. Ahora lo llama ‘anciano’ y que le hable. Algo delicado de decir a su señoría y más a su esposa: quizás le moleste que Phil se presente sin haberse aseado. En el tren Salk Lake City Express llegan el Viejo y la Vieja, padres de Phil y George: Edward y Georgina. ‘Phi Beta Kappa’ en Yale fue Phil, relata el gobernador (‘¿Maldice al ganado en griego o latín?’) a George (‘sí, en estudios clásicos’) y Rose. Georgina es, según ella misma, una gran lectora: leyó La maldición de Tutankamon en el Digest. Y cree en dicha maldición, pero apunta que él era un joven, de apenas 18 años.

Ahora George se asoma al ‘altar’ de Bronco Henry y llama a Phil. Quieren contar con sus dotes de conversador. Pero, él no irá… así que George puede decirles a los invitados que Phil ‘apesta’ y que le gusta. Ellos se preguntan por qué aquél no llega. Algo debió darse. Rose parece no querer que llegue. Ahora quieren que Rose toque algo, pero se resiste. Por falta de práctica. En todo caso, no sabe qué tocar. La del gitano, que me gusta, le dice George, para romper el hielo. Rose no toca y ellos se van. ‘Una noche encantadora’, dice el sarcasmo del gobernador. Entra Phil; la esposa del gobernador dice: ‘Así que no lo devoró un puma’. Hasta ahora, no, observa el retador Phil, quien aprovecha para descabezar a Rose al decir, si practicó tanto por qué no toca, que no ve diferencia entre cine y cena para tocar. Y Phil confiesa que no vino porque no se aseó: lo que no es franqueza sino vanidad. Y el gobernador, político al fin, pone su nota de humor facilón/vacilón: ‘Es ganadero, ¿verdad? Es suciedad bien ganada’.

IV. Misoginia, homofobia y homoerotismo. En la actualidad, podría decirse una suciedad mal ganada, por su asocio con los paracos, que también hoy sobran en EEUU. Phil mira a Rose largo rato, hasta que ella toma uno de los tragos con ‘paragüitas’ y aquél huye del lugar con su misoginia detrás. Rose y George van a la ciudad en su Ford-T y ella se pregunta si Peter no había pensado dejar allí sus libros durante el verano. En la silla trasera, aparte de los libros de la Enciclopedia Práctica Siglo XX, un cráneo hamletiano, índice premonitorio en la estructura del filme: al parecer, solo faltó en él Grateful Dead. Peter llegó a pensarlo, pero los libros eran del Dr. John Gordon. En la dura faena del campo, Phil capa 1.500 toretes, pero se corta el pulgar en el último, observa no sin exagerar George. O quizás para joderlo. Y Phil cree que la jornada terminó. Y ahora llega el que para los vaqueros es el afeminado, el mesero. La gavilla homófoba, los homosexuales reprimidos o los cacorros inhibidos, casi en éxtasis.

Peter, el que para Phil reptará, con sus ojos saltones, ahora por allí: el ‘pequeño Lord’. Otra lacra reprimida por la sociedad sale a flote: Rose bebe… a escondidas, claro. Luego, será descubierta. Phil ordena cuidar las fogatas pues viene el verano. El ‘vaquero’ ordena echar a todo ‘indio’ que intente acampar en la propiedad. Y eso que en 1865 terminó la Guerra Civil. Y enfatiza en que lo hagan sin excepción porque allí hay animales que ellos desean comer. Y ya saben la consigna yanqui: ‘Hay que quitarle el búfalo al indio’. U hoy: ‘Hay que quitarle el agua al guerrillero o al niño guajiro’. En la hacienda no se venden cueros ni ninguna otra cosa. Y llama con un chiflido al ‘delicado’, hasta donde sea posible, Peter. Lo que parece ser una orden tácita para que los vaqueros lo acosen con sus equinos. Tras un paseo, Peter regresa con unas ‘muestras’ de campo y halla a Rose con jaqueca por resaca. Esa noche no cenará: es la semana en que George va al pueblo y solo está Phil, a quien huelga decir no quiere ver.

Peter esconde una cámara bajo la almohada. Ha puesto una trampa y trae un conejo. Rose advierte a Peter que no se preocupe por Phil, que puede comer en su cuarto. En otras palabras, el joven está confinado en su propia casa, ya no por el ántrax ni por otras infecciones, sino por ese virus/humano que es Phil. Han excavado en un antiguo cementerio para trazar una carretera y entre los enterrados había una amiga de Mrs. Lewis, la misma que le ofreció comida a Phil y recibió un rotundo ‘NO’. Cuando Lola le sube una zanahoria al conejo y se la exhibe como un pene a Peter, éste se opone y la echa, pero descubre que ya el animal es conejillo de indias para él, como cirujano y como fino dibujante. Rose, Peter y Lola salen a jugar tenis. ‘Pobre del hombre que jamás desobedece a su madre’, dice Peter. Éste le recalca a la jueza que no tiene que cantar el punto pues él lo recordará: competencia dentro de la competencia. Tras un breve descanso, Rose le pide a Lola tomar su lugar debido a la migraña.

Rose siente que sus ojos se salen de la cara, mientras Phil fisgonea por el lugar y Peter le dice que si es por él que está así: ‘No, es como cualquier otra persona’, lo cual la pone en el umbral de la misantropía. Y no por odio alguno, ya se dijo, de su parte. Mera comprensión de la especie humana por un ser sensible e inteligente, que no carga fardo alguno en su interior. Phil la observa beber y sonríe con la picardía del soplón. Ella a su vez se siente vigilada. Los hombres van al río a bañarse, desnudos, y los que descansan tienen un sombrero en su monte de Ares (3). Phil reposa cerca al río y se masturba con la servilleta de su difunto mentor B. Henry. Peter merodea el lugar. Se mete en el ‘vivac’ por el que ya pasó antes Phil. Metáfora de quien entra en la boca del lobo. Halla los libros de Cultura Física de aquél y el lema Don’t Be a Criminal o No seas un criminal. Deja los libros, sale y ve bañarse a Phil, quien se voltea, lo descubre y corre a insultarlo con todo tipo de sandeces por atreverse a violar su intimidad.

V. Aprender a usar la vista. Los vaqueros tienden sus carpas, hacen música, le piden cantando al ‘señor’ que llene sus botellas, derrita la nieve y borre su dolor. Pero, ignoran que el ‘señor’ vive ahora ocupado con tsunamis, terremotos, masacres en serie, fascismo al detal y en bruto, asesinatos de presidentes, cocaína ‘gratis’ para todos: como propuso el ingeñero Robolfo Goyeneche, cual si se pavimentara el Magdalena. Peter pasa y lo silban, como si lo hiciera su homofobia, no ellos: ‘Mariquita’, le dice uno; y otro ‘señorita’, aunque su carácter se antepone a su aparente debilidad. Phil le dice a Peter que si ha trenzado alguna vez, que no le diga más ‘señor’, como le pasa a quienes luego son grandes amigos. Y le enfatiza que allí puede sentirse muy solo, salvo que le coja el ritmo. Le enseña a montar, a usar botas y lo reta a impedir que Rose lo vuelva afeminado. La montura en que está Peter era de B. Henry, referente de Phil para todo lo relacionado con ese mundo de machos alfa/beta/gama y delta.

Phil le cuenta que al fondo de la hacienda, en un acantilado, hay unas iniciales y el año 1805 grabados: debió ser algún miembro de la expedición de Lewis y Clark. (4) Época en la que aún había ‘hombres de verdad’. Y le dice que podrían salir solos por un par de días. Seguir aquellos senderos hasta el final. No le sorprendería si hubiera oro o minerales preciosos en esas rocas. Peter le pregunta si mueren muchos terneros por los lobos. A algunos, en efecto, los devoran, caen con tendones cortados o por ántrax, la ‘pierna negra’. B. Henry le enseñó a ver, a usar la vista, de un modo que otros ignoran. Entonces, cuando la gente mira allá solo ve una colina. Cuando B. Henry la miraba: ‘Un perro que ladra’, dice Peter, con una rapidez que sorprende a Phil. No lo vio de modo reciente sino cuando llegó de niño al lugar: parece un perro con la mandíbula bien abierta. Dispuesto a morder/atacar sin tregua al que se cruce. Rose se preocupa porque Peter se ha hecho muy amigo de Phil y no confía para nada en éste.

Por ello, le pregunta si lo trata bien. Peter le cuenta que aquél le hace una soga. Luego, en el corral, aprende a montar. Phil ordena abrir la puerta para que el chico salga, solo, a caballo. Pero, rápido, cae. Quien cae, se levanta, le recuerda su tutor. Con quien Rose quiere que Peter no esté más, aunque George la desapruebe ya que se han hecho ‘compinches’ y Phil le enseñó a montar. Pero, Rose no se tranquiliza ante la fuerza de su presentimiento, instinto de madre, conocimiento de los hombres: así yerre sobre quien será la víctima. B. Henry también comenzó tarde a montar, a la edad de Peter. Éste y Phil hallan un conejo bajo unos troncos. Al querer salir, se quiebra una pata. Por el trigo, se desliza la sangre. La herida es profunda. Phil sabe por B. Henry que la paciencia ante la adversidad ‘nos hace hombres’. Y su padre decía que son los obstáculos. Los que hay que eliminar. Y le dice a Peter que él ciertamente los tiene, v. gr., su madre. Y le cuenta lo de su adicción al alcohol: ‘¡Cómo se emborracha…!’

Como el padre, Dr. John Gordon, que libó hasta el último día y luego se colgó. Peter lo halló y lo bajó. Su padre lo creía poco amable. Hecho muy duro para Peter. ‘Pobre muchacho’, le dice Phil, aunque confía que salga adelante. Rose le pregunta a Lola por Mrs. Lewis: está con los indios. ‘Ésos’, los que se ven afuera y a quienes echa del lugar: ‘¡Váyanse!’, les dice, sin más, cual Phil. Preguntaban por cueros y ahora ella reclama agua. Antes les dijo que ‘quemaríamos los cueros’, porque Phil no quiere dárselos a nadie. Espera formar una pila para prenderles fuego. Se pondría iracundo si los tocaran siquiera. Rose corre detrás de los indios, les dice que regresen, que sería un honor regalarles los cueros. Llora y les aclara que su marido es el ‘dueño’. Admira los guantes que los indios le regalan por su generosidad. Los acaricia otra vez y de pronto tropieza y cae. Llega George, pregunta qué pasó y le cuentan que Rose se desmayó. Sube y la acuesta. La botella de Bourbon queda a la luz y George nota.

Lola se excusa. George tira el licor por el lavamanos. Phil maldice al no ver los cueros. Le grita a Peter sobre la personalidad alcohólica de Rose. Él nada le dirá, pero sí George y, en efecto, Rose no está bien. Para Phil ya es hora de que el hijo y esa ‘estúpida’ enfrenten hechos como el de ocultar botellas por toda la casa o el de beber hasta en el ‘apestoso’ callejón. Y le pide a George mirarse al espejo, a ver si le gustaría eso o ‘nuestro dinero’. ‘¡Despierta, mierda!’ ‘Suficiente, Phil’, responde con toda la calma posible George. Cerrada la discusión, Phil se conduele por la herida en su mano. Peter le cuenta que cortó ‘tiento’ para la soga. Y que quería ser como él. Phil le agradece con que tendrá un gran porvenir y promete acabar la soga ya. Peter trae un platón con las tiras de cuero a partir de las que se hacen cintos, zamarros, sillas y trenzas para aperos. Cuando Peter tranquiliza a Phil con el tiento omite la cita de su origen y la potencial toxicidad de la piel. He ahí por qué no se descubre al asesino.

Phil le recuerda que B. Henry era más que un amigo: una vez le salvó la vida. Todos en casa preguntan por él. Según Lola, no ha bajado para nada. George va a su cuarto: irán a Herndon por un médico. Luego, le pregunta por su mano. Phil asegura estar bien y no deja que le quite las botas. Y sale con la soga para dársela a Peter. George lo sigue en el carro. Más adelante se detiene, tira la soga al piso, aquél promete hacerla llegar al destinatario y lo hace subir al carro. Por el camino, Phil muere. Ya en la morgue, aparece dentro de un cajón. Es rasurado, puesto allí y tapado. Todos llegan al Herndon City Hall, de Montana para su velación. Rose recibe unos anillos por parte de Georgina. George le dice a Edward que están invitados por Rose a pasar la navidad y él lo agradece. El médico a George: en dos días tendrá los resultados de los exámenes hechos a Phil; sus convulsiones finales fueron tremendas/terribles, señala. El médico cree que es ántrax, rara infección causada por la bacteria ‘Bacillus Anthracis’. (5)

George le explica al médico que Phil nunca tocaba animales enfermos pues era muy cuidadoso con ello: lo que de paso ya revela, sin decirlo, al asesino. Peter, junto a su perro, espera algo: lo acaricia, va y viene, lee un libro: ‘Orden para el entierro de los muertos’. Luego, en el Salmo 22: 20: ‘Libra de la espada mi alma; del poder del perro mi vida’. (6) Ahora tiene la soga de Phil, entre sus manos enguantadas, y la toca como acariciándola. La pone en el piso y la oculta bajo su cama. Se asoma a la ventana y ve a George y a Rose, cogidos de la mano, tras el funeral de Phil. Pasan y se dan un beso. Peter voltea a la cámara, sonríe para sus adentros, en medio de un silencio liberador: ha cumplido con hacer feliz a su madre. Su mayor deseo desde que murió su padre, el Dr. John Gordon. De contera, pone de presente la clase de hombre que es, el que jamás hubiera sido de no haber ayudado a Rose en medio de ese mañana prometido que fue el horror y del contraataque de un sucio feudalismo.

No solo todos los trabajadores de la hacienda del feudalista Phil, sino los de las paracas de hoy, como la del Ubérrimo, tendrían derecho a recordar a futuro el poema de José E. Pacheco, El mañana: “A los veinte años nos dijeron: / ‘Hay que sacrificarse por el mañana’. // Y ofrendamos la vida en el altar / del dios que nunca llega. // Me gustaría encontrarme ya al final / con los viejos maestros de aquel tiempo. // Tendrían que decirme si de verdad / todo este horror de ahora era el mañana”. (7) El mañana prometido… fue el horror. Ojalá con los nuevos vientos del pacto histórico y social que corren por América Latina esta situación cambie de manera radical hacia el futuro. Para que Phil y sus congéneres se vayan a las mazmorras de la Historia y dejen al fin progresar en/de modo concreto a la Humanidad. Aquél que se siente en desventaja frente al otro u otros es el que busca el conflicto, la perturbación, la guerra. Como ocurre en el filme de Jane Campion, con Phil respecto a Rose.

Y en el plano internacional con EEUU respecto al resto del mundo, resto que no es de su gusto político ni estético ni ético, tampoco artístico ni cultural. Por otro lado, pocas veces como en El poder del perro, frase cuya metáfora bíblica es muy elocuente, ‘libra del poder del perro mi vida’, y no falta saber quién es el perro que puede ser no un animal sino una persona, pocas veces, reitero, se ve la aplicación de la dialéctica del amo y del esclavo, de Hegel, con tal sutileza en apariencia, pero que es un ejercicio brutal de uno contra otro, de mediocres contra listos, de una minoría contra la Humanidad, como en los virus/negocios. O como sucede en el filme con el ántrax, que obliga a peones y hacendados a echar monte arriba a comer hígado de ciervo porque el de res está contaminado y puede diezmar la totalidad de la fuerza laboral de la hacienda. He ahí el interés superior por el que se ven obligados a huir.

Los personajes centrales viven angustiados por el pasado y a la vez esperan un mejor futuro. Pero, en su fuero interno seguro saben que la esperanza se mueve entre la confianza y la desconfianza: al cabo, la palabreja viene de esperar, lo que aún no llega ni se sabe si llegará. Por eso, para un sabio chino, la esperanza es una puta que se parece a la desesperanza. Y entre esos polos no opuestos sino complementarios se mueven Phil, cuya óptica no es la única que cuenta, y George, Rose, Peter, Sra. Lewis, Lola; y, claro, los vaqueros de la hacienda. La omisión que hace Peter sobre el tiento, origen del fin de Phil, se corresponde con lo que cierta vez le dijo a Rose sobre la formación del carácter, expresión que se antoja inofensiva, incluso pueril: para forjarlo hay que desobedecer a la madre. Eso va más allá del simple aserto: se remite al carácter dador de vida de la mujer, de la madre, que va en contravía del carácter masculino, el del hombre, en tanto incitador al conflicto o sin reparo a la guerra y a la muerte.

Sin el prurito de humillar al Otro, habría sociedades con respeto. Como el de esa madre preocupada porque su hijo no esté más con Phil. Sin rencor, con un sentido de estima vital, de prevención, para evitar daños mayores. Actitud que se conecta con Peter y el desobedecer a la madre: Rose, quien gracias a Peter recibió un mejor futuro en medio del caos de una hacienda neofeudal, con dueños presas de la avaricia frente a los ‘nadies’ de E. Galeano, F. Márquez y, apenas ahora se sabe, V. van Gogh, cuya cita lleva al Peter de El poder del perro, al poder del perro Phil, no de George, ser tan sensible, sabio y callado como Rose: “¿Qué soy yo a los ojos de la mayoría de la gente? Un ‘nadie’ o una rareza o una persona desagradable, alguien que no tiene y no tendrá una posición en la sociedad, en resumen, estoy un poco más bajo que lo más bajo. Muy bien, suponiendo que todo es realmente así, entonces a través de mi trabajo me gustaría mostrar lo que hay en el corazón de un raro, de un ‘don nadie’.” FIN

 

Para nuestro adorado hijo Santiago, el más grande Don Alguien que he tratado, conozco y respeto.

Notas, enlaces y bibliografía:

(1) https://elpais.com/america-colombia/elecciones-presidenciales/2022-06-28/gustavo-petro-si-fracaso-las-tinieblas-arrasaran-con-todo.html

(2) https://www.auroraboreal.net/literatura/ensayo/2013-entre-una-causa-sexual-vital-y-una-causa-socio-politica

(3) Ares: dios griego de la guerra, citado aquí, con humor, en alusión a y analogía con el femenino monte de Venus, ese sensual tejido graso de la pelvis.

(4) https://www.archives.gov/espanol/recursos-para-docentes/lewis-y-clark

(5) Bacteria que se da de forma natural alrededor del mundo en animales salvajes y domésticos con pezuñas, especialmente en ganado vacuno, ovejas, cabras, camellos y antílopes.

(6) https://www.biblegateway.com/passage/?search=Salmos%2022:19-21&version=JBS

(7) https://trianarts.com/jose-emilio-pacheco-el-manana/#sthash.fps5jAoX.dpbs

FICHA TÉCNICA: Título original: The Power of the Dog. En español: El poder del perro. País: Nueva Zelandia / Australia. Año: 2021. Género: Drama / Western / Thriller psicológico. For.: 35 mm.; color; 128 min. Dir. y guion: Jane Campion, basada en la novela homónima (1967), de Th. Savage. Filme rodado íntegramente en Aotearoa, Nueva Zelanda. Fot.: Ari Wegner (ACS). Mon.: Peter Sciberras. Mús.: Jonny Greenwood. Int.: Phil Burbank (Benedict Cumberbatch); Kirsten Dunst (Rose Gordon / Rose Burbank); Jesse Plemons (George Burbank); Kodi Smit-McPhee (Peter Gordon); Genevieve Lemon (Mrs. Lewis); Thomasin McKenzie (Lola); Keith Carradine (Gobernador); Peter Carroll (El Viejo Caballero) Frances Conroy (La Vieja Dama). Prod. por: Jane Campion / Tanya Seghatchian. Prod.: Emile Sherman / Iain Canning / Roger Frappier. Prods. ejecutivos: Simon Gillis / Rose Garnett / John Woodward. Co-prod.: Libby Sharpe / Chloe Smith. Prod. asociado: Phil Jones. Dist.: Transmission Films (Australia) / Netflix (internacional). Prod.: New Zealand Film Comission / BBC Films / Cross City Films / See-Saw Films / Bad Girl Creek / Max Films / Brightstar. Premios: Oscar a Mejor Dirección: Jane Campion. Globos de Oro: Mejor Película (Drama) y Mejor Dirección, ambos para Jane Campion. Mejor Actor de Reparto: Kodi Smit-McPhee. Estreno mundial: Festival Internacional de Cine de Venecia (2 sept 2021).               

 

* (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, desde 2012, y columnista, 23/mar/2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao Editores, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por la UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre Manuel Zapata Olivella y su novela magna Changó, el gran putas, fue lanzado por UFES, el 20/feb/2021. Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en el portal Rebelión, EE y Las2Orillas. E-mail: [email protected]

 

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