Según el Dane, en Colombia hay 8 millones de jóvenes entre los 18 y 26 años, el 16 por ciento de la población. No obstante, la Registraduría Nacional estima que en las últimas elecciones votaron solo 3 millones, lo que denota una gran abstención de parte de los jóvenes.
Las cifras son un indicador del desánimo a participar en política porque los jóvenes no creen que los políticos les solucionen sus necesidades, pero tampoco creen que la elección sea resultado de un mecanismo democrático.
Por otra parte, se debe tener en cuenta que la abstención en Colombia es bastante alta por la pérdida de credibilidad en los políticos, lo que quiere decir que no es solo con los jóvenes, es un mal endémico.
Si bien es cierto que los jóvenes son los llamados a ser los protagonistas de la vida social y política del país, el grado de indiferencia es preocupante, porque si ellos no deciden por el rumbo que debe tomar la nación, quienes sí lo hacen, posiblemente, sean presa de las mafias, los corruptos y los políticos de oficio.
Es por ello que en los últimos meses se ha hecho un llamado contundente a que los jóvenes inscriban su cédula para que puedan votar en las elecciones que se avecinan. No obstante, al parecer, la respuesta no es la mejor.
Esta actitud pasiva de los jóvenes, en materia electoral, es muy perjudicial, porque el voto da autoridad para exigir. Si no votan, denota indiferencia de los jóvenes frente a los asuntos del país.
Y lo más seguro es que si votan, cambiarían el rumbo político y ejercerían mayor vigilancia a quienes resulten elegidos. Pero no solo eso. La participación en la vida política implica que la persona está en condiciones de debatir, más allá de lo que opinan algunos medios de comunicación; la política también es de ideas, de debates, contenidos; no solo es el fanatismo, como si el político fuera un artista que busca ser ovacionado.
Los jóvenes son muy activos en las redes sociales, donde expresan su rebeldía e inconformidad, pero se quedan ahí. En Colombia se tienen experiencias, como la de Antanas Mockus, quien, con un discurso en favor de la defensa de la vida y la educación, y utilizando símbolos, logró la simpatía de miles de jóvenes, pero los resultados en las urnas no lo acompañaron.
De esta manera, alcanzamos a notar que este sector poblacional es muy activo en espacios no formales como las marchas pacíficas, en las cuales la juventud se expresa con gran vigor.
Su rebeldía es desbordante, por cuanto son los jóvenes de todas las edades, los que se manifiestan a través de diferentes formas, sea con las expresiones artísticas o acompañando las marchas, sumándose a la inconformidad social. Así aconteció con los estallidos sociales de algunas naciones latinoamericanas.
Los temas políticos no despiertan mucha pasión entre los jóvenes porque los consideran que están relacionados con la corrupción. En cierta manera abordar los temas políticos implica apatía y discusiones pueriles.
Pero, sobre todo, la opinión en Colombia se forma a partir de los grandes medios de comunicación que trafican con los contenidos, siendo más que comunicadores, propaladores de la información.
Pero a los jóvenes se los ve dando pelea en otros escenarios como la defensa de los derechos de las mujeres, protestando contra el racismo, la defensa del medio ambiente, los animales, entre otras de las causas nobles que toda la ciudadanía conoce.
Si bien es cierto, que la protesta social es un derecho constitucional, lo que se puede lograr con las marchas tiene que ratificarse con el compromiso político. Hay que tener en cuenta que la lucha también es política.
El ser humano de cualquier edad asume unos criterios políticos; la misma indiferencia es desde ya una postura política, pero hay unas posturas que dinamizan la política con la participación y otras que le ceden el espacio a los corruptos y mafiosos.
Los jóvenes son una cantera de oportunidades que tienen pendiente hacer una tarea histórica: cambiar el rumbo del país mediante un pacto social.