El 7 de agosto de 1990, hubo sorpresa en el país por los gritos de María Paz mientras su papá, César Gaviria, se posesionaba como nuevo presidente de la República con su discurso Bienvenidos al futuro frente a dos mil espectadores en Plaza de Bolívar. El 7 de agosto de 1990 César Gaviria llegó a vivir al Palacio de Nariño con su esposa Ana Milena Muñoz y sus dos hijos, María Paz de 9 años y Simón de 10 años. Desde entonces las pataletas, pero también las impertinencias de la pequeña marcaron la estancia presidencial. Nunca tuvo restricciones, ni nadie se atrevía a frenarla en los corredores de la casa presidencial. Mientras que María Paz era la protagonista, su hermano Simón, era un niño tímido, reservado y tranquilo que no le gustaba salir de su cuarto ni siquiera para cenar.
Como presidente, César Gaviria empezó a interesarse por el arte al que era ajeno en sus tiempos en Pereira en donde se crio en una familia simple de clase media. Es tradición que en que cada visita los presidentes llevan un regalo a su homónimo, Gaviria a veces recibía regalos buenos y otros muy malos, pero empezó a amasar unos cuantos cuadros de arte que le obsequiaban, su favorito era un Negrete que hoy ya no tiene valor. Metió a clases de dibujo y pintura a María Paz que con ocho años le pidió hacer una exposición en Palacio de Nariño. Le concedió el capricho y la exhibición la llamaron 'María Paz mira de cerca y mira de lejos’.
El gusto se le disparó cuando llegó a Washington como Secretario general de la OEA en 1994. Durante sus viajes recorría galerías en toda América Latina y compraba arte. Con residencia en la capital norteamericano la familia Gaviria Muñoz alquiló un apartamento en Nueva York donde Ana Milena asistía a algunas clases y el expresidente aprovechaba para visitar galerías. A Maria Paz la cuidada una niñera de nacionalidad mexicana que terminó influyendo en sus hábitos y el ambiente desabrochado marcó desde niña las pintas de una moda poco sobria acoplada más bien a su estilo era histriónico y excéntrico.
Siendo apenas una adolescente hizo una pasantía de medio tiempo en la Galería Ramis Barquet en Nueva York al mismo tiempo en que su papá compraba su primera colección, una de arte clásico y renacentista. De allí su estilo mutó y pasó a deleitarse por el Impresionismo y arte moderno obsesionándose por Picasso, Matisse y Malevich, aunque lo suyo ha sido más el arte conceptual, moderno.. Su pupila no lo pensó dos veces a la hora de escoger que estudiar, se por Historia del Arte en la Universidad de Columbia en Nueva York.
Coleccionar arte se convirtió en una adicción para César Gaviria que ejerció a fondo durante los diez años que estuvo en la OEA. En un principio se dejaba asesorar por los mejores expertos colombianos en arte, lo acompañaban a cada galería antes de decidir por una obra o cerrar una transacción. Compró un Botero, Lam, Reverón, obras de María Fernanda Cardoso y hasta un suelo de Óscar Muñoz. Mientras lo de Cesar Gaviria era el arte, lo Ana Milena Muñoz de Gaviria, quien desde el año 2019 es embajadora del gobierno Duque en Egipto, es la música moderna, en lo que es profunda.
Si bien en un comienzo Gaviria se apoyó en expertos, luego asumió personalmente su rol de coleccionista de arte y encontró en sus viajes permanentes por América Latina la oportunidad de combinar su trabajo como cabeza de la OEA y la visita a galerías y adquisición de obras. El gusto heredado por María Paz la convirtieron en una aliada a la hora de adquirir arte y enriquecer la colección personal que expone en los espacios de vivienda y trabajo familiares –su oficina en la carrera 7 con calle 67, el apartamento en el norte, su casa campestre en la Calera, las viviendas de sus hijos Simón y María Paz- y mucha obra permanece en depósitos en Bogotá y Nueva York-
Su gusto por el arte contemporáneo lo llevó, en el 2007, de regreso de Washington a inaugurar la galería Nueveochenta en la calle 70 con 9 de Bogotá, donde ha dado cabida a expresiones jóvenes del arte latinoamericano. El expresidente nombró como director al curador Carlos Hurtado. Para ese entonces, María Paz tenía 26 años se había convertido en una joven rumbera que le gustaba la vida social y que, aunque no mojaba prensa en la sociales nacionales, funcionaba activamente en los círculos sociales de colombianos en Nueva York. Intentaba igualmente hacerse a un nombre en el mundo de las artes, independiente de la galería Nueveochenta y del círculo de artistas que rodeaban a su papá.
Permaneció en Estados Unidos, donde trabajó en el Museo Whitney, en la Galería Sperone Westwater y en la Bienal de Arquitectura de Orleans, pero por más que intentó alejarse de la influencia paterna, decidió regresar a Colombia en el 2010. Entonces su hermano Simón buscaba una curul en la Cámara y dos años después de su aterrizaje en Bogotá, la directora de la Camara de Comercio de Bogotá, Mónica De Greiff, la nombró directora de la Feria Internacional de Arte de Bogotá (ArtBo) y luego en el 2019 se amplió el espectro y fue nombrada Gerente de Plataformas Comerciales y Culturales de la Cámara de Comercio de Bogotá. Este ha sido su espacio, y el único trabajo que ha tenido en Colombia, donde completa ya doce años.
Hoy, con cuarenta años, María Paz, convertida en una poderosa del arte nacional, sigue siendo la hija consentida de César Gaviria, su escudero. Desde su divorcio en 2014 después de un efímero matrimonio con el excandidato presidencial conservador, el cordobés David Barguil, Maria Paz no ha vuelto a organizarse sentimentalmente, con lo cual es mucho el tiempo que puede compartir con su papá. Los rumores de un posible rol en la política no han sido otra cosa que rumores porque la hija del ex presidente no está para que nadie la mande ni sacrifica su independencia, afín a su carácter de niña caprichosa que quienes estuvieron cerca del Presidente Gaviria en los años 90, conocen de memoria.
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