Desde hace tiempo hemos abordado en este espacio, en diversos artículos, la importancia de la sostenibilidad o el desarrollo sostenible.
Es un concepto que se remonta a 1987, cuando se mencionó por primera vez en el llamado Informe Brundtland: Nuestro Futuro Común, elaborado por la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de Naciones Unidas creada en 1983.
Pero es apenas en años recientes, ante los serios estragos que hemos causado al planeta, los cuales se han hecho evidentes en problemas tan graves como el calentamiento global, el cambio climático, la mala disposición de residuos o la contaminación por plásticos en el mar, que el concepto ha cobrado fuerza.
El desarrollo sostenible no es otra cosa que satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la satisfacción de las necesidades de las futuras generaciones. Y sus tres pilares o dimensiones básicas son la prosperidad económica, el bienestar social y el cuidado ambiental.
Una forma sencilla de decirlo es que es como una silla o una mesa de tres patas, y si una de las tres falla, esta tambalea, no se sostiene.
En el discurso, muchas empresas presumen ser sostenibles, pero por lo general siempre privilegian el lucro económico, la rentabilidad, y relegan o se olvidan por completo del respeto al medio ambiente.
Por ello debe agradecerse y darse la bienvenida a la serie El poder de los centennials, producida por el Grupo Bancolombia (como parte de la iniciativa La escuela de la sostenibilidad) y presentada por el cantante y compositor colombiano Sebastián Yatra.
La dinámica es sencilla: jóvenes centúricos (generación Z) bien formados en desarrollo sostenible, procedentes de diversos países, dialogan con curtidos empresarios o líderes gremiales de la región para hacerles ver la importancia de dejar atrás la forma tradicional de hacer negocios, el “business as usual”, en favor de un desarrollo más sostenible, con un alto énfasis en el cuidado ambiental.
Más allá de la gran producción detrás, con muy buena fotografía, manejo de cámaras y musicalización para hacer la serie atractiva para el gran público, uno de los aportes más valiosos del seriado, disponible en internet (incluido el canal YouTube), es que contribuirá a hacer del desarrollo sostenible un lenguaje cotidiano, una apuesta común. “Encontrar la forma de que sea accesible para todos”, se resume bien en el detrás de cámaras.
Otro aspecto valioso del seriado es que los grandes empresarios con los cuales interactúan los jóvenes centúricos se comprometen a lograr empresas o actividades económicas más éticas y sostenibles, con un mayor respeto por los recursos naturales; doblemente importante es que a la postre estos compromisos se cumplan y no queden únicamente en el discurso.
Por ello no resta más que invitar al gran público a ver esta serie, a familiarizarse con el necesario desarrollo sostenible de una forma amena y sencilla, y desear que este esfuerzo tenga el mayor alcance, llegue a muchos otros países (con subtítulos en diferentes idiomas) e incluso se piense desde ya en producir nuevas temporadas, pues los desafíos por delante son muchos y el maltratado planeta lo requiere con urgencia.
No hay que ir muy lejos para recordar que aquí nomás, a la vuelta de la esquina, el Amazonas ha sido gravemente deforestado o incendiado ante el avance de acaparadores de tierra o seudoagroindustrias irresponsables que no han entendido el gran valor que este inmenso pulmón verde tiene para la región, el planeta y quienes lo habitamos.
Pero lo mismo ocurre en países africanos o del sureste asiático, donde los bosques nativos, las selvas y las reservas naturales se encojen día a día o de plano han sido borrados de la faz de la Tierra, como ha ocurrido en importantes islas de Indonesia como Java, Borneo, Sumatra, Kalimantan y Célebes (Sulawesi).