El poder de las palabras en tiempos convulsos

El poder de las palabras en tiempos convulsos

Todo gira en torno a su poder. No hay nada hay que no comience con el lenguaje

Por: Mateo Malahora
noviembre 22, 2019
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El poder de las palabras en tiempos convulsos
Foto: Pixabay

Una de las conquistas más grandes del ser humano es la palabra, con tanto valor y, quizá más grande, que el inmenso significado que tiene el trabajo en el desarrollo de la humanidad.

Arqueólogos y antropólogos han rescatado el pensamiento de muchas culturas y pueblos desaparecidos de la faz de la tierra solamente conociendo los testimonios lingüísticos culturales codificados en escritos rupestres acumulados por milenios.

Todas las palabras, por inocentes o triviales que sean, tienen una inmensa carga histórica que las perpetúa y las defiende de su desaparición.

Muchas de ellas han sobrevivido en condiciones inhóspitas, sin que nadie las haya utilizado durante largo tiempo y, aun así, perviven en la conciencia universal como la palabra cambio, sometida, con frecuencia, a groseras interpretaciones.

Los poderosos le tienen pavor a las palabras que revelan autonomía y libertad, solo aceptan que en su entorno se repitan idóneamente palabras como lisonja, adulación, elogio y alabanza. Temerosos de ser repudiados, excluyen de los diccionarios palabras que traduzcan dignidad.

Grandes bibliotecas del mundo fueron incineradas por sátrapas, pícaros y astutos. Aún arde la biblioteca de Alejandría, como arden los libros incendiados en las calles de Bucaramanga por Alejandro Ordóñez, quien, años después, sostuvo que “su labor había sido simplemente pedagógica”.

Pinochet llevó a la hoguera la palabra escrita y, sin embargo, palabras como solidaridad y respeto por el otro siguen vivas, se refugiaron en la mente de millones de mujeres y hombres que hoy las han convertido en el país austral en canciones de protesta, combate y nueva poesía.

El mundo jamás olvidará las palabras de Federico García Lorca, Miguel Hernández, Víctor Jara, Lennon, Roque Dalton y Pablo Neruda, mientras la humanidad inhumó las pronunciadas por sus detractores.

Hubo palabras que en boca de herejes, inconformes, iconoclastas e irreverentes que cambiaron el mundo. Hoy, esas palabras heterodoxas, disidentes y apóstatas pasan hoy por el meridiano de la ecodemocracia y perturban las murallas de la globalización.

Hay palabras inocentes como la palabra niño, palabras llenas de dulcedumbre como la palabra miel o beso, palabras para cambiar el mundo como la palabra paz.

Palabras que conspiran contra la primavera como la palabra otoño, inconformes con el himno de los pájaros, las letras multicolores y la floración.

Otras, como la palabra invierno, frías, gélidas, con una existencia congelada, en las que el fuego y las llamas se refugian en las chimeneas, esperando el verano libertario.

Palabras como la palabra libertad, en cuyo nombre se han cometido los más grandes crímenes contra la humanidad, sojuzgado pueblos y perpetuado cadenas.

Palabras que han sido proscritas, tergiversadas, enterradas, expulsadas y exiliadas del lenguaje popular, palabras peligrosas como solidaridad política, económica, social y cultural. Palabras que los poderes despóticos retuercen y estrangulan. Palabras que en las dictaduras trabajan en la clandestinidad.

Palabras como la palabra amor, que se mantienen vivas en todos los idiomas y conservan intacta su fuerza seductora, pese al tedio de los amantes que ya no se quieren, el asedio de los puritanos, el dolor de las separaciones, la fugacidad de los encuentros, el amor convencional y la rutina de los afectos obligados.

Pero, entre todas, hay una palabra que ha sido saqueada, despojada, arrebatada y sometida al pillaje de su contenido histórico: la palabra democracia, convertida en simulación, y no en la viable realidad, donde el pan, la paz y las rosas pertenezcan al reino de todos.

Palabras pronunciadas por la camarada poesía, en boca de las poetisas y poetas que han intervenido en la Casa de la Moneda en Popayán Ciudad Libro 2019.

Palabras que en los momentos agitados ha tenido amigos y aliados impugnables, como las pronunciadas por Federico Hegel para tiempos convulsos: "El hombre que no es capaz de luchar por la libertad, no es un hombre, es un siervo".

Salam aleikum.

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