Los sorprendentes descubrimientos del científico japonés Masaru Emoto (1943) sobre las formas y comportamientos del agua frente a las palabras y sonidos podrían ser el origen de una amplia gama de aplicaciones y usos terapéuticos para el tratamiento de varias enfermedades, de estados de ánimo como el abatimiento, la depresión, la frustración de pacientes que sufren enfermedades terminales y por supuesto, para mejorar la calidad de vida de los seres humanos, pues aunque resulte difícil de creer, el agua nos oye y es capaz de curar.
Sus descubrimientos muestran cómo al ser congelados a bajísimas temperaturas diferentes tipos de agua forman cristales y estos se diferencian los unos de los otros, según el tipo de agua y su procedencia. Con la asistencia del señor Ishibashi, experto fotógrafo, tomó fotos a través de un potente microscopio electrónico y comenzó a observarlos, que al verlos tan diferentes, el señor Emoto, lloró de alegría.
Mientras el agua tomada de un manantial cristalino que se desprende del monte Fuji, cerca de Tokio, presentaba unos cristales armónicos y simétricos de gran belleza y brillantez, los del acueducto de Tokio, la de los grifos no tenían forma alguna y solo se veía en ellos, algo caótico, opaco y muy poco definido: sucio como el barro.
Ante semejante evidencia, más tarde, comienza a hablarle al agua, a hacerle escuchar diferentes tipos de música y ¡oh sorpresa! Los cristales de las diferentes gotas de agua convertidos en hielo, presentaban formas totalmente diferentes, como reflejo de los sonidos y palabras “que ella escuchaba”.
¿Qué significa esto? Que el agua nos oye y reacciona de manera diferente ante las palabras, los diferentes tipos de música barroca y clásica producen imágenes al estilo de un kaleidoscopio armónico y simétrico, de gran brillantez, mientras que las gotas de agua y los cristales que “escuchan” “heavy metal” se tornan completamente caóticos, opacos, difusos.
El efecto de las palabras en nuestro organismo es evidente: todos experimentamos angustia, cuando un conductor o un peatón se nos atraviesa y además nos insulta, profiriendo groserías, balbuceando palabras altisonantes; de inmediato se eleva nuestra sube nuestra presión arterial, se producen alteraciones cardio respiratorias, se nos acelera el pulso y la respiración, se precipita sudoración, a pesar que aquella persona que ha gritado, vociferado e insultado, lo haya hecho a distancia, sin proximidad, ni contacto físico alguno.
El caso contrario también es válido: cuando un niño se cae, las palabras tiernas y dulces de su madre que acude en su auxilio, tienen el maravilloso poder curativo de disminuir el dolor y de sanarle: “papito: te voy a curar”, “ tú eres valiente”, “ya no te va a doler más”, “fue una pequeña raspadura”, “vas a estar muy bien”.
Los primeros viajes espaciales tenían por objeto entre otros, además de explorar el cosmos distante y desconocido, poder identificar si alguno de nuestros planetas vecinos tenía agua, pues de ser hallada, todos sabemos, que el agua es el principio primigenio de la vida.
Existen numerosas investigaciones que constatan que técnicas terapéuticas no convencionales como la meditación, la oración, la comunicación asertiva, la práctica del yoga, el masaje corporal hecho con un fondo musical apacible, ayudan y contribuyen a la sanación de los pacientes; el sano crecimiento y desarrollo de los bebés se logra cuando además de recibir el pecho de su madre, son consentidos, acariciados, acompañados con palabras dulces, como: ¿quién es el bebé más lindo? Mi bebé adorado, vas a crecer muy sano y fuerte, te quiero mucho, mi angelito.
Si sabemos que nuestro cuerpo está compuesto de un 90% de agua, ¿será que mejorando nuestros pensamientos, eliminando gran parte de nuestro vocabulario agresivo, soez y retador, los insultos, amenazas y mentiras, podemos contribuir a lograr una mejor calidad de vida, civilizada, para nosotros y para quienes nos rodean?
Y si esto lo aplicáramos al tan anhelado y bienvenido proceso de paz, que tal si quienes son líderes de opinión, antes que atravesarse a todo intento e iniciativa para conseguirla y fortalecerla día a día, comprendieran el nefasto efecto de sus palabras, dichas con odio visceral y de rencor en su corazón y pronto en su salud.
Muy pronto no tendrán que ingerir más pepas, ni goticas para controlar su rabia y su vida.