Villa de Leyva, más allá de las fachadas y de la propaganda turística, es un patrimonio nacional en vías de extinción. Como en la utilería de una gran obra de teatro, casas, eventos y paisajes son utilizados para atraer más y más turistas y gente de afuera que sueña con vivir en un paraíso que expulsa a los habitantes nativos de sus propios jardines. La razón de ser de Villa de Leyva, un sitio de paz y tranquilidad, se ha perdido con la llegada de hordas de visitantes que no respetan el entorno, ni las calles ni la historia. Lo peor es que todo esto es promovido por una élite local que se ha enriquecido en el negocio de finca raíz, creando urbanizaciones a diestra y siniestra y desplazando de paso a los campesinos, que como judíos errantes circulan por sus calles de piedra buscando un lote a la orilla del camino para que pasten sus vacas. En Vila de Leyva se ven morir campesinos por falta de atención médica, turistas europeos romperse los brazos al otro día de su llegada en sus poco caminables calles de piedra y bandas de cuatrimotos manejadas por borrachos que se revuelcan, estrellan y se hieren en las arenas del desierto circundante. Todo un pastiche de sí mismo que se aprovecha del pasado para destruir el presente.
Villa de Leyva se ufana de ser uno de los municipios de Colombia que más festivales tiene, y eso puede ser cierto, sin embargo el principal objetivo de esos festivales es atraer más y más turistas, para enriquecer a los ricos locales. Pasando de los festivales de la gastronomía al de la astronomía, pocos de ellos son para la gente local, tal vez a excepción de las fiestas de la Virgen del Carmen, donde los campesinos pueden hacer su peregrinaje, rezos y celebraciones, con la curiosa peculiaridad de que la celebración es precedida por una matanza de perros, sin que la alcaldía haga nada al respecto, como sucedió este año, o acompañada por salvajes corridas de toros, que le añaden sangre innecesaria a la celebración.
Las propaganda institucional se ufana de que “Villa de Leyva es el segundo destino turístico nacional” y para ello se ha creado una gran infraestructura de hoteles, tiendas y restaurantes donde muchas veces los trabajadores son explotados por los empleadores con salarios que no corresponden al alto costo de la vida que el mismo turismo ha generado en Villa de Leyva: Mientras los dueños de todos estos negocios se enriquecen a costa del turismo, los trabajadores locales o migrantes apenas logran sobrevivir en penosas condiciones.
En medio de esta tragicomedia está la Alcaldía de Villa de Leyva, la cual ha sido la gran piñata del poder casateniente y feudal que impera en el pueblo. Como dicen algunos personajes locales, “ganarse la alcaldía es mejor que ganarse la lotería”. Una sola familia que ha gobernado por casi 12 años ha visto su fortuna personal multiplicarse con negocios de finca raíz, construyendo urbanizaciones a la lata y atrayendo todo tipo de personajes a vivir o a comprar costosas propiedades, algunos de ellos cuestionados por enriquecimiento ilícito. El modo de gobernar del alcalde actual es completamente autoritario, recordatorio del medioevo, en el que el señor del castillo ordenaba las vidas y destinos de sus siervos. Una tarde cualquiera, 400 campesinos se juntaron frente al castillo de la Alcaldía para exigir que bajara el señor alcalde, ya que pretendía arrebatarles sus fuentes de agua. A la protesta le siguieron las amenazas contra las personas que servían de voceras a las demandas de los campesinos. El señor alcalde, pretendiendo que escuchaba, calmó la tensión de los campesinos y los envió a sus casas prometiendo que el agua no sería usada para la urbanizaciones que él y su familia han construido, sino para regar inocentes tomates. Se abstuvo de mencionar que los tomates serían transgénicos, que favorecería solo a unos cuantos y que las aguas serían siendo envenenadas. El alcalde actual, como han reportado Caracol y RCN, se encuentra acusado de varios delitos, entre ellos abuso de autoridad y tráfico de influencias.
La Villa de Leyva de hoy como la de hace 400 años, carece de agua potable, ya que por las tuberías que llegan al pueblo, circula una mezcla de excrementos humanos, insecticidas, pesticidas y abonos químicos que la hacen impotable para el consumo humano y, en una ironía mayor, el agua que surte al pueblo pasa por un cementerio, de modo que los leyvanos literalmente beben de sus muertos.
A la vez que los campesinos eran desplazados de sus tierras para convertirlas en urbanizaciones que han beneficiado solo a unos pocos, las laderas de las montañas se vieron cubiertas de invernaderos donde se cultivan en su mayoría tomates transgénicos. Como una de las sietes plagas de Egipto, los venenosos tomates transgénicos transformaron lo que quedaba del campo aledaño a la Villa en un coctel de productos tóxicos para el que los produce, los comercia, los respira y los consume. Nadie dice ni una palabra al respecto, los tomates tóxicos de semillas transgénicas son omnipresentes, como las urbanizaciones a precio de billonario que están destrozando el paisaje. Paradójicamente, cada nueva urbanización, cada nueva casa, destruye el paisaje, “el patrimonio”, del que cada cual se quiere apoderar con su mirada: Destruyen el paisaje para poder disfrutarlo. Cabe recordar que Villa de Leyva fue declarada "Monumento Nacional" en 1954, pero es un monumento que ha se privatizado, y mucho de lo que existía en 1954 ha sido demolido para darle paso a construcciones de falsa apariencia colonial que albergan negocios de todo tipo.
Una casa en Villa de Leyva está costando ahora lo mismo o más que lo que cuesta una casa en California… (mínimo 300 mil dólares) pero sin la infraestructura de California: Los caminos veredales son una colección de huecos, polvo y tierra; las bandas de rateros pululan por lo que antes eran veredas y ahora son propiedades cercadas con mansiones, hay campesinos que ya no tienen tierra ni trabajo y que se han vuelto siervos en sus propias tierras: De propietario a vigilante de lo que era su finca y de mujer del campo a empleada doméstica, son escenas que a diario se contemplan en la Villa.
Villa de Leyva es en verdad una radiografía de la realidad nacional: Un sitio que jamás se modernizó económica, política o institucionalmente, y que va en franco retroceso, donde se invierten fortunas de dudosa proveniencia cada día más en los negocios turísticos y de finca raíz. La Villa ofrece un ambiente por completo hostil a los discapacitados y a las personas de la tercera edad, ya que por una “idea brillante” de un alcalde de los años sesenta, (un tal sargento Parra), decidieron hace unas décadas empedrar las calles con piedras de río, que las hacen intransitables, arruinando de paso los ríos de donde se extrajeron. Cuando llueve, como no hay alcantarillado, las calles se inundan y se convierten en los ríos que faltan, los comerciantes protestan por las inundaciones al frente de sus negocios, pero el único eco que encuentran es el de las montañas.
Y, hablando de montañas, Villa de Leyva es en estos momentos una zona desértica, los incendios de sus cerros aledaños la azotan con frecuencia en las épocas de verano. Sin embargo, no hay ningún plan de reforestación ni de prevención de incendios, ni siquiera el cuerpo de bomberos voluntarios local tiene un contrato y a la Defensa Civil le tocó marcharse del pueblo porque no había presupuesto y la casa que la albergaba yace en ruinas.
La verdad detrás de las fachadas “coloniales” de las casas de Villa de Leyva es que casi todo lo colonial fue arrasado o mal reconstruido y de las pocas casas verdaderamente coloniales que quedan está la llamada “Casa de los Virreyes”. Para el visitante casual, es una casa cualquiera en una de las calles llenas de polvo y tierra de la Villa, donde a veces se hacen exhibiciones de arte. Para uno de los historiadores más importantes de la Villa, era el sitio donde los españoles torturaban y mataban a los indígenas. Sus calabozos disfrazados todavía están erguidos y el foso de tortura está cubierto con un piso de madera. Las columnas de “estilo español” que bordean la plaza central eran esculturas fálicas muiscas que fueron robadas y sirvieron para levantar las edificaciones coloniales. Exactamente igual a lo que ocurre hoy en día, sobre las espaldas de campesinos y descendientes de indígenas se han levantado los castillos modernos, en lo que fueran sus tierras: Hoteles, restaurantes, centros comerciales. El despojo de hace cinco siglos continúa hoy en día. El poder casateniente y feudal todavía reina en Villa de Leyva, no importa cuantas vidas más tenga que pisotear en su nefasta cabalgata.
*Historiadora.