Todos alguna vez hemos escuchado la famosa frase “el pobre es pobre porque quiere”, popularizada sobre todo en las esferas de la alta sociedad, haciendo alusión a su extraordinario esfuerzo y meritocracia en esa incansable búsqueda por acumular riquezas. Pero lo cierto es que, con una mirada a los apellidos de los millonarios del país, aquel discurso de la meritocracia queda reducido al azar biológico. Y es que el problema no es que la riqueza sea heredada, pero cuando estas personas se adhieren a la incoherencia discursiva de la meritocracia bajo una lógica superficial y clasista, el entendimiento de la pobreza se limita entonces a una condición que corresponde a la falta de sacrificio y malos hábitos, porque resulta más sencillo culpar al pobre por serlo que intentar comprender la existencia de un sistema de falta de oportunidades, explotación laboral y desigualdad como principales factores que impiden la superación de la pobreza
Lo que resulta increíble es que en un país como Colombia, donde más de 21 millones de personas viven en la pobreza, se sigue reproduciendo aquel discurso de que el pobre es pobre por falta de voluntad; mientras quienes lo replican utilizan mecanismos para ocultar su riqueza en paraísos fiscales y así evitar el pago de impuestos, burlando no solo al Estado, sino también a una sociedad que espera una retribución. Y es que todo esto ocurre mientras que las élites, encabezadas por los políticos que juegan a favor del gobierno, apoyan el incremento de impuestos a pequeños y medianos empresarios, haciendo que incluso la creación de empresa en el país se convierta en un imposible.
Si bien esa cierto que tener una sociedad en un paraíso fiscal no es delito, el hecho de que por ejemplo en los Pandora Papers, investigación realizada por el International Consortium of Investigative Journalists, figuren los nombres de 588 colombianos, entre los que se encuentran políticos, empresarios, artistas y millonarios, es una muestra de que muchas riquezas en este país han sido acumuladas desde el engaño y el atropello de quienes han tratado de salir adelante desde el esfuerzo y la dedicación de la que seguramente han alardeado los que se burlan descaradamente del país evadiendo impuestos, escondiendo fortunas y lavando dinero mientras hablan de generar oportunidades y se venden como adalid de la moralidad y el trabajo duro.
El pobre no es pobre porque quiere ni porque lo merece. La pobreza es una condición que puede ser superada solo si el sistema facilita las oportunidades y deja de privilegiar a las élites que durante años han manejado el país sin contribuir ni siquiera con lo que ellos mismos exigen. El esfuerzo individual nunca será suficiente si se obstaculiza el crecimiento económico y se sigue empobreciendo al trabajador asalariado y al pequeño y mediano empresario mientras que el Estado sigue beneficiando por todos los medios posibles a los grandes empresarios, políticos y millonarios.
Mientras existan personas que se sigan beneficiando de la desigualdad, existirán todas las jugadas posibles para que los ricos se sigan enriqueciendo y los pobres sean cada vez más pobres. Empecemos por cuestionar los discursos con los que se nos bombardea para hacernos creer que las gigantescas brechas sociales son el resultado de una elección individual y no la consecuencia de un problema mucho mayor que empieza desde los intereses de quienes nos gobiernan.