Juan Guaidó se está jugando su última carta para enfrentar la aplanadora de Nicolás Maduro en estas elecciones legislativas. En ellas se decide la mayoría de la Asamblea Nacional (AN), el último bastión institucional en manos de la oposición durante cinco años. La consulta popular es el colofón de la estrategia del líder opositor que ha pasado por la denuncia de fraude y la decisión de no acudir a las urnas con la mayoría de la oposición.
Tres preguntas tiene la consulta que se realiza entre el 5 y el 12 de diciembre, el último de los días de manera presencial. La primera, aprobada por la mayoría opositora del Parlamento pregunta a los venezolanos si exigen “el cese de la usurpación de la Presidencia por parte de Nicolás Maduro y convoca la realización de elecciones presidenciales y parlamentarias libres, justas y verificables”. La segunda, “¿rechaza usted el evento del 6 de diciembre organizado por el régimen de Nicolás Maduro y solicita a la comunidad internacional su desconocimiento?”. La tercera plantea a los votantes si “ordenan hacer las gestiones necesarias ante la comunidad internacional para activar la cooperación, acompañamiento y asistencia que permitan rescatar nuestra democracia, atender la crisis humanitaria y proteger al pueblo de los crímenes de lesa humanidad”.
A las tres preguntas, los venezolanos, dentro y fuera del país, podrán responder Si o No.
Desde el 11 de noviembre Guaidó comenzó la campaña en las calles para promover la consulta
¿Podrá funcionarle la consulta a Guaidó?, es la pregunta del millón. Algunos sostienen que es una salida de emergencia ante el fracaso en unir a la oposición y el sentimiento de frustración más de dos millones de venezolanos por las promesas incumplidas en casi un año desde que se autoproclamó presidente interino para realizar elecciones y sacar del poder a Nicolás Maduro. El escenario hoy es diferente: Maduro lidera el Ejecutivo con instituciones, Fuerzas Armas y poder de ejecución, Guaidó al frente de un gobierno interino sin atribuciones ni mando sobre ninguna institución y el reconocimiento de 50 naciones.
Con la consulta Guaidó pretende legitimar la opción que tiene entre manos: darle continuidad a la actual Asamblea Nacional, con base en el fraude electoral que ha denunciado, y mantener así el soporte constitucional para seguir como presidente interino. Porque los países que lo reconocen lo hacen por su condición de presidente de la AN, y por tanto, esos gobiernos tendrían no solo que repudiar los comicios de Maduro, sino apoyar la tesis de que el Parlamento actual puede seguir en funciones. Una opción difícil, aunque la baza internacional es la más fuerte de las que tiene Guaidó. Estados Unidos, y en particular Donald Trump, ha sido su principal respaldo, pero se aproxima el relevo de Joe Biden, que aún no ha hecho guiño alguno a favor del líder opositor.
Las denuncias de fraude de la oposición se fundamentan principalmente en la falta de transparencia del Consejo Nacional Electoral (CNE). Maduro, a través del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) nombró en junio a Indira Alfonzo como nueva presidenta y a los magistrados del CNE para supervisar las elecciones, haciendo caso omiso de la Constitución que designa esa función a la Asamblea Nacional. Con esa institución en manos del chavismo, la oposición no encuentra suficientes garantías.
Las posibilidades de la estrategia de Guaidó radican en una gran participación en la consulta que haga imposible ignorarla. Las encuestas sostienen que más del 80 % de los venezolanos desea un cambio de gobierno, pero habrá que ver si ese sentimiento se refleja en la consulta. De lo contrario, la fuerza del régimen de Maduro arrasará y el 5 de enero de 2021 estarán entrando los diputados del chavismo a ocupar sus curules en el Parlamento. Acompañados de unos pocos de la oposición “a la medida” que ha tenido las prerrogativas para hacer campaña, como el excandidato presidencial Javier Bertucci y el secretario de Acción Democrática (AD), Bernabé Gutiérrez, quien se quedó a cargo de ese partido por decisión judicial. Porque el gobierno intervino los grandes partidos de oposición, los llamados G4, y nombró en los puestos de liderazgo a figuras ampliamente reconocidas como aliadas del chavismo.
Maduro ha desplegado una enorme maquinaria con tarimas y campañas mediáticas
El partido de gobierno ha desplegado una enorme maquinaria en la búsqueda de los 272 escaños, ha organizado eventos con tarimas y campañas mediáticas para dar a conocer los candidatos que encabezan cuatro figuras icónicas: Cilia Flores “la primera comandante”, esposa de Maduro, Nicolás Maduro Guerra, Nicolasito, el delfín del presidente, Diosdado Cabello, el más chavista, el primero de la lista, y quien arengó en Carabobo: "El que no vota, no come", Jorge Rodríguez el hermano de Delcy la vicepresidenta y cerebro en las más difíciles encrucijadas del presidente, al frente de la campaña. Y, por supuesto, Nicolás Maduro, quien salió a la palestra esta semana y manifestó: "Al pueblo se lo digo, dejo mi destino en sus manos, si vuelve a ganar la oposición, yo me voy de la Presidencia”.
Guaidó tiene su destino en la consulta apalancada por el inconformismo de los venezolanos. Los números de la economía se hunden. En las últimas tres semanas el bolívar se ha devaluado en más de 60 % y la hiperinflación, según Ecoanalítica, cerrará en 1.800 % este año, la economía podría contraerse 30 %, la migración no cesa, y las denuncias de atropellos judiciales tampoco. Cuando termine el escrutinio del domingo, Juan Guaidó sabrá que opción tiene de seguir aferrándose a un hipotético segundo tiempo, o si pasa la antorcha de la oposición.
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