Ponerse de ruana a la justicia está más de moda que nunca. El último caso, el de la ex contralora General, Sandra Morelli, así lo demuestra. La ex jefa del ente de control, quien en su momento dijo que le pondría la cara la justicia, ahora ha usado la manida estrategia de otros altos ex funcionarios del Estado, como el ex alto comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, la ex directora del Das, María del Pilar Hurtado y el ex ministro de Agricultura, Andrés Felipe Arias, de ‘poner pies en polvorosa’ e irse del país, para burlar a las autoridades.
Un nefasto ejemplo para las nuevas generaciones que ven ahora cómo: si tú tienes el dinero, puedes burlar t anquilamente a la justicia. La ex funcionaria alega falta de garantías procesales y por tal motivo decide salir del país hacia Italia, donde tiene beneficios de sangre, como quiera que Morelli es ciudadana Italiana, debido a que su padre era oriundo de este país europeo.
Sin embargo, esta salida intempestiva borra de tajo el poco o mucho respeto que había conseguido cuando ejercía su cargo de vigilancia y control de la cosa pública. Una decisión que tiene mucho de paradójico, pues mientras en el gobierno se devanan los sesos para buscar que los cerebros fugados colombianos, regresen al país, ahora otros cerebros, un poco más oscuros, buscan simplemente, fugarse.
Estos malos ejemplos de personajes que han manejado cierto poder al interior de las instituciones y que deciden saltarse la acción de las autoridades judiciales, debe hacer que se prendan las alarmas en el gobierno y en la sociedad en pleno, para que se creen mecanismos legales que impidan que las consecuencias de la justicia solo sean para los de ruana, mientras que los poderosos siguen teniendo como su plan A, el huir de su pasado ‘irregular’.
Este tema debería de hacer parte de la cacareada reforma a la justicia que con bombos y platillos ha anunciado el gobierno.
Flaco servicio se le está dando a la transparencia del país el dejar que personas cuestionadas o que enfrentan procesos judiciales, salgan por la puerta trasera, sin ponerle la cara a una justicia, cada vez más humillada y hundida entre los vericuetos de la oferta, la demanda y el poder económico de unos pocos.