Pago los $4 mil de la función y atravieso el torniquete de metal. Es un poco más de las cinco. Ya empezó la película. La luz tenue de las lámparas envuelve el interior del pasillo hasta llegar a las escaleras de la sala. En eso, el movimiento de un par de nalgas voluminosas se apodera de la gran pantalla mientras la protagonista gime. Es la primera vez que visito una sala de cine porno. Estoy en el Teatro Royal Centro, el último cine triple X de Barranquilla.
Con la inauguración del nuevo Centro Comercial Rex para la primera semana de noviembre, el público ávido de porno pasará formalmente a las proyecciones del Royal Centro, sobre la calle 37 con 44, barrio Centro. Surgió en 1976 por la empresa Royal Films, pero es sala ‘XXX’ desde 1980. A este lugar acuden “personas de todo tipo” según lo dicho por el portero hace unos segundos. En las escaleras de la sala hay dos tipos viendo el coito. Les copio porque no me decido a sentarme aún. Intento ver las sillas del centro pero mis ojos aún no se adaptan a la oscuridad. El Royal cuenta con 450 asientos a diferencia de los 700 que tenía el Rex. Proyecta dos películas de forma rotativa entre las 11:30 de la mañana y las 7:30 de la noche. Uno puede encontrar títulos curiosos como 'Sexperiment', '069 Licencia para Follar' o 'Young Guns' (jóvenes pistolas).
Decido sentarme en la primera fila de las sillas de la derecha, están a una distancia considerable de la pantalla (6 metros) a diferencia de las salas de cine tradicional. Seguramente estos sillones tienen residuos de líquidos y marcas de pasiones desbordadas, pero intento concentrarme en la trama del filme, como si en verdad fuera una película con una estructura argumental básica. Pero ¿cuál trama? es porno. Hace unos minutos, antes de entrar, vi en cartelera las películas en emisión y una de ellas es 'Tiger’s Got Wood', algo así como La madera del tigre. Una parodia porno sobre los enredos sexuales del golfista norteamericano pero en cambio, lo que observo es la cópula sexual sin diálogos ni una simple caracterización de los personajes.
El Royal ha sobrevivido a los estaderos, a la piratería, las críticas pero sobre todo, a Internet. Con el crecimiento de las redes sociales pornográficas, con más de 25 millones de páginas web que le rinden culto a la pornografía. Hoy cualquier persona, sin importar la edad, está a solo un click de ver un video porno en la red de forma gratuita. Entonces, ¿por qué ha perdurado durante más de 30 años este teatro? Gracias a su fiel público. La mayoría proveniente del Centro como obreros, abogados, comerciantes, prostitutas, parejas hetero y homo. Pero no cualquiera se siente cómodo en una sala a oscuras viendo mientras otros tipos se masturban y otros pocos caminan mirando con quien pueden tener sexo.
La sala huele a cigarrillo mezclado con desinfectante de pino y pescado, por momentos. Mientras Laura, la protagonista de Puerto Ordaz, de cabello negro y cuerpo voluminoso, hace la posición de la cortesana, observo disimuladamente mi bizarro alrededor. Entre las sombras uno que otro se pierde en los pantalones de su vecino y otros parecen brincar en su asiento pero están en plena juerga individual. Algunos gays entran y salen de la sala buscando algún pretendiente. En su mayoría son señores entre 40 y 45 años. Algunos disimulan otros no. Hay pocas mujeres, jóvenes y ningún ruido de crispetas o papas. En la fila de atrás una pareja planea como poner en práctica lo que hace Laura. En realidad no sé si son pareja o son solo negocios. Cada quien hace su propia película.
En eso, un tipo del grupo que se pasea, se sienta a una silla de donde estoy y me observa. Intento hacer que no es conmigo pero a los pocos segundos comienza el “psss psss”. Fastidiado, pienso en el primer posible error que había cometido: venir solo.
El segundo fue colocarme en un lugar tan visible para los “cazadores de clientes”. El sujeto, a quien ni siquiera le veo el rostro, insiste con su llamado agregando “oye papi”. Le contesto con molestia “loco no molestes, quiero ver la película”. El tipo o tipa se queda callado por unos segundos y desiste. Se levanta y se va para las sillas de atrás. Si bien me había librado del sujeto sin mayor problemas, ahora estoy más precavido por si uno de estos individuos tiene un arma blanca y decide ir por las malas
Intento relajarme nuevamente. El libreto es siempre el mismo: “mételo, oh yeah, oh fuck, que rico, dame más o gimme more ”. Las risas y gemidos de la sala han cesado de momento, pues acaba de empezar otra “historia”. Los protagonistas, un gringo y otra pelinegra, ya están en la cama manoseándose. Ni siquiera mostraron como el tipo la llevó a su apartamento. ¿Para qué?, es porno.
Me dirijo al baño. Cuando me levanto observo un gran número de personas. Este teatro recibe diariamente en promedio unas 250. Una de las aseadoras reafirma eso de que viene “toda clase de gente” al teatro, como policías, desocupados, abogados, escritores, y periodistas, claro está, no en plan de reportería. Llego al baño y el olor a orín es fuerte. Hay agua en el suelo y todo se ve desaseado. Unas rejillas que resguardan al inodoro están oxidadas y no creo que haya papel. Me deshago de la gaseosa que tomé antes de venir y compro otra en la cafetería por $1500
Voy a la otra sala del teatro que está en la parte baja. Huele a vainilla, es más pequeña y está llena. Me quedo de pie y miro el filme. Dos hombres llegan a una pensión donde solo viven 15 mujeres estilo playboy. Todas coquetean con ellos y se tocan mientras los ven. Esa misma noche una de las susodichas entra a uno de los cuartos y comienza la faena. Bravo, ha sido la historia que más diálogos ha tenido pero otra vez al grano. Sin erotismo, sexo duro, primeros planos y orgasmos sobre actuados. La mayoría en la sala son nuevamente señores de 40 y 50 años. La oscuridad no me permite detallar sus caras.
El reloj marca las 7. Poco a poco se levantan las sombras y vuelven los rostros al pasillo. Algunos serios, otros sonrientes y otros con gorras. La función terminó para ellos. Realmente las películas no fueron las inverosímiles historias proyectadas, sino las experiencias en las sillas y la oscuridad. A la salida de la sala, una cartelera tiene un mensaje que informa; "si usted observa alguna anomalía por favor reportarla a la administración" para hacerse acreedor de una entrada gratis. Lo curioso es que nadie reporta nada y vuelven a la cotidianidad de sus vidas.
Publicado en:
Barranquillabierta.