Horacio Duque, en una nota ciudadana de Las2orillas, le ha dado el nombre de petrogaitanismo a la memoria histórica acumulada que ha ido dejando capas superpuestas de memoria en el inconsciente colectivo y que ha salido a la luz con la candidatura popular de Petro.
Escribe Horacio —permítanme llamarlo así— lo siguiente: “Petro es memoria histórica que acumula y potencia la batalla del gaitanismo de 1948; la resistencia agraria y guerrillera (liberal y comunista) de los años 50; la lucha de masas de la Anapo agredida por el fraude en 1970; el paro cívico de 1977; la acción combativa de la Unión Patriótica (UP) en los años 80; la movilización antimafia y anticorrupción (GVLL) de Galán hasta su asesinato por los mismos de su lado; el auge constituyente del M-19 en 1991; la acción civilista de Carlos Gaviria; el aire fresco de alcaldías y gobernaciones progresistas en las décadas recientes; la histórica negociación de la paz por las Farc en la Habana; y la Mesa de diálogos “elena” de Quito con su heroica resistencia popular”.
Díganmelo a mí que he vivido directamente, con emoción y ardor, todos esos momentos de la historia colombiana.
Con la campaña de Petro a la presidencia han resucitado recuerdos vividos de mi infancia y mi adolescencia: las elecciones presidenciales de 1945; el genocidio al gaitanismo en los años 1946 a 1952; la insurrección popular el 9 de abril de 1948 en la que no solo fue asesinado mi padre sino abatidos centenares de sus seguidores; mi madre heroica ese 9 de abril tratando de impulsar la insurrección popular, pidiéndole frustradamente a Rómulo Betancourt que les enviara armas desde Venezuela. El exilio en Suiza en 1952, el robo de las elecciones por gestión de Lleras Restrepo en 1970. Y no sigo, porque me haría interminable.
Todo ese acumulado de recuerdos me ha hecho repasar la historia de Colombia que he vivido de cerca y participativamente y, no lo niego, los mismos sentimientos de esperanzas e inquietud han vuelto a aparecer. También han surgido las comparaciones.
El petrogaitanismo, como lo ha bautizado Horacio Duque, aparte de ser un recuperar de la memoria histórica ¿puede acaso equipararse con el Movimiento Gaitanista? Sí y no. Lo indiscutiblemente equiparable es que ha vuelto a renacer la esperanza, el entusiasmo, el coraje y la alegría. Es el pueblo de antaño el que renace en sus hijos y sus nietos. Por eso un joven gaitanista me escribió diciéndome: “todos los jóvenes colombianos tenemos un abuelo gaitanista”. Y así es, porque en 1948 el 80% de los colombianos —no solo liberales sino conservadores, socialistas, comunistas y sin partido— eran gaitanistas. De modo que ese 80% renace en sus herederos que llevan, cual ADN, los mismos sentimientos de ilusión de sus antepasados.
Pero ¿en qué difiere el momento presente? No hablo de las ideas, porque las propuestas de Petro son tan de avanzada, oportunas y democráticas como lo fueron las de mi padre, pero Petro no tiene la inteligencia emocional de Gaitán que comprendió que debía ser “antena” de las emociones y quereres de los marginados e intérprete de sus anhelos de justicia. No solo pretender solucionarles, desde la cúspide, su vida material e intelectual.
Petro, sin duda, quiere el bien de los demás, pero lo hace con talante filantrópico y no tiene como propósito, como reiterativamente lo quiso Gaitán, que fuera el propio pueblo el artífice de su redención.
Petro hace propuestas para que los demás se beneficien, mientras que Gaitán actuaba siempre en “acciones colectivas”, como él denominaba en ese entonces la participación protagónica. “Los colombianos deben dejar de ser espectadores y volverse actores…”, decía y añadía: “…Todo esto exige trabajar honda y apasionadamente en el cambio de una cultura que despierte en el pueblo voluntad para regir directamente sus destinos…”.
Para desarrollar científicamente su inteligencia emocional, Gaitán se especializó en psiquiatría y psicología cuando adelantó en Roma sus estudios de doctorado en derecho penal. La Colombia Humana, lo digo con esperanzas, requiere un Petro Humano, que sienta —y no solo piense— que existe lo que se llama “la sabiduría de las multitudes”, porque colectivamente las multitudes piensan más y mejor que los que se encierran en las torres de su propia y personal inteligencia.
Algo que también falta y que el tiempo puede remediar, es que las gentes que lo siguen conformen una organización disciplinada, orgánica y sistémica. Gaitán tenía claro —y probablemente Petro también— que “la política es la continuación de la guerra por otros medios” y que en política se requiere contar con un ejército cívico si se pretende cambiar las estructuras del poder vigente. A más de gobernar, Petro tendrá que organizar al pueblo disperso que ahora lo sigue, dándole a cada uno un papel protagónico y ejecutivo.