"Las revoluciones abundan en gritos contra los tiranos. Pero lo cierto es que no los encuentran en sus comienzos y sí, en cambio, los suscitan al final."
Bertrand de Jouvenel (1903 – 1987)
El politólogo y economista francés Bertrand de Jouvenel hizo agudas críticas al sistema socialista y de su consecuencia directa, el comunismo, al establecer tres razones por las que el simpatizante o el dirigente de izquierda desean por la fuerza de las armas o, de manera más sutil, pervirtiendo la democracia imponer su modelo ideológico que, además, se ha vuelto una colcha de retazos basada en el pensamiento utópico de una cantidad considerable de filósofos, economistas de dudosa lógica, revolucionarios con inclinaciones sociopáticas o evidente psicopatía, minorías con profundos problemas emocionales o psiquiátricos y un lumpen complejo y variopinto de personas que, desde las tres características propuestas por Jouvenel que describen al socialista, desean llevar al poder a ese caudillo o estructura de tecnócratas que impondrán el paraíso en la tierra por decreto y llevaran a la humanidad a la deseada quimera donde el maná milagroso y saludable saldrá de las tetas inagotables de un estado todopoderoso y venturoso.
Jouvenel establece en su ideario que los intelectuales, no todos por supuesto, tienden a moverse en el platillo de la balanza política hacía la izquierda debido a tres factores muy precisos, la ignorancia que se explica desde un desconocimiento teórico del proceso de mercado, un alto grado de soberbia al creer que su opinión y forma de ver la existencia es la mejor y la única solución a las “injusticias” sociales y económicas derivadas del libre mercado y de otros aspectos presentes en el actual modelo social y, por último el resentimiento real o no frente a los que cuentan con un determinado nivel de riqueza obtenida gracias al mérito, el esfuerzo y el emprendimiento y, por tanto, generando además, el insano ejercicicio de ese abrumador pecado capital de la envidia.
Pero más allá de lo que establece Jouvenel respecto a los intelectuales su criterio puede aplicarse a cualquier izquierdista, progresista o comunista en ciernes como corresponde al chavista, petrista, amlista o peronista por mencionar estos terribles casos de insania mental que terminan colocando al mando de las naciones a ineptos, corruptos, déspotas y pichones de dictadores. Por esto me tomo la libertad de asignar las taras propuestas por Jouvenel al petrismo agrupando a los que intelectuales puros y duros, a los seguidores aborregados y también a los fanáticos, convencidos o pagados, que defienden a capa y espada en redes sociales al inepto que vegeta en la Casa de Nariño y aposenta su trasero infecto en el solio presidencial.
Primero, son soberbios; piensan que su “sabiduría”, su “sapiencia” es superior a la de los que no piensan, sienten u opinan como ellos. Al ser seguidores del caudillo infalible y líder del universo, casi dios, sienten que los demás estamos por debajo de esa maravillosa visión que su líder y ellos asumen se debe aplicar para el país, que no entendemos su ideario, sus “buenas intenciones”, su visión económica, social o cultural y que, negando la lógica y el sentido común, deberíamos ser guiados por Petro y por ellos que están por encima de nosotros a esa paradisiaca visión del universo pues nosotros, al final, seguimos representando el atraso y, además, nos negamos a aceptar a pie juntillas “el cambio”. Su altivez, por tanto, es ilimitada.
Luego, dada esa creencia de que son superiores en todo a los que nos oponemos al caudillismo petrista, está la ignorancia y, conste, la ignorancia es positiva si desde esa posición yo me motivo a leer, investigar y a deslastrarme de esa carga reconociendo que jamás podré saberlo todo y otra es que ellos se revuelcan en su ignorancia, la cultivan y la promueven porque les permite seguir inmersos en ese mundo utópico, o, en algunos casos, porque, además, los que mueven los hilos gubernamentales saben que un pueblo ignorante es un útil peón en el perverso ajedrez político que les permite quedarse eternamente en el poder o, en otros casos, ser la alternativa electa para adueñarse del mismo.
Pero, más allá de esa perversa satisfacción insana por cultivar la ignorancia de seguidores y subalternos, los mismos dirigentes son profundamente ignorantes en una serie de temas que incluyen la historia, la economía, la geopolítica, lo social y, muy frecuentemente, conocimientos generales como los puntos cardinales que, por ejemplo, el tirano de Venezuela afirmó que eran cinco o la contradictoria expresión de “expandir el virus de la vida” del líder intergaláctico colombiano Gustavo Petro.
Por último, y lo más fácil de comprobar, es que Jouvenel establece que la tercera característica aplicable al intelectual de izquierda es una dupla de resentimiento y envidia; claro que esto se aplica a todos los que cultivan y promueven el progresismo, el socialismo, la izquierda vegetariana y el comunismo carnívoro. Odian con saña al exitoso, detestan con sevicia al que con esfuerzo genera riqueza desde el emprendimiento y el empresarismo, se revuelca en el lodo del racismo inverso, promueven con desesperación el feminismo mal entendido, viven confrontando la lógica, la ciencia y el sentido común al promover la ideología de género junto a la promoción de caprichos, deseos y problemas emocionales para establecer normativas que restringen la libertad de expresión y obligan por ley a las personas a ser “políticamente correctas” llegando paradójicamente, a veces, a destruir la libertad por defender a la misma libertad.
Hay en los izquierdistas un lenguaje cargado de resentimiento al escupir en la cara del otro que la culpa de su miseria, de sus problemas y de su continuo fracaso es que no hay “igualdad” y que los que lo rodean y tienen cierto nivel económico o calidad de vida es porque se lo han arrebatado a él y, por tanto, el estado todopoderoso en manos de la izquierda bondadosa logrará que se establezca el equilibrio y que, cual Rey Salomón, partirá en dos al infante de la riqueza y repartirá equitativamente los sangrientos pedazos entre los excluidos por un sistema injusto y desigual.
En fin, que lo propuesto por Bertrand de Jouvenel con respecto a la intelectualidad de izquierda bien puede aplicarse a cualquier fanático de este batiburrillo ideológico que se impregna en los niños y jóvenes en los colegios y universidades, se implanta desde las trincheras culturales de la izquierda intelectualoide y se promueve desde las más altas esferas del poder petrista, madurista, amlista, orteguista, castrista y, en fin, incluso volverse un sistema tan cerrado y de tintes religiosos como el impuesto en la misera tiranía que representa la satrapía hereditaria de Corea del Norte.