No ha sido fácil para los colombianos la primera semana del Giro. A la bronquitis que padece Urán, se le suma el bajo nivel de Carlos Betancur, un ciclista que el año pasado ganó la París-Niza e incluso ocupó el primer lugar en el top de la UCI, pero que ahora termina de recuperarse de dos virus bastante comunes en el pelotón internacional: la citoplasmosis y citomegalovirus. Aun así, los dos pedalistas antioqueños tienen tanta calidad que, estando en bajo nivel, Rigo ocupa la casilla sexta y tiene serias aspiraciones a subir por tercer año consecutivo al podio, sobre todo después de la sanción de dos minutos que sufrió el australiano Richie Porte, y el Bananito está luchando a brazo partido por llevarse la camiseta azul de la montaña y ya ha sido protagonista de varias etapas.
El nivel de esta generación de escarabajos es tan alto que un tercer lugar en una gran vuelta no dejaría conforme a nadie. Las comparaciones no solo son odiosas o inviables, sino que también son inevitables. Los cinco grandes corredores que dio el país antes de que aparecieran los nuevos campeones fueron Luis Herrera, Fabio Parra, Oliverio Rincón, Álvaro Mejía y Santiago Botero. El único que ganó una gran vuelta fue el jardinerito de Fusagasugá quien se impuso en 1987 en España. Parra fue subcampeón de la ronda ibérica y ocupó el tercer lugar del Tour de Francia de 1988. La mejor actuación de Oliverio Rincón fue en 1993 cuando se ubicó quinto en España. En su palmarés se cuenta la hazaña de ser uno de los pocos nacionales en ganar etapas en las tres vueltas más importantes del mundo. Álvaro Mejía fue segundo hasta la última fracción del Tour de 1993. Una mala contrarreloj le hizo perder el podio con el suizo Tony Rominger y el polaco Zenon Jaskula. Botero, campeón mundial contrarreloj en el 2002, fue, en ese mismo año, cuarto en Francia.
A los Urán, Arredondo, Betancur, Nairo, Henao, Atapuma y Chávez les quedan, por lo menos, una década de ciclismo. En sus cortas carreras Quintana tiene un título en Italia y el subcampeonato en el Tour, además de una Vuelta a Burgos, una Tirreno Adriático y una vuelta al País Vasco, Rigoberto tiene dos segundos lugares consecutivos en el Giro y una medalla de plata olímpica en ruta. Henao y Betancur ya han sido top cinco en grandes vueltas y Arredondo, a sus 25 años, se llevó el año pasado una etapa y la camiseta verde de la montaña en el Giro.
Esta generación nos ha acostumbrado a ganar, por eso sabe tan poco lo que está sucediendo este año en Italia. Aun así, si Urán consigue arañar el tercer lugar en la competición, a pesar de la bronquitis que sufrió en la primera semana, de la caída que sufrió ayer en el suelo mojado de Imola y de la fortaleza que están demostrando Contador y Fabio Aru, será una hazaña inolvidable. La escuadra que formó Ettix para alzarse con la camiseta rosada fue deplorable. Los hombres más fuertes del equipo los reservaron para que resguarden al polaco Michal Kwiatkowski en el próximo Tour de Francia. Mientras los soldados de sus rivales de Astana y Tinkoff Saxo suben con sus capos, al enfermo Urán se le ve demasiado solo en los nevados picos. Sin un conjunto fuerte que lo apoye, es imposible que pueda batir a Contador en las etapas más duras que aún le quedan al Giro.
Sin embargo, desde su infancia, Rigoberto Urán se ha acostumbrado a imponerse ante la adversidad. Este luchador lo dejará todo y nosotros, arropados desde una cama, enguayabados y cómodos, lo veremos sufrir hasta que el ánimo se le vaya del cuerpo, hasta que el desaliento amenace con empujarlo de su bicicleta. Por este pueblo sufrido, por los que lloran al verlos conquistar las montañas más escabrosas de Europa, Rigo volverá a ser un héroe otra vez.