El papa Francisco se refirió al regaño dado a una señora que le pidió bendijera un perro cargado por ella cual si fuese un bebé. Le llamó la atención porque habiendo tantos infantes en condiciones de abandono, la fémina le diera trato de humano a un ser que solo es un mamífero doméstico y de ninguna manera un ser pensante. Ah, pero la moda es una dictadura para bobos. Ahora se ven mascotas vestidas incluso de etiqueta, escuelas que prometen el imposible que los perros se vuelvan bilingües y ladren en inglés (quizás inglés británico). Otro más entrenó su perrito para que haga los mandados a la tienda del cachaco de la esquina. Y así, cada día se ven extravagancias mayores.
Estos “humanizadores” de animales debieron aprender cómo se amaestra a una mascota para vengarse de un marido sectario políticamente, como lo hizo mi tía paterna Rosa. En ese hogar vivía también una cotorra que aprendió a hablar y como el esposo de la señora de casa era un conservador laureanista con quien no se podía conversar sobre política de algo distinto a su partido azul, mi tía le enseñó a la psitaciforme a decir ¡Viva el partido liberal, carajo! El cacique se encontró con que la cotorra no le paraba bolas y no la podía contradecir, como era su costumbre.
Lo grave de estos adefesios que tienen como base la supuesta humanización de las mascotas (son de los mismos alarmistas que se oponen a las corridas de toros), es que carecen del sentido de oportunidad de un obispo cuando el cura de una parroquia remodeló la iglesia a su cargo sin informar a su superior. La extrañeza de monseñor fue mayúscula porque días antes ese mismo curita le había pedido plata para las reparaciones de las que ahora era testigo. Interrogó al párroco que de dónde había sacado el dinero para las remodelaciones, si él mismo le negó los recursos económicos para ese fin. El delegado parroquial tuvo que confesar el origen de la plata. Le dijo, monseñor, el dinero lo conseguí por el bautizo de la mascota de uno de los narcos con poder económico de la ciudad.
El prelado visitante quedó de una pieza, como dicen las señoras. Dispuesto a reprender al cura, le advirtió que el sacramento del bautismo solo era para la gente; que los animales no tenían ese derecho. Pero, sin descomponerse y aflojándose el cuello clerical, el requerido respondió:
--Monseñor, eso mismo le señalé al señor narco ante la proposición de bautizarle el perro. Pero, el tipo insistió.
--Nada de lo que usted me diga hará que yo lo justifique por la falta cometida, sentenció el obispo, ajustándose el cíngulo.
--Lo entiendo, mi superior; yo solo quería ser sincero con usted. Inclusive le digo por qué accedí a bautizar ese perro. El señor donó cincuenta mil dólares a la parroquia y con esa platica hice las refacciones urgentes que necesitaba esta casa de Dios.
--Monseñor pasó de la iracundia a una condición de suprema exultación y preguntó:
--Padrecito, ¿El dueño de la mascota habló algo de la primera comunión del perrito?