Desde hace más o menos cuatro décadas, algunos colombianos vienen aguantando la opinión del señor Carlos Antonio Vélez, sin que puedan manifestarse y esperar de parte de este tristemente célebre periodista deportivo, un poco de respeto. Si en este país un periodista de este tipo se mantiene tan vigente, es porque tiene un público que piensa como él y que no le importa irrespetar a los demás con la virulencia que manifiesta en sus diatribas. En otro país, no contaría con tanto apoyo, lo más probable es que ni tendría un programa radial. En las sociedades civilizadas se respeta a la gente, se da lo que aquí nos falta: la conciencia social.
Este ser tan tóxico, pues así lo dejan ver sus opiniones, se ha hecho famoso por el apoyo que le brinda RCN, su empresa de toda la vida, que siente que su discurso se ajusta al monopolio elitista que los latifundistas colombianos quieren mantener. Salido de un barrio humilde de la capital caldense, el señor Vélez, cercano a la familia Char, se olvida de que los maestros son mal pagos y de que el salario mínimo no se ajusta al costo de vida que hoy tienen los colombianos de a pie.
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Es inconcebible que un tipo tan políticamente incorrecto y despectivo con las personas pobres, se ha apoyado por una empresa de medios de comunicación y por un grupo de periodistas arrodillados, que bien sea de paso de periodistas no tienen nada. Es vergonzoso que este comunicador no sea cuestionado, porque tanta libertad no le se puede dar al que ofende sin ningún miramiento. Y no se trata de ser socialista, liberal o conservador, se trata de crear un periodismo decente, que lamentablemente no vemos en su proceder.
Colombia tiene que despertar. Ha llegado el momento de evaluar a nuestros comunicadores, para que estos informen sin banderas políticas y cumplan con su ética profesional, es decir, que se dediquen a informar con objetividad.
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