"El periodismo exige objetividad, es tal vez en la subjetividad en donde podremos resolver si ser profesional es tener la noticia de último minuto o tomarse un minuto para comprender a nuestra fuente".
Siempre se exige inmediatez a la hora de hacer periodismo. Para informar se tienen contados los minutos y cada segundo es valioso. Tal vez por esa misma razón, en ocasiones, se nos olvida a los periodistas que primero están las personas y ahí sí viene la historia que se quiere contar.
Generalmente, este hecho se debe a que las grandes empresas de comunicación primero lo son de economía y no se sostienen solo por transmitir buenas historias; en su lugar, se mantienen donde están por ser los primeros en contarlas. Y a veces parece que no importa qué sea, pareciese que no se discrimina, da igual si la noticia es sobre la caleña que lidera la misión de la Nasa a Marte, si son interesantes o no, si son trascendentales o coyunturales, o simplemente si es la siguiente cirugía que se realizará el cantante de moda el próximo mes.
Pero no es en este punto donde comienza a tejerse el concepto de “periodismo encarnado”, por ahora es simplemente el contexto de lo que pueden llegar a ser los medios de comunicación informativos en Colombia y en el mundo. Con eso claro, veo con preocupación que lo que se enseña en las escuelas o facultades de periodismo o comunicación se ve doblegado por las leyes de supervivencia en el mundo laboral.
Es complejo identificar o más bien entender hasta qué punto consideramos que nuestro trabajo sea profesional o no. Y es que a pesar de que el periodismo exige objetividad, es tal vez en la subjetividad en donde podremos resolver si ser profesional es tener la noticia de último minuto o tomarse un minuto para comprender a nuestra fuente.
A este dilema se enfrentó la periodista Jineth Bedoya, quien asegura que también funcionaba bajo estas lógicas de inmediatez, pero que, luego de ser secuestrada, torturada y violada al ejercer su profesión, vivió en carne propia el “ataque” de los medios de comunicación, cuando luego haber sido víctima de algunos de los actos más crueles e inhumanos que se pueden cometer y estando en cama sin poder caminar muchos de sus colegas no paraban de pedirle información para tener la tan solicitada chiva.
Ahora, no quiero decir que tener la exclusiva esté bien o mal, simplemente, al igual que Bedoya, quiero resaltar que primero “debemos ponernos en los zapatos del otro”, porque no sabemos o, mejor, la inmediatez no nos permite ver hasta qué punto el acontecimiento afectó a nuestra fuente. Hay que realizar este pequeño, pero significativo análisis.
Para cerrar, es relevante pensar si es solo hasta que somos la noticia cuando comprendemos que la fuente también es persona, y cuando recordamos que existe una ética profesional y no simplemente una profesión que exige resultados. En concordancia con lo mencionado por Bedoya en una entrevista para la Universidad Central: “Hace falta profesionalismo en Colombia, ética y humanismo” para ejercer el periodismo y comunicar. Quizás más facultades de comunicación social y periodismo deberían al menos contemplar un enfoque ético y orientado a los derechos humanos y métodos de intervención a fuentes primarias de información.