No puede haber mayor gloria para un ser humano que experimentar el amor de su pueblo. ¿Y qué podemos hacer los periodistas titulados que tenemos un amplio recorrido en las facultades universitarias y en la academia? A Levy lo ama un amplio sector del pueblo colombiano. Las estadísticas y las cifras no mienten. Y no sé si él sea periodista, presentador, político, un simple polemista o qué sé yo. Pero talento le sobra. Y si siendo apenas bachiller tiene esos alcances, ¿qué no lograría si obtuviera un pregrado, y por qué no un posgrado?
Por eso sin una pizca de egoísmo lo afirmo: ese muchacho es un fenómeno, y es apresurado condenarlo; es decir, juzgar desde las vísceras su protagonismo en el momento histórico y coyuntural que vive nuestro país. Tengan la certeza: el tiempo lo pondrá en el lugar que se merece y punto. El resto es prurito, intolerancia, celos profesionales y la ampolla infecta de la envidia.
Aclaro que no soy amigo de Levy Rincón. Jamás hemos intercambiado el más mínimo mensaje. Y escribo esto para analizar desde la perspectiva que permite el exilio una figura que suscita amores y odios y, cómo no, pasiones extremas. Además presento esta reflexión desde Las2orillas, un medio que el mismo Levy suele atacar. Pero afortunadamente aquí tienen espacio todas las miradas, todos los ángulos y todas las ideas. Aquí tenemos cabida todos los colombianos.
En esta misma línea, es necesario dejar constancia de que el propio Levy es responsable de todas las fruiciones enfermas que suscita, pues conforme a la ley de correspondencia al practicar un lenguaje controvertido, exaltado, pasional, extremo, y por lo general ofensivo, recibe un poco o mucho de esa misma descarga emocional.
Para ser coherente con mi propia pluma, en varias ocasiones he dicho que no comparto esa forma de comunicación en cuanto que no contribuye a la paz y a la reconciliación. Pero, por otra parte, cada individuo es hijo de un momento histórico y de unas circunstancias particulares. En el presente caso, él es hijo de un período trágico de Colombia y fruto de una violencia extrema que no cesa.
A los profesionales de la comunicación se les escapa un detalle: Levy ha leído a la perfección el actual contexto, y en tanto joven surgido en la barriada tiene una capacidad increíble para conectarse con las emociones del pueblo, con sus amarguras, tragedias y dolores. Lo anterior constituye un don y un privilegio, y por supuesto, un enorme riesgo, pues si mal no estoy el popular presentador de Notiparaco sobrevive entre serias amenazas para su vida.
Por eso en sus desmesuradas denuncias asume todo el peso de la indignación en los estertores del uribismo, del paramilitarismo… las postrimerías de un imperio corrupto que busca desesperadamente a quien decapitar. Patadas de ahogado que llaman. Es ahí donde funge el joven caleño que le canta la tabla a un sistema inventado para eliminar a quien tenga carácter, personalidad, autenticidad y dignidad. En suma, a quien se niegue a aceptar la tiranía. Levy Rincón es muy valiente. Además ha forjado un estilo, un antes y un después de las redes sociales. La prestigiosa revista Rolling Stone no le da un primer plano a cualquier aparecido. Fue un logro que tejió a punta de talento.
Ojalá, como diría Gabo, viva para contarla. Larga vida, porque no tengo dudas que en unos años tendrá un mayor reconocimiento. Por ahora, en el actual entorno de violencia generalizada, desde esa miopía sucedánea de la intolerancia, nadie tiene la cabeza fría en Colombia para juzgar sin sesgos a un hombre… a un hombre intrépido como Levy Rincón.