Cada día, en los noticieros del país, vemos y escuchamos infinidad de personas otorgando perdón a quienes prácticamente destruyeron sus vidas y yo me pregunto, ese perdón tan vendido (léase recomendado) por la religión ¿es válido? ¿Es posible perdonar, por ejemplo, a alguien que haya asesinado a tu hijo?
Si nos detenemos ante el significado de la palabra perdón, la decisión voluntaria y consciente que nos libera de sentimientos negativos como el rencor, el resentimiento, el enojo y el dolor podemos deducir que, aunque similares, la amnistía, el indulto, la indulgencia no son lo mismo.
La decisión consciente de desactivar la energía negativa del odio (en ambas direcciones) que permite dejar atrás el pasado y continuar por un camino más ligero por la vida no es lo mismo que ejercer perdón, especialmente cuando el mismo no ha sido solicitado.
No es lo mismo liberar el odio que perdonar. La acción de liberar el odio es una acción de auto-liberación, de romper y botar las cadenas que nos unen al agresor y de continuar con nuestras vidas por un camino ciertamente más ligero de equipaje.
Cuando alguien nos lastima con su juicio, nos ofende, nos hace daño, nos discrimina, la posibilidad de un perdón se hace más viable por cuanto la falta del agresor se puede atribuir a la ignorancia o a la falta de buen juicio, y de fallas humanas de las que nosotros mismos muy probablemente sufrimos o padecemos. En la medida en que la ofensa sea más fácil de olvidar, aumenta la posibilidad de perdonar.
El perdón no es algo que podemos hacer mecánicamente como echarnos la bendición o saludar. El perdón es ese sentimiento intenso, real, generoso, que nos permite continuar el camino como si no hubiera pasado nada. Otra cosa es dejar la puerta abierta con indulgencia, oportunidad, amnistía, etc., para que el agresor pueda rehacer su vida, rehabilitar su propósito, y optar por una opción de vida diferente.
Hay varias opciones: ¿Sigue odiando y continúa encadenado? ¿Se libera del odio y neutraliza la energía negativa?
¿Usted qué haría?