Las diferencias entre las dos visiones del mundo son sustancialmente opuestas. Tema que por general se refiere a grupos de ideas casi irreconciliables, que se desarrollan en una ideología en la que 'los otros' tienen que tratarse como enemigos. Partidos en los que la polarización nace de la radicalización en la discusión política, y no de una competencia respetuosa entre ideologías o visiones profundas del presente y futuro de un país.
Discusión política que de acuerdo con los datos de la Encuesta Mundial de Valores (World Values Survey - WVS), solo el 6,7% de los colombianos consideran que es muy importante en sus vidas. Mientras que el 56,6%, reconoce que no le importa en absoluto. De igual manera, un 93,3 de los colombianos encuestados no es miembro de ningún partido político y solo el 3,3% son miembros activos.
Considerándose la mayoría de las personas como de un «centro neutral» y confiando solo el 17% de los colombianos en los actuales partidos políticos. Al observar que la polarización no parece una radicalización de ideas, sino de poderes y de lealtades, o de proyectos personajes políticos que no ocupan con propuestas de valor los vacíos enormes que existen en el debate público sobre los problemas comunes.
Problema que al final puede ser la falta de ideas, sustentada en egos personales y en apuestas políticas individuales, que caen en la categoría de disputas de poder comunes y corrientes.
Siendo conveniente que, en estas elecciones, los colombianos no voten solo por promesas redentoras de políticos que manufacturan realidades paralelas.
Sino por el contenido de las propuestas, eligiendo la que realmente se pueda ejecutar y que plantee trabajar responsablemente, para lograr el desarrollo sostenible y la mejora en la calidad de vida de la ciudadanía.
Involucrando en los ámbitos y las decisiones al conjunto de la población, sin excluir o descalificar al que piensa diferente. Al considerar que el país, después de un periodo intenso de inestabilidad política, económica y social, con muchas demandas insatisfechas, requiere certidumbre.
Propuesta que de forma seria precise como llevar a cabo de manera eficiente, eficaz y responsable todo el cambio propuesto. Mediante un gobierno legítimo y democrático, que se guíe solo por principios viables y convenientes para todos los niveles de la sociedad.
Contrastando las diferencias y presentando acciones concretas para el mejoramiento de la justicia, la lucha contra la corrupción, la observancia de los derechos humanos, la preservación del medio ambiente y la protección a la ciudadanía. Estructurando la interacción social para que todos los individuos o grupos sociales sin distinción, tengan las mismas oportunidades de desarrollo y bienestar.
Cambios necesarios que tienen que realizarse de manera organizada, respetando los conductos institucionales, pues se deberán tomar decisiones difíciles. Pero sin tener que recurrir al uso de la emocionalidad en el discurso electoral, que bloquea el razonamiento lógico afectando la propia manera de pensar y ver el mundo. Tanto más cuando el país, en lo económico, está alcanzado niveles récord de inflación y bajos niveles de inversión y productividad.
Emocionalidad del discurso electoral, instalada entre la vanidad ideológica y la prepotencia programática de personajes obsesionados en tener siempre la razón. Que por lo general llevan al poder a las extremas radicales de derecha o de izquierda, y nos hace pensar en la situación vivida en el mundo por varios países de los cuatro continentes, en los que el miedo de la gente, la opresiva presencia policial estatal, los miles de opositores apresados, es una constante.
Con líderes atornillados en el poder por muchos años, restringiendo todas las libertades individuales, pese a la sucesión de colosales fracasos. Ya que no reconocen límites morales o legales, a su voluntad de mantenerse en el poder a toda costa
No siendo hoy la opción solo la de callar o de no hacer nada, en un país como el nuestro dónde para salir de pobre se necesitan 12 generaciones. Sino por el bien de todos buscar consensos, en torno a la importancia de lograr acuerdos.
Mediante propuestas de gobierno sin dogmas fijos, para las que no haya una sola verdad en materia política o económica, con el fin de superar mitos y aceptar realidades. «Las claves para ejercer el liderazgo político, son, sobre todo, un sentimiento. Y no son, ni deben ser una construcción ideológica» (Felipe González, expresidente del Gobierno español entre 1982 y 1996).
De ahí que sea necesaria una catarsis colectiva, que nos vacune esta vez contra el virus de la derecha o de la izquierda radical. Alejando definitivamente el odio y la intolerancia tan común en los extremos ideológicos, así estos se presenten como la parte derecha de la izquierda, o como la parte izquierda de la derecha.
