“Esta pradera no es lo que solía ser”, se lamentó el viejo Búho, a lo que su pequeño nieto le respondió: “¿y cómo era antes?”.
No hace mucho tiempo, los leones dominaban la pradera, todos nos sentíamos seguros porque los leones desempeñaban su papel, mantenían alejado el peligro y había orden.
Era algo digno de admirar, ya que su poder no solo radicaba en su talla física, sino que ellos vivían como si supieran, con una seguridad asombrosa, que al dejar la tierra, seguirían siendo leones en el otro mundo.
Sin embargo, sus grandes enemigos, las hienas, cansadas de ser derrotadas, de estar aisladas y hastiadas de comer carroña, motivadas por la envidia concibieron un macabro plan, era muy simple, consistía en hacer dudar a los leones, para tal fin, comenzaron a acercarse a los pequeños leoncillos durante las noches, a los machos les susurraban no eres un león tal vez eres una leona y a las hembras les susurraban no eres una leona tal vez eres un león.
Al comienzo, no dio mucho fruto esta estrategia, porque los mayores de la manada rápidamente afirmaban a los más pequeños, pero las hienas fueron constantes y con el transcurrir de los años, esas simples frases comenzaron a hacer efecto, desatando una crisis sin precedentes. De un momento a otro, los leones querían ser leonas, y, las leonas, leones.
Lo peor ocurrió cuando estos pensamientos se volvieron acciones, porque varios leones comenzaron no solo a comportarse como leonas sino a cambiar sus cuerpos llegando a cortar incluso sus genitales, y, por otro lado, varias leonas decidieron comportarse como leones y para aparentar que lo eran usaban unas largas y postizas melenas.
Esto fue la destrucción de esta especie, la confusión se apoderó de los leones, no tuvieron como reproducirse, y lentamente su población comenzó a menguar, situación que aprovecharon las hienas para atacar, y ante la ausencia de leones, las leonas que quisieron reemplazarlos en su rol, fueron rápidamente derrotadas, mientras que los leones que ahora eran leonas, no supieron cómo actuar y fueron también sometidos.
Se desató el caos, y la paz que un día reinó en la pradera desapareció, ahora impera la tiranía de las hienas, los otros animales, entre los cuales estamos nosotros los búhos, nunca entendimos por qué los leones cayeron ante esta trampa, renunciaron a su majestad por una mentira, que causó su extinción y que nos afectó a todos, pues sus secuelas las vivimos a diario.
¡Ojalá volvieran los leones!, sollozó el viejo Búho, antes de emprender el vuelo con su pequeño nieto.