¡Degeneradas! Fue lo primero que gritaron los colombianos cuando vieron, un sábado de junio de 1988, hace ya casi treinta años, a la inmaculada Niña Mencha frotándole la espalda a Amparo Grisales. Los insultos crecieron al ver que La Diva de Colombia se volteaba y le daba un beso en la boca a la que había sido, hasta pocos meses antes de empezar el rodaje de Los pecados de Inés de Hinojosa, la angelical presentadora del noticiero 24 horas. En la mentalidad provinciana de los televidentes colombianos de hace 30 años fue imposible separar la ficción de la realidad: si lo veían era porque estaba pasando así que Margarita Rosa y amparito eran lesbianas, nada que hacer.
Era la primera vez que en la televisión nacional aparecían dos mujeres desnudas, prodigándose caricias. El ministerio de comunicaciones del presidente Virgilio Barco quiso vetarlo, se armaban debates en los magazines de la época. La popularidad de la serie, con el escándalo, creció y en tiempos pre-youtube no quedaba otra que volver a ver la ansiada escena en los resquicios de la memoria. En 1988 no había mujer más deseada en Colombia que Amparo Grisales.
Tenía 31 años y se había hecho famosa por ser la caponera que acompañaba en las peleas de gallo a Frank Ramírez en El gallo de oro. Su debut en el cine en la exitosa La virgen y el fotógrafo la convirtió en una diva. Su tormentosa relación con el actor mexicano Jorge Rivero le dio notoriedad continental. Margarita Rosa tenía 22 años, había sido virreina de Colombia, su matrimonio con el entonces actor Carlos Vives naufragaba, presentaba las noticias a las 7 de la noche todos los días en 24 horas y con la autocrítica que siempre la ha caracterizado no creía que podría ser buena actriz. Ambas ganaban más de un millón de pesos por capítulo. A ningún actor colombiano se le había pagado tanto por un protagónico.
Próspero Morales Pradilla lo tuvo claro cuando RTI le hizo una oferta por llevar a la televisión su novela: Inés de Hinojosa, la morena de belleza agobiante que escandalizó a Boyacá por sus amores furtivos y los escarceos sexuales con su sobrina, era la Grisales. Jorge Alí Triana, el director de la serie, también estuvo de acuerdo. Rodaron en Barichara y Villa de Leyva. En tiempos donde una telenovela costaba máximo 60 millones de pesos la productora RTI, quien en 1988 cumplía 25 años de haber sido creada, dobló la apuesta e invirtió 120 millones. Abelardo Quintero, uno de los productores de la serie, tenía la ambición de venderla a las canales más importantes del mundo. La exigente dirección de arte cayó en Ricardo Duque, la fotografía en el cinematografista Rodrigo Lalinde. La factura era impecable.
Pero la atención de la prensa caía en Amparo Grisales y la Mencha. Gerardo de Francisco viajó intempestivamente a Barichara para hablar con su hija y confirmar si los rumores de los periódicos bogotanos eran cierto: decían que no se hablaban, que se peleaban por la atención de Jorge Alí Triana, y que hasta discutieron por un supuesto affaire que había tenido Grisales con Carlos Vives mientras grababan la telenovela Tuyo es mi corazón. Gerardo se tranquilizó cuando su niña consentida le dijo que sucedía todo lo contrario, que el afecto y compañerismo era total.
De los 90 días de filmación el más complicado para las dos actrices fue cuando rodaron la escena de cama en donde ambas se desnudaban, se acariciaban, se restregaban el ungüento. Según cuentan Margarita Rosa de Francisco estaba tan nerviosa que le pidió a Jorge Alí Triana dejar en el set sólo al personal indispensable. La tranquilizó ver la seguridad de Grisales, siempre metida en su papel, acostumbrada y orgullosa a mostrar su cuerpo perfecto. Cuando la Mencha le pasó las manos por su espalda quedó asombrada con la suavidad y firmeza de su piel “Me pregunté qué tipo de ejercicios podría hacer alguien para tener una piel así”. Ambas sabían que se iba a levantar la polvareda. Lo que no sabían es que incluso algún obispo habló de excomulgarlas.
Entre el 5 de noviembre y el 18 de diciembre de 1988 Colombia estuvo pendiente de las hazañas eróticas de Inés de Hinojosa. Desde esa época Amparo Grisales ha sabido vivir pegada al escándalo: fue la mujer que enloqueció de deseo al actor mexicano Omar Fierro en una escena de bañera en Sangre de lobos, fue la cuarentona que era feliz saliendo con veinteañeros, fue la bruja mala y odiada de Yo me llamo y la sesentona que se balancea desnuda sobre unos aros de gimnasia en unas fotos recién publicadas en Instagram.
Grisales, la diva, arrastra el escándalo y la belleza a su paso. Su maldición es que nunca pasará desapercibida. La maldición de los viejos dioses que nunca mueren.