A menos de dos meses de su estreno, Matarife: un genocida innombrable se ha convertido en un auténtico fenómeno viral. Cada viernes cientos de miles de personas esperan con ansiedad la pieza gráfica de un collage audiovisual que se presenta como un documental web. Aunque Matarife no es un documental (así Daniel Mendoza lo quera presentar como tal), sí es una propuesta audiovisual y multimedia que resulta impactante.
Su producción es de altísima calidad visual; la narrativa personal de Mendoza se combina con una musicalización idónea que genera una atmósfera de tensión y, a pesar de que no revela nada nuevo en el historial público en la vida de Uribe, sí logra presentar como novedosa información ya trillada, esto debido a su acompañamiento visual y la efectiva (y a veces exagerada) narración de Mendoza. Sin lugar a dudas, Matarife marcará un antes y un después en la creación de una oposición multimedia, sin contar con que además logró algo: bautizó a Uribe con un signo que seguramente lo acompañará hasta sus últimos días.
Ante ese arrollador éxito, en las huestes del uribismo se percibe un constante y creciente malestar; el uribismo ha intentado frenar la emisión de la serie al considerarla como un “pasquín difamatorio en serie”. Marta Lucía Ramírez y el mismo Uribe ya dieron pasos en ese sentido. Uribe fue derrotado en un primer round que resultó humillante para el ego de Abelardo De la Espriella. Es claro que se vienen más batallas legales y que los uribistas que buscan censurar la serie en redes sociales se verán en la penosa obligación de seguir viendo cada una de sus capítulos.
A Uribe lo que más le inquieta es que la serie refuerza uno de sus principales temores: que las nuevas generaciones valoren la dimensión personal de su legado desde una visión sesgada, sin comprender que antes de su ascenso al poder Colombia era un “Estado fallido” (y eso que Matarife todavía no ha llegado a la era de su gobierno). Ya en varias oportunidades el expresidente ha manifestado angustia por la forma como las nuevas generaciones podrán valorar su legado.
En respuesta a ese temor, un grupo de militantes uribistas, que se hacen llamar “jóvenes de derecha”, diseñaron una serie con un formato similar a Matarife llamado El Patriota. Hasta el momento solo llevan dos capítulos y su alcance se ha limitado al círculo mediático y seguidores de Uribe en redes sociales. A diferencia de Matarife, carece de una propuesta audiovisual o narrativa, se limita a presentar las clásicas imágenes de archivo de las tomas guerrilleras en los años de Pastrana (ahora aliado del uribismo), concluyendo que el país estaba a meses de ser tomado por el terrorismo de las Farc.
Consideración que forma parte de la narrativa histórica del uribismo según la cual solo fue con la llegada de Uribe al poder que el país volvió a ser viable. En El Patriota no se abordan los primeros años de su vida pública (hasta donde va Matarife) y solo refuerza el lugar común del uribista promedio: con Uribe logramos volver a transitar tranquilos por las carreteras del país (¿al igual que los millones de campesinos desplazados durante su gobierno?).
La repuesta de los jóvenes uribistas a Matarife carece de una propuesta estética innovadora o del impacto multimedia que han convertido la serie de Mendoza en un fenómeno viral al que todavía le restan varios meses. Serie que ha logrado su objetivo al posicionarse como tendencia nacional y hasta global; incomodar al pleno del uribismo y atizar el temor recurrente del mismo Uribe de que las nuevas generaciones lo pasen a la historia como un “genocida” que dejó de ser innombrable.
Ver: ¿'El Patriota', la serie a favor de Uribe, es realmente la competencia de 'Matarife'?