El patriarca del país y el poeta de la nación

El patriarca del país y el poeta de la nación

Ojo: las elecciones serán el Día del Padre. Colombia, que ha dado pasos importantes en la derrota del sistema patriarcal, estaría a punto de elegir a un patriarca

Por: Hernando Urriago Benítez
junio 06, 2022
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El patriarca del país y el poeta de la nación
Fotos: Archivo

Sorprende, claro. Pasarán meses, años tal vez y seguiremos estupefactos. Aun si gana la presidencia Gustavo Petro el próximo 19 de junio, el llamado "fenómeno" político-mediático-insultante de Rodolfo Hernández (quien se alzó con el segundo puesto en la primera vuelta electoral de cara a la presidencia) ha dejado una honda huella en las arenas a veces imprevisibles del cotarro político nacional.

Ojo: las elecciones de la segunda vuelta presidencial serán el Día del Padre. Colombia, que ha dado pasos importantes en la derrota del sistema patriarcal ultrarresistente, estaría a punto de elegir como presidente al patriarca, una parodia en la realidad de aquel personaje que dibujó con maestría Gabriel García Márquez en El Otoño del Patriarca.

Un patriarca que grita, golpea, fustiga, amenaza, censura, patea real y simbólicamente a hombres y mujeres, promete el oro y el mar, se muestra incólume e impoluto, tiene un rejo como lengua y un tono al hablar que causa miedo y una perversa ternura.

Quizá por esto mismo es que a sus huestes llegó William Ospina, el mismo de El país del viento, Es tarde para el hombre, América Mestiza, Pa que se acabe la vaina y una veintena de ensayos, novelas y poemarios.

Para Ospina, Hernández encarna la imagen del político a educar y civilizar (como en su tiempo lo hicieran Andrés Bello o Simón Rodríguez con El Libertador Simón Bolívar, guardando las consabidas distancias entre el prócer y el cuestionado exalcalde de Bucaramanga) con el fin de implementar, por interpuesta persona, un programa "ilustrado y civilizador" para el país.

Con el anuncio de que William Ospina, llegado el caso de que Hernández obtenga la presidencia, sería el próximo Ministro de Cultura tendríamos en el escritor de Padúa, Tolima, cristalizado al Poeta de la Nación.

Pero no ese Poeta de la Nación que representó por ejemplo Aimé Césaire con su defensa de la negritud en Martinica o que fue el ensayista Henry David Thoreau en la Norteamérica intolerante y xenófoba del siglo XIX; no a la altura de Roque Dalton en El Salvador; jamás con el compromiso social de casi toda la Generación del 27 española.

Más bien Ospina sería ese Poeta de la Nación que fueron en sus países Leopoldo Lugones o José Santos Chocano. Influidos por el Futurismo de Marinetti, tal como ha escrito Carlos Granés en Delirio americano, las liras mayores citadas defendían "el poder vertical y rectilíneo, la dictadura organizada o la autoridad de la espada".

William Ospina en sus ensayos, si bien defiende la paz, la inclusión social y la superación de la guerra por la vía del diálogo, anhela en el fondo una "Dictadura de la Alta Cultura" o una "Democracia Ilustrada" de corte arielista pero en manos del Caliban Mayor, del Patriarca del País, del impresentable e indefendible Rodolfo Hernández, quien mediante tintes y afeites incluso enarbola una mestizofilia evidente.

No quiero siquiera sospechar que, ante la perspectiva de que Ospina sea Ministro de Cultura, muchos de los vates que integran aquello que Héctor Abad Faciolince llamó "poetastros de la poetambre", y que han acompañado el reclamo de Gustavo Petro por un país mejor, salgan en desbandada del apoyo a la Colombia Humana y al Pacto Histórico.

En Cali, por ejemplo, Ospina cuenta con detractores pero también con muchos áulicos que aplauden a rabiar cada una de sus columnas y de sus cada vez más prolíficos libros (o refritos de libros) ensayísticos, entre los cuales, vale decir, se cuentan piezas interesantes en relación con el género de Montaigne. Que le ofrecen sonrisas y banquetes cada vez que visita a la ciudad donde conoció a Estanislao Zuleta. Que desprecian sin embargo a la academia, pero que anhelan su llamado para consagrarse, situarse, publicarse o recibir magros honorarios.

Y estos áulicos, ¿ahora en qué andarán pensando mientras el destino próximo de Colombia se define entre el Patriarca de Tik Tok y Gustavo Petro, la encarnación de muchas reivindicaciones de largo aplazadas y vulneradas?

¡Ah, la nostalgia sempiterna del poetariado por ocupar el sitio merecido en la República de Platón!

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