El periodista César Augusto Londoño, desde su programa el Pulso del fútbol, lleva más de un año intentando convencernos de que la Liga Colombiana es tan buena que vale la pena pagar cerca de 30 mil pesos por adquirir el canal premium de Win para ver Tolima-Alianza. Su defensa a ultranza al canal que lo emplea lo lleva a poner en juego su credibilidad. Ha dicho que aunque hay canchas como la Palmira absolutamente peladas, de pasto seco, en donde difícilmente se podrá jugar buen fútbol, los equipos no pueden echarle la culpa a esos campos para justificar su mal juego. Está tan desesperado que incluso ha dejado a un lado su habitual decencia para hablar mal de este medio sólo por decir la verdad: el palo no está para cucharas, no se puede cobrarle al espectador en estos momentos de pandemia por ver un espectáculo decadente, malo, sin goles.
La semana pasada el exarbitro argentino Pablo Lunatti afirmó que Colombia tenía una liga cuyo nivel es la segunda división del fútbol argentino. En la mesa de ESPN hubo un escándalo, indignación. Sin embargo las estadísticas nos condenan: Desde el 2016 no hay un equipo colombiano en cuartos de final de Copa Libertadores, a Argentina sólo se le ganó una vez por eliminatoria desde 1993 cuando el 5-0, un jugador como Palavecino es imposible de mantener en esta liga y rápido se lo quita River Plate, suceden eventos grotezcos como lo que pasó con el Cúcuta y su dueño, Jorge Augusto Cadena y, sobre todo, el nivel es muy malo, no hay pasión.
Y, no nos llamemos a engaño, es feo ver el fútbol colombiano, es feo no sólo por su nivel sino por la imagen, por los comentarios de los periodistas, por esa pobreza informativa, por las canchas, por las mallas, por los uniformes. Es una lástima que periodistas con la trayectoria de César Augusto Londoño, tan queridos en todo el país, hipoteque su prestigio defendiendo lo indefendible. Con un periodismo así es imposible que salgamos del pozo donde estamos.