En una reunión con sus amigos en Boston, Mario Chamorro conoció al doctor de Harvard Lei Guo, un chino que quería crear aplicaciones para unir al mundo. Siendo ambos unos convencidos de que la tecnología podía ayudar a conectar a la gente de manera gratuita, se juntaron para crear Soma, la aplicación con mayor rapidez en la historia de internet. Querían ofrecer un sistema gratuito, ilimitado y seguro, en donde hasta las mujeres en Medio Oriente, a quienes el islam vigila todos sus movimientos en línea, pudieran tener la libertad de escribir lo que quisieran sin miedo a ser castigadas.
Así Soma llegó a los países árabes y al norte de África, siendo estos los mayores usuarios de esta aplicación de mensajería que conoció el mundo sin un solo peso invertido en publicidad. Usando el mismo sistema de protección de datos que utiliza el FBI, con la promesa de ofrecer de manera gratuita mensajes y llamadas, ya consiguieron que en Colombia 1.5 millones de personas usen su aplicación.
Mario Chamorro era un adolescente corriente que llegó a Bogotá con 16 años a estudiar administración de empresas. Sus calificaciones no eran buenas y queriendo ser un provocador se dejó encantar por el metal. Montó una banda en la que él era el bajista, andaba con el pelo largo y descuidado, y solo cuando notó que para las mujeres no era interesante abandonó ese estilo. Después escogió ser un guitarrero de fogata, pensaba que los románticos eran más atractivos, y que por ahí podía llegar lejos, pero el día que logró persuadir a Álvaro Uribe Vélez supo que estaba hecho para algo más grande.
Fue en el 2000 cuando el expresidente arrancaba su carrera presidencial y visitó la Universidad Jorge Tadeo Lozano para hablar de sus propuestas. Apenas Uribe cerró su discurso Mario le dijo que quería trabajar con él, que las discusiones sobre el país que no habían salido del salón él las podía repartir entre todas las universidades de Colombia. Nunca fue un estudiante destacado pero tenía brío y nunca sufrió de vergüenza. Sonó tan convincente que Uribe aceptó.
Así se convirtió en orador público y con 20 años ya era coordinador de las universidades del país. Cuando Uribe ganó la presidencia formó la Consejería Colombia Joven e invitó a Mario a coordinar el programa de lucha contra la corrupción, y junto al equipo nacional terminaron liderando 3.000 estudiantes. Aunque solo iba a su universidad cuando era necesario, fue el primero de su clase en conseguir un trabajo formal. Antes se hacía la mesada cuidando perros en un criadero, vendiendo celulares que conseguía en San Victorino o pantalones que traía desde Ecuador.
A sus 23 Mario no hablaba inglés pero pensaba que podía cambiar a Colombia desde afuera, así que en un impulso vendió su Mazda 84’, un televisor y un equipo de sonido y con algo de plata que le dieron sus papás tomó un vuelo a Nueva York. Quería formarse como internacionalista en la Universidad de Columbia. Allá se consiguió un crédito y dio tanta lora que la universidad le dio una beca para cubrir lo que faltaba. Por suerte sus deudas empezaron a desaparecer cuando entró a trabajar como financiero en Wall Street hasta que la crisis financiera de 2009 lo mandó a Boston.
Antes de llegar a Soma, siendo un experto para convencer a la gente, con dos amigos más Mario montó ‘Make it happy’, un proyecto por el que el propio rey de Bután convocó a los ministros de 65 países para que escucharan al colombiano contar cómo los países más convulsos podían sufrir menos desde el emprendimiento social. Ese día el embajador de Irak ante la ONU, Dr. Hamid Al bayati, convenció a Ban Ki-moon para que el 20 de marzo se hiciera oficial el día internacional de la felicidad en donde Mario, junto a un grupo de activistas, fueran los responsables directos.
Ahora Mario es socio y líder para Latinoamérica de Soma, el sistema de mensajería instantánea que en 30 días alcanzó las 10 millones de descargas que a WhatsApp le tomaron dos años. Su sistema permite que 500 personas se conecten al tiempo por chat, a través de la aplicación más segura del mundo, que cada siete días elimina toda la información que circula entre los usuarios. A punta solo del voz a voz, con su idea de conectividad ya ha llegado a unas 33 millones de personas y a más de 100 países.
De las 55 ciudades por las que Mario ha pasado, ninguna le empaña los ojos como su natal Pasto. Dice que tiene pocos recuerdos tan frescos como el de levantarse todas las mañanas y abrir su ventana para ver la neblina elevarse sobre el volcán Galeras.