No visualizo bien cómo habrán sido los años escolares del niño Juan Manuel Santos, pero sí hace parte del historial del colegio aquel lejano día en donde estaban todos los del curso echando un partidito de fútbol, aquellos tristes encuentros en donde la pelota no sale de la mitad de la cancha. Pues estaban en esas, cero-cero el partido, cuando alguien le pega a la pelota, esos golpes donde el balón toca la parte exterior del pie y sale por los aires a mil por hora dando giros astronómicos para acabar rebotando contra una pared del edificio principal y se estampa preciso contra el ventanal de rectoría convirtiéndolo en setecientos pedacitos de cristal.
—Todos a rectoría, fue el grito del responsable de disciplina y todos los niños subieron donde el padre rector y se pusieron enfrente de su escritorio en estricto orden de estatura cuidando todos de no destrozar más los pedazos de cristal regados por el piso.
—¿Quién fue el gracioso?, —preguntó el padre rector, poniéndose de pie y alistó el dedo anular para comenzar a repartir coscorrones.
Miró al niño JuanPa (así le decían…) , se le acercó, arqueó la espalda para quedar a su altura y volvió a preguntar: ¿Qué quién fue el gracioso que rompió el ventanal?
No duró dos segundos el niño Juanpa en decir, con convicción y cierto tartamudeo: —Fue Andrade, él fue el que lo rompió y la firmeza de su mirada a nadie dejó dudas sobre aquella manifiesta culpabilidad.
Seguramente los padres profesores habrán resaltado aquella máxima que encontramos en Vivir para contarla, las inacabadas memorias de Gabriel García Márquez cuando se dice que “las mentiras de los niños son señales de un gran talento".
Bueno, gracias a ese gran talento Álvaro Andrade fue expulsado del colegio y sus padres obligados a pagar por los daños causados, sabiendo todos que Andrade no pudo haber sido el culpable del desastre, ya que por su torpeza infinita jamás pasó de ser el muchacho que recogía las pelotas que salían de la cancha.
El niño Juanpa se volvió famoso, además de presidente de la república diciendo siempre fábulas como las de Esopo, siendo de enmarcar las siguientes:
“Le puedo firmar sobre piedra o sobre mármol, si es necesario, que no voy a incrementar las tarifas de los impuestos durante mi Gobierno”, dijo Juanpa en un foro sobre gestión pública el 2 de junio de 2010 (en campaña, obvio). El público asistente y hasta su contrincante, Antanas Mockus no pudieron aguantar la emoción y aplaudieron efusivamente al candidato.
"El tal paro nacional agrario no existe", señaló el ya mandatario en cualquier intervención suya durante la apertura de una de las caminatas por la solidaridad en Bogotá, mientras el país era testigo de un paro agrario de grandes dimensiones en donde por días no se movía una cebolla de sus raíces , y tuvo el mandatario la gracia infinita de agregar que en un sobrevuelo que hizo por algunos sectores del departamento de Cundinamarca, vio que no había lugar para la amenaza de aislar a Bogotá pues apenas pequeños grupos, que no superaban las 20 personas, estaban quemando neumáticos en algunas carreteras para generar ese miedo entre la población.
Algo después gana el No el plebiscito por la paz, y el presidente (por fortuna) se arma la alternativa B para que todo siga el rumbo trazado, como cuando en días recientes el Senado desaprueba por mínima mayoría el asunto de las curules de las víctimas y el presidente saca de las mangas otra baraja.
Y ahora, cuando por falta de planificación el país se inunda de coca, el presidente no tiene ocurrencia diferente a echarle la culpa de todo a Estados Unidos, por comprar tanto aquel polvo blanco y que por culpa de ellos bla, bla, blá.
Lo último ya es la tapa. Cuando el asunto de los líderes sociales asesinados en Colombia adquiere límites inquietantes, el ministro de Defensa, como buen alumno aplicado, afirma sin ruborizarse que esas muertes no es por asunto de tierras robadas o por gritar en contra del poder de las armas, no, dijo claro que todo ello es un asunto de faldas. ¿Qué ha ocurrido después? Nada, absolutamente nada salvo nuevos asesinatos de líderes sociales y que el ministro sigue en las mismas.
No sé qué historias le contará Juana a Tutina o Titina o como se llame su esposa cuando llega a las tres de la mañana tambaleándose y con aliento a micos. Mejor dejémoslo a la imaginación del lector.
Y hablando de…
Y hablando imaginación, llama la atención los análisis que hará Trump para deducir que con la rebaja de impuestos a las grandes fortunas se llega al desarrollo y mayor empleo.
Mindefensa, Luis Carlos Villegas, y el presidente Juan Manuel Santos: el alumno y el maestro