El 7 de agosto de 1982, mientras Belisario Betancur en su posesión presidencial llamaba a ondear la bandera de paz para avanzar hacia el “progreso y la equidad”, en las selvas del Putumayo el comandante Jaime Bateman Cayón daba inicio a la VIII Conferencia del M-19 con un mensaje: la vida guerrillera no podía ser un camino de toda la vida. Entonces Everth Bustamante estaba a la cabeza de las relaciones de la organización en el exterior, con 77 representaciones del Eme en el mundo.
Everth Bustamante fue un liberal en su juventud que apoyó a Carlos Lleras Restrepo en 1966, el último presidente del Frente Nacional. Se matriculó en derecho en el Externado con profesores como Carlos Medellín y Alfonso Reyes Echandía, quienes dos décadas después terminarían inmolados como magistrados de la Corte Suprema en la toma del Palacio de Justicia. Las clases le resultaron útiles y se midió en la organización de los sindicatos de su natal Zipaquirá. En el 68 fue nombrado notificador y entró de lleno a la política aspirando al Concejo, pero en solo dos años, arrastrado por la efervescencia de las movilizaciones de los 70, rompió con el partido liberal para abrazar la bandera de la ANAPO, en cabeza del general Gustavo Rojas Pinilla, que se enfrentó al conservador Misael Pastrana. Con el fraude electoral denunciado por los Anapistas nació el Movimiento 19 de abril.
Allí estuvo Everth Bustamante, quien se la jugó con los votos y logró llegar al concejo y permanecer dos períodos, mientras Jaime Bateman maduraba su decisión definitiva: tomar las armas. Bustamante acompañó al Eme desde sus inicios y en especial a su amigo Bateman. Sin embargo, en 1978 marcó diferencias con la organización y conformó la Coordinadora Nacional de Base, con la que fue conocido como Comandante #1 y cuyas posiciones recogió en el documento “Aportes para la discusión”, con estructura político-militar propia y de línea más socialista que la de Bateman.
De discurso pausado pero radical, Everth Bustamante buscó mayor fuerza e independencia con pequeñas operaciones en nombre de la coordinadora, aunque nunca quiso desvincularse del completamente del M-19. Sin embargo, sí actuó con tal autonomía que rebasó la paciencia del comandante Jaime Bateman cuando adelantó la Operación Derechos del Pueblo. El 15 de agosto de 1980 se dio el secuestró del congresista Simón Bossa López, quien era el ponente de la Ley de amnistía propuesta por el Presidente Turbay para facilitar la desmovilización guerrillera. Bustamante tenía en mente hacerle al gobierno a través de Bossa una contrapropuesta, iniciativa que irritó a Bateman quien lo desautorizó públicamente, pero lo llamó a dialogar en privado.
Es más, dos meses después quiso discutir sus posturas con la El Comando Superior de la organización. En octubre de ese año convocó a una reunión en un balneario entre Tocaima y Agua de Dios. Buscaba también reorganizar la cúpula porque dos dirigentes claves, Carlos Toledo Plata y Carlos Pizarro, estaban detenidos en La Picota. Pero el encuentro lo saboteó el ejercito con la Operación Potosí: Bateman y un pequeño grupo escapó río arriba mientras que los demás, entre ellos Antonio Navarro Wolff y su gente, que llegaban desde el Valle del Cauca, fueron capturados por los militares.El Eme quedaba aún más golpeado.
El 19 de enero de 1981 secuestraron cerca de Marandúa, en el Vichada, al norteamericano Chester Allen Bitterman, perteneciente al cuestionado Instituto Lingüístico de Verano, una organización evangélica sin ánimo de lucro que buscaba llevar la biblia a las comunidades indígenas del país. La acción, reivindicada por la Coordinadora Nacional de Base y difundida por todos los principales periódicos en el país, tomó por sorpresa a Bateman y al Comando Superior, que rechazó el secuestro y negó cualquier responsabilidad. Bateman solo concebía secuestros dirigidos a miembros de la oligarquía y no a predicadores, sin consideración de su religión, que no estaban involucrados en el conflicto.
Para completar, casi dos meses después, la Coordinadora Nacional de Base le ponía fecha a la ejecución de Bitterman. El 7 de marzo, horas después de una extensa rueda de prensa vía telefónica con dos integrantes de la coordinadora que se identificaron como Chucho y Genaro, el misionero norteamericano era asesinado en la madrugada dentro de una buseta en Bogotá.
Everth Bustamante ha insistido en no tener vinculación alguna con el secuestro y mucho menos con la ejecución del norteamericano. Incluso el 15 de febrero de 1981, un mes antes del crimen, negó cualquier responsabilidad suya en una rueda de prensa con los periodistas Gustavo Castro Caicedo de El Tiempo, Jorge Matiz de Caracol Radio, y José María Romero de Colombia Press. El 12 de marzo en El Tiempo apareció publicado un comunicado firmado por Bustamante en el que condenó y señaló el acto de “terrorista, vil y salvaje”.
En julio de 1982 se puso en contacto con los padres de Bitterman para hacerles llegar un documento “con pruebas contundentes” sobre su inocencia, como insistió en un comunicado enviado a Semana en 2016 tras una publicación de la revista. Con este dramático episodio la Coordinadora Nacional de Base M-19 desapareció, así como Everth Bustamante quien habría pedido asilo, primero en México, pero terminó viajando a Europa e instalándose en Francia. Bateman no quiso volver a hablar del tema y entre los militantes del Eme guardaron silencio y pasaron la página.
Desde el exterior, Bustamante se hizo cargo de las relaciones internacionales y solo regresó a Colombia en 1989, pocos meses antes de la firma del acuerdo de paz entre el comandante Carlos Pizarro y el gobierno de Virgilio Barco. El 9 de marzo de 1990 el M-19 dejaba las armas en Santodomingo, Cauca.
Con la dejación de armas retomó su carrera política y fue uno de los nueve senadores que la Alianza Democrática M-19 logró elegir en su primera prueba en las urnas. Su paso por el Congreso lo acercó al senador liberal Álvaro Uribe, con quien compartió curul en la Comisión Séptima. Su fracaso electoral de 1994 cuando intentó reelegirse en el Congreso lo alejó definitivamente de sus antiguos compañeros del Eme pero lo llevaron al redil de Álvaro Uribe Vélez.
En 2001 volvió a su tierra para hacerse elegir alcalde de Zipaquirá, en donde terminó siendo uno de los mayores promotores de la Seguridad Democrática de Uribe. Everth había dado el salto político y ahora se ubicaba del otro lado del espectro, lo que lo llevó a ser asesor del presidente durante un año hasta que en el 2006 Uribe lo nombró director de Coldeportes, cargo que mantuvo hasta el final del gobierno.
Más de 20 años después, Everth regresó al Congreso, pero dentro de las listas del Centro Democrático que fueron lideradas por el expresidente Uribe, que logró jalar 19 nombres, entre ellos el del hoy presidente Iván Duque, con quien Bustamante forjó una muy buena relación. Durante cuatro años se convirtió en uno de los fieles escuderos de Uribe y un duro crítico del proceso de paz con las FARC.
Sin embargo, en su intento por reelegirse en 2018 se hundió, pero ahora el presidente Duque le lanzó un salvavidas: su nombre fue presentado oficialmente para ocupar la representación de Colombia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos con sede en Washington. Las críticas no se han hecho esperar pero el verdadero obstáculo lo podría encontrar encontrar por su comandancia de la Coordinadora Nacional de Base y el secuestro y asesinato de un ciudadano norteamericano, del que se ha querido desmarcar siempre. Y aunque en efecto no haya estado vinculado, no se sabe aún cómo aparece Everth Bustamante en el dossier del Departamento de Estado. Lo cierto es que nunca ha pisado tierra norteamericana.