El parque de las madres tiene padre wayuu

El parque de las madres tiene padre wayuu

Las cuatro personas que se creen los dueños del parque

Por: Edgardo Mendoza
noviembre 15, 2014
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El parque de las madres tiene padre wayuu

Ahora cuando las personas se encuentran ni siquiera son incapaces de mirarse. Un aparatico llamado celular destruyó el humano ejercicio de verse las caras. Valledupar, como ciudad en formación no se escapa de tan trágico suceso. Ya nadie cuenta, nadie se conoce y las direcciones son virtuales, como si viviéramos en galaxias distintas. Nos queda, al menos a los vallenatos, el Parque de las Madres.

Es un pequeño espacio de apenas 97 metros cuadrados. Tres arboles de mangos, dos almendros y un acacio enfermo. Hace apenas 37 años era la ruta para que los indígenas arahuacos esperaban el transporte para ir y venir a la inmensa Sierra Nevada, pero al igual, era sitio obligatorio para que los lugareños fueran a buscar alimentos allá; por eso llamaban a ese lugar la “Ruta de azúcar buena”. Los viejos vallenatos que aún conservan su nariz natural, dicen que esa esquina huele a panela, a indio, a plátanos maduros. A caña de azúcar.

Hoy el parquecito tiene padre. Wilson se llama hombre. Es indígena Wayuu de La Guajira, vino desde la ranchería de Carraipía con sus mujeres y sus colores a tejer mochilas, y se instaló ahí sin que nadie dijera nada. Y nadie puede decir nada. Las mochilas guajiras tienen una simbología como los jeroglíficos egipcios. Los estudiosos llaman a esos dibujos cosmogonía.

Pero Wilson, ahora jefe del parque tiene problemas. Pablo, el dueño del quiosco donde vende periódicos se molesta. Reynalda la dueña de la cafetería “Café al Parque” se cree la reina. Mena el lustrabotas que los vallenatos llamamos embolador, igual cree tener derecho a la otra esquina. Ramón, vendedor de helados, con fama de maricon, además vende avena llena de hielo. Más hielo que avena.
Todos tienen una pelea casada y nadie sabe porque.

Todos saben los secretos de todos. Por ejemplo Pablo dice que Reynalda cuando cierra su negocio sale con Gustavo, que no es su marido. Wilson piensa que Pablo sale con alguien en un carro negro y vidrios oscuros que compra revistas pornográficas cada jueves y pasa a recogerlas después de las seis; a él y a la revista. Nadie sabe si es hombre o mujer. Por la edad de Pablo todos piensan que es hombre y debe ser viejo, porque las mujeres jóvenes rara vez salen con dueños de kioscos de periódicos, por lógica natural.

Ramón piensa que Wilson es el marido de las tres indígenas Wayuu, (Magaly, Susana y Elvia) las tejedoras de mochilas. Tiene esa vaga percepción. Muchas veces ha visto que cuando está presente, las tejedoras no sonríen, pero al ausentarse, el trío femenino se convierten en poncheras de risas, como las cotorras que visitan los almendros al caer la tarde. Cuando Wilson está, todo es silencio y tejido.

Ayer se fue la luz en el Parque de las Madres. Pablo, Wilson, Reynalda y el Negro Mena se encontraron para lamentar el tema. Es decir para hablar mal de Electricaribe proveedor de la energía local. Mena el embolador dijo de manera contundente: A mí me da igual yo no vivo sino de la luz del sol y de los zapatos sucios. Wilson dijo que él no hace periódicos, simplemente los vende y no necesita energía. Wilson argumenta que las mochilas que sus mujeres hacen—Nadie sabe si es marido del trío —Tampoco necesitan luz. Reynalda que es la dueña de la heladería y se cree la dueña del parque, es la única que sin energía, no puede trabajar.
Ellos piensan que la reina del parque vive de la energía. Reynalda piensa que ellos viven de ella, pues si no tuviera heladería nadie compraría periódicos, ni lustraría zapatazos ni compraría mochilas.

A veces las mujeres se creen las dueñas de todo, pero realmente el gran jefe es el sol, que los humanos civilizados llaman energía. Mañana no hay luz en el parque. Reynalda qué se cree la reina del parque, no reinará.

En la esquina siguiente, Pablo, Wilson y Mena toman cervezas frías. Nadie se acuerda de Reynalda, Wilson piensa en sus mujeres, mientras Mena y Pablo piensan en las mujeres de Wilson. Es lunes, el carro negro pasa el jueves. Tampoco se sabe quién pagará la cuenta.

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