Cuando Jaime Alfonso Bateman dijo que la revolución era una fiesta dudo mucho que se refiriera a convertir los movimientos sociales en una feria. El paro nacional que inició en Colombia el pasado 21 de noviembre del 2019 nació con la proclama de una lucha social encaminada a un cambio decisivo y trascendental respecto a las reformas (tributaria, laboral y pensional) además de la defensa de la vida de los líderes sociales y sindicalistas, entre muchas otras exigencias del pueblo que se hicieron escuchar dentro de los primeros días de manifestaciones.
Sin embargo, y con el paso del tiempo, hemos venido ridiculizando la lucha entendiendo las movilizaciones no como espacios de conciliación y toma de decisiones políticas del pueblo, sino como una gran feria llena de eventos, espectáculos, conciertos y muestras artísticas. Y no es que desconozca estas representaciones como objeto de resistencia; pero cuando se sale a las calles con el propósito de asistir a un toque o a una “abrazatón” en el marco del paro desviamos completamente el objetivo real de todo esto: dar una sola voz a un pueblo que lucha en las calles.
Como si no fuera suficiente las fumatones, yogatones, abrazatones y chocolatadas a las que veníamos acostumbrados antes de tomarnos el “merecido” descanso decembrino, volvimos ayer, 21 de enero de 2020, a las calles con una situación mucho más patética. Nuestra lucha, nuestro movimiento social se convirtió en una feria de pueblo en lo que lo único que hacemos es parchar, tomar, fumar y asistir a toques y conciertos. No más en el tramo de la séptima que está peatonalizada (desde la cra 7ma con calle 26 hasta la cra 7ma con calle 10) se encontraban más de tres tarimas con artistas y músicos que más que alentar la marcha, nos desintegraron en los típicos grupos en los que siempre nos encontramos. Sound System en la 7ma con 26, toque de punk en la 7ma con 24, tarima de rap y hip hop en la plaza de Las Nieves a la altura de la 7ma con 20 y, para rematar, concierto en la Plaza de Bolivar. Y si a todo este cóctel musical le sumamos los rebuscadores, los vendedores ambulantes, los artistas callejeros, los borrachos y las muestras gastronómicas de toda variedad que encontramos en el trayecto, perfectamente podríamos deducir que más que en un paro nos encontrábamos en las ferias y fiestas del centro de Bogotá.
Compatriotas, la lucha es más que válida, ¿por qué somos nosotros mismos los que nos autosaboteamos?, ¿dónde quedaron los espacios de discusión y decisión?, ¿dónde quedó la voz que decimos darle a los no escuchados?, ¿cuál es la propuesta del pueblo frente a las exigencias que hacemos como la renuncia de Duque o el desmonte del Esmad? Es muy sencillo quejarse de todo lo que está mal, pero nuestro deber como pueblo cansado de todo este sistema es plantear alternativas de solución para los problemas que nos aquejan. ¿Y nuestras propuestas dónde están? ¿Estamos esperando que aquellos que nos tienen jodidos sean los mismos que solucionen los problemas que ellos nos han impuesto?
Como una manifestante comprometida, marchante decidida y colombiana emputada los invito a reflexionar la manera en la que estamos movilizándonos. No más puntos de dispersión, no más parchaderos, no más encuentros en los que ni siquiera seamos capaces de escuchar nada más que arengas. El país no se va a arreglar a punta de cantos, aquí lo que nos toca es alzarnos como pueblo consciente, con marchantes informados, con manifestantes llenos de argumentos y valor para entender que parar es algo más que ir a hacer bulto. El paro debe colapsarlo todo o no será paro.
Si no está dispuesto a hacer una lucha digna y estructurada, por favor, quédese en la casa.