El paro estudiantil se ganó, la lucha continúa

El paro estudiantil se ganó, la lucha continúa

La batalla para salvar financieramente a la universidad pública en el corto y mediano plazo se venció con la táctica del paro, la guerra es de más largo aliento

Por: Leonardo León
enero 10, 2019
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El paro estudiantil se ganó, la lucha continúa

Luego de más de dos meses de paro en la mayoría de universidades públicas del país, el movimiento universitario logró arrancarle al gobierno nacional, aproximadamente, 5.8 billones de pesos adicionales para educación e investigación durante los próximos cuatro años. Esto es un hecho al que no se le ha dado la debida importancia, pues el objetivo es más grande y la lucha es más larga.

Esta es la mayor victoria lograda por el movimiento universitario a nivel nacional en décadas y tal vez en la historia. Los paros anteriores, o bien se había perdido o la victoria consistía, en el mejor de los casos, en continuar en el mismo estado. Se había logrado frenar reformas políticas que iban a empeorar la situación financiera o académica de la educación, es decir, se conseguía seguir en un estado igual al anterior, eso sí con mucho esfuerzo y sacrificio.

En ese sentido, estamos ante un hecho histórico que hay que saber llevar con orgullo y también con cuidado. En términos financieros, si bien se pudo haber ganado algo más, eran mayores las probabilidades de haber conseguido mucho menos, dados los antecedentes y el carácter autoritario y de extrema derecha del gobierno actual.

Con el objetivo de corto plazo de alguna manera ya cumplido, es imperativo desmontar el paro y cambiar de táctica; eso sí, siguiendo con la movilización callejera masiva, pacífica y contundente.

No podemos cometer los errores del pasado ni caer en señalamientos a las vocerías que se han construido desde la Unión Nacional de Estudiantes de Educación Superior (Unees). En el momento en que empiece a calar en el estudiantado la falsa idea de que el paro “se vendió” habremos sido derrotados ideológicamente, lo cual es mucho peor que haber perdido directamente contra el gobierno. Hay que recordar que las desconfianzas que se fueron construyendo contra la dirigencia de la Mane, sumado a la incapacidad de esta de construir un documento serio de política universitaria, terminó en un reflujo de masas de más de seis años, lo que implicó la imposibilidad de levantarse contra las políticas privatizadoras de Santos como el desastroso “Ser pilo paga”, que ahora aparece reencauchado como “Generación E”. Es deber del movimiento universitario lograr desmontar este tipo de políticas con argumentos y con movilización social.

Sobre la pelea que sigue, señalo algunos elementos positivos que han hecho que este proceso de movilización y de paro haya salido victorioso y algunas cosas que han jugado en contra.

Ventajas

Este proceso se ha construido desde la base, por lo menos en la Unees, lo cual ha generado que el estudiantado tenga mayor sentido de pertenencia del movimiento así no se sienta identificado con algún proceso organizativo. Es decir, el paro es sentido como algo propio de cada estudiante, no como algo que haya sido impuesto desde arriba. El paro ha sido reafirmado por las asambleas desde el nivel de carrera hasta el de universidad, incluso sin que exista presencia de alguna organización que lidere las discusiones.

Por otro lado, se pudo romper, por fin, la tradición de que las movilizaciones deben tener el elemento simbólico de llegar al centro del poder, en el caso de Bogotá, a la plaza de Bolívar. Se entendió que además había que llegarle al corazón de la gente y por lo tanto los recorridos fueron distintos e incluso extremadamente largos sin que por ello se haya desgastado la táctica de las marchas. De esa forma, el mensaje se pudo transmitir a pesar de la censura y la manipulación mediática, logrando sumar aliados en la sociedad, desafortunadamente más pasivos que activos; esto demostró que la violencia surgió desde la policía contra los estudiantes.

Ha sido tal la capacidad de convencimiento de los estudiantes que los bloqueos en los edificios de las universidades terminaron siendo simbólicos o inexistentes, a pesar de las presiones de muchos profesores que han rechazado la táctica del paro o que necesitan cumplir los contratos de trabajo, en el caso de los docentes precarizados. Sin embargo, la presencia de docentes ocasionales y de cátedra en el movimiento ha sido importante, algunas veces más que los de planta, los cuales en gran medida se han acomodado en la burocracia que se ha venido construyendo con el modelo neoliberal instalado en la academia y que es precisamente contra lo que se está peleando.

Se superó el grave error de la Mane de pretender que todo se definiera por consenso, lo que en la práctica le entregó a una organización (la OCE) el derecho a veto hacia las distintas iniciativas que desencadenó en el fracaso de esa experiencia unitaria. Si bien se trata de que el consenso sea el mecanismo de definición, siempre hay que tomar decisiones por lo que se ha tenido que recurrir constantemente a las votaciones en las asambleas, permitiendo darle trámite a los asuntos.

Se entendió que hay diferentes niveles y temporalidades en la lucha. La pelea por una educación pública, universal, con autonomía y democracia es de largo aliento y en ese sentido uno de los logros del paro fue la definición de la "Mesa de Diálogo para la construcción de acuerdos para la Educación Superior Pública". Mesa en la cual hay representación de alto nivel por parte del gobierno, así como de estudiantes y profesores, y que tendrá una vigencia de un año y sesionará con una periodicidad de tres meses y en la cual se ponen en discusión las diferentes problemáticas de la universidad colombiana. El éxito de esta depende de que la movilización no se debilite y de que se consoliden escenarios de discusión que generen documentos y propuestas que nutran la mesa. En ese sentido, la vocera de la Acrees, Yenifer Pedraza, fue clara al afirmar que la capacidad de negociación del movimiento universitario ha dependido del impacto de las marchas estudiantiles.

Desventajas

El movimiento estudiantil ha perdido capacidad de discusión y argumentación política. En época de la Mane los voceros, quienes hacían parte de diferentes expresiones del estudiantado, tenían un nivel mucho más alto para dar sus discursos, arguyendo a los problemas de fondo y sin dejarse desviar del debate que pretendían imponer los medios de comunicación. No era raro ver en un mismo día a varios voceros en distintos canales invitados a debatir y exponer las problemáticas, con alta argumentación. En este momento el discurso ha bajado en profundidad, los líderes de la Unees no han logrado consolidarse frente a la opinión pública, mientras que algunos de la Acrees sí se han hecho visibles, aunque con problemas serios en el análisis.

Por ejemplo, el autonombrado vocero de los estudiantes, Alejandro Palacio, se ha dedicado más a condenar las diferentes formas de manifestación, y a buscar protagonismo individual, llegando incluso a decir que es mejor marchar por el andén sin incomodar a nadie, que a explicar a profundidad los graves problemas que sufre la educación superior en Colombia y que llevaron al paro nacional, más allá de lo meramente económico.

Ligado a lo anterior, la dispersión de las organizaciones estudiantiles puede jugar en contra, ya que para algunas puede ser que con el tema presupuestal medianamente resuelto, ya no habrán más motivos para seguir luchando, lo cual podría terminar en un desastre para el movimiento. Además, el hecho de que una organización de papel que no representa a nadie esté en la mesa de negociación, como lo es el caso de Fenares, es un enorme riesgo para los objetivos del pliego, ya que en cualquier momento puede ponerse en contra de los intereses de la mayoría. En ese sentido, al no haber una estructura única se han desgastado las asambleas estudiantiles en las que la Acrees ha pretendido imponer su agenda, lo que tampoco ha permitido unificar un pliego de peticiones, dejando la mesa de diálogo con el gobierno sin muchos elementos como la pertinencia social de la educación superior en uno de los países más inequitativos del mundo y que copia modelos de la colonialidad del saber.

Por otro lado, tácticamente, no haber logrado que otros sectores sociales se sumen a la movilización ha sido un gran obstáculo para conseguir mayores victorias. La unidad representaría poner al gobierno en un estado mayor de vulnerabilidad que lo obligue a dar pasos más grandes hacia una educación pública, gratuita, universal y socialmente pertinente frente a la realidad colombiana. Por eso, un escenario de un paro cívico debe ser construido entre todos; una razón más para mantener viva la movilización.

Finalmente, la violencia ejercida contra las manifestaciones nos ha recordado que el terrorismo de Estado sigue vigente en Colombia. Han sido numerosos los estudiantes detenidos, golpeados y heridos, varios de gravedad. Las marchas han sido fuertemente reprimidas, haciendo que muchas veces no logren llegar de forma masiva al sitio acordado. Falta todavía mayor nivel organizativo en las actividades de protesta para que se pueda responder adecuadamente a la represión. Por lo menos se ha avanzado en la organización de las triadas y en los esquemas de derechos humanos, los cuales han evitado la desaparición de estudiantes.

Lo que se viene

El tema presupuestal no se ha terminado de resolver, pues estamos lejos de tener una universidad realmente pública, con financiación adecuada, como existe en muchos lugares del mundo; incluso vecinos de la región. Además, esto no es lo único, también hay problemas profundos de democracia y autonomía universitaria, lo cual no permite aportar realmente a las profundas problemáticas del país pues la investigación y la extensión dependen más de los intereses del capital y del gobierno de turno que de las necesidades de las comunidades y de la sociedad en general.

Un elemento que se le debe sumar al pliego es el tema del desmonte del Esmad. La brutalidad policial ha venido en aumento, no solo contra el movimiento estudiantil, sino contra la población en general. Mientras no se crea una sola universidad pública hace décadas, el presupuesto de esa máquina de terror ha crecido de forma exponencial, así como su pie de fuerza. No puede ser democrático un país que le da tratamiento militar a sus conflictos sociales.

No hay que bajar la contundencia de las marchas, eso sí entendiendo que en ciertos momentos será difícil tener alta convocatoria por los ciclos normales de los periodos académicos. Es necesario por tanto crear mecanismos que garanticen la movilización, así como el avance de las asignaturas. Sumado a esto, se necesitan espacios de discusión y reflexión como asambleas, foros, cursos cortos y escenarios similares a claustros y colegiaturas, que no estén amarrados por las direcciones de las universidades.

Para lograr lo anterior, es necesario recordar las victorias ya conseguidas con la táctica del paro, la cual ha cumplido ya su función. Eso sí, habrá que volver inmediatamente a esta en caso de los muy probables incumplimientos por parte del gobierno a lo ya acordado. Mantener el paro en este momento generaría un desgaste innecesario, se perdería gran parte de la simpatía que ha logrado conseguir el movimiento estudiantil en la sociedad y, lo más grave, generaría una fractura al interior de la comunidad universitaria, la cual sería muy difícil de reparar. Se botaría así a la basura todo lo logrado hasta ahora, llevándonos a un periodo de reflujo como el que ya se vivió entre 2012 y 2017, periodo en el cual se perdió la capacidad de acción y de organización. En un paro eterno no vamos a hacer la revolución y menos si vamos a automarginarnos.

La primera movilización del año será el próximo 17 de enero. Nos vemos en las calles.

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