Brad Pitt protagoniza la película Guerra Mundial Z, como un ex funcionario de las Naciones Unidas, dotado de amplias virtudes físicas como mentales, es padre de familia de dos niñas que rondan los 6 a 12 años, una de ellas sufre de asma. Mientras va con sus hijas y esposa conduciendo por una de las calles de Filadelfia, EEUU, un extraño y súbito tráfico los atrapa cuando de repente todo se hace un caos.
Vehículos salidos de control chocan contra todo y las personas en un santiamén de 12 segundos se convierten en zombies que muerden a otros hasta convertirlos en sus pares, en un frenesí del que logran salir gracias a la habilidad de Pitt.
Escapan de la ciudad gracias a un amigo de Pitt, que los rescata vía helicóptero en la azotea de un edificio en el que alcanzaron a refugiarse, después de hacerse a unos medicamentos para el asma de su hija, en una refriega que casi les cuesta la vida en un supermercado.
Su amigo, Secretario General adjunto de la ONU, está instalado en una privilegiada, pero débil, posición dentro de la nueva cadena de mando del aparato estatal gringo, ahora, dominado por los militares, debido a la caída en desgracia de todos los civiles, del presidente para abajo.
El planeta entero es consumido rápidamente por el virus y las pérdidas humanas se cobran por millones. La seguridad de su familia está en manos de militares a bordo de un navío militar y cuya estancia depende de la habilidad de Pitt para acompañar a un joven epidemiólogo a encontrar una cura al otro lado del mundo.
El joven científico muere apenas empezando la misión por un balazo que él mismo se dio en la cabeza accidentalmente.
Al final, luego de una larga y peligrosísima travesía, Pitt descubre una forma de blindar a las personas del virus y hacerlos pasar inadvertidos ante los agresivos zombies, descubrió en Israel que estos no atacaban a las personas de precaria condición de salud.
El virus mortal tenía encubierto en su fortaleza aparente, su debilidad.
En adelante, los estados y la población se unieron para combatir a los zombies mientras se encontraba una cura definitiva. Se logró preservar la especie y que la noche no se hiciera una eternidad.
El mundo nuestro, se nos revela en cierta medida con rasgos parecidos a esta cinta apocalíptica, en poco tiempo el COVID-19 se convirtió en pandemia cobrando la vida de miles de personas.
Solo las sociedades cohesionadas social, política y culturalmente han logrado contener el virus y empezar a revertir la tendencia, a partir de una organizada estrategia estatal que combina la prevención, la medicina, la cuarentena, el cierre de fronteras y el higiene como principales medidas. Es ante todo, la responsabilidad de los líderes para transmitir adecuadamente los mensajes que necesitan los ciudadanos.
Hemos visto en nuestro país y nuestra ciudad, cómo se ha tomado con "folklore" el tema del Coronavirus, que no es otra cosa que la irresponsabilidad y la estupidez juntas haciendo de las suyas.
Nuestro sistema de salud es incapaz de abordar este virus si lograse alcanzar niveles de crecimiento exponenciales como ya se comienza a ver. Requerimos de la mayor disciplina para asumir las recomendaciones de autoprotección y cuidado, así como de la colaboración de los países que ya comienzan a salir adelante frente al virus, Alemania, China, Cuba, Israel y Corea del Sur tienen mucho por enseñarnos y cuanto antes hemos de pedir su ayuda.
Hay un nuevo virus de rápido contagio, es una especie de influeza aviar recién descubierta en las Filipinas.
La salud no es un asunto que permita sesgos ni mezquindades políticas.
Ojalá la reflexión del derechista Macron, a raíz del Coronavirus, se haga por estas latitudes, el presidente francés dijo: la salud no tiene precio.
Macron, en sus 3 años de gobierno ha debilitado el sistema de salud estatal francés.
Se deben destinar todos los recursos necesarios para contener el virus, no es a punta de oraciones ni de misticismo como se superan las pandemias, es con ciencia, hasta el Papa Francisco lo cree así.