En la galería NC- arte de Bogotá se presenta hasta el 29 de marzo una interesante exposición conceptual llena de mundos simbólicos. Se trata de una instalación impecable donde los espacios son manejados con precisión y los procesos técnicos son bien resueltos.
Lo que parece un escueto jardín con una serie de árboles de níspero, mango, ébano, grosellero rojo, mandarino o naranjos plantados en materas plásticas y dispuestos en unas estanterías metálicas, vienen a ser árboles enterrados que están obligados, para sobrevivir en el crecimiento natural, a buscar la luz en los pequeños agujeros por donde ella entra y luchar contra la inanición. Esta es la serie que el artista llama Fototropismos.
Como bien lo dice el artista Elías Heim (Cali, 1966): “La luz natural y artificial es el hilo conductor de esta exhibición que alude a la vida como sobrevivencia, a la muerte como fenómeno de violencia premeditada y también a los estragos que generan el miedo y el terror como sentimientos de incertidumbre y desasosiego”.
Una conciencia de los estados del mundo interior se refleja en la adversidad de la realidad exterior.
Al lado de los arbolitos inofensivos que han sobrevivido al embate de su vida biológica, se encuentra la serie Premonitoria donde aparecen las camas no muy cómodas de un spa que tienen un movimiento constante de arriba hacia abajo. El movimiento está condicionado por sensores y la luz de unas lámparas que iluminan en el centro del mueble. Más que alguna asociación de confort, su movimiento continuo produce la inconformidad y el cansancio de repetición mecánica que agobia. Se trata de un estado condicionado que puede aludir a una silla eléctrica donde la condición humana se encuentra amarrada a una serie de situaciones incómodas donde el descanso y el reposo son contradictorios. La soledad y el cansancio del ser humano se encuentran en un vacío producto de la nueva tecnología, subyugado y atrapado entre los nuevos principios.
La serie Juegos Cruzados resulta ser una obra violenta con unos disparos en la pared. Después el artista, para ocultar las huellas del maltrato, dispone de unos sensores de rayos láser que intangiblemente se encuentran en el espacio de la galería. Muerte, sangre diluída en luz.
Viene luego un tema que Elías Heim ha trabajado durante muchos años con distintos aparatos que sirven para aliviar el dolor que subyace a la paredes. Trata esta vez de revisar, cuidar y sanar los abatimientos del tiempo, de las violencias interiores, de las conciencias resanadas en cemento con un escáner.