El papel del profesor en la transformación del estudiante

El papel del profesor en la transformación del estudiante

Lo esencial consiste en preguntarse cómo aprende el estudiante

Por: ramón majé floriano
enero 14, 2015
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El papel del profesor en la transformación del estudiante
Foto: archivo Eafit.edu.co

Dialogar sobre la educación y su finalidad es un acto de experiencia. Este tipo de reflexiones, constituye una herramienta que contribuye a la reorientación y superación de las prácticas docentes, desde una postura crítica que permite elevar la calidad de desempeño, los resultados instructivos y formativos en los estudiantes.

Para muchos, pensar que el principal problema de la educación alude a la falta de motivación y predisposición para el aprendizaje por parte del estudiante, obliga a responder acerca del papel que cumple el docente para la formación del mismo. Al respecto, es indudable asumir el rol como docentes está intrínsecamente relacionado con la preocupación por el otro, de ver como se requiere incansablemente educar a un individuo, de hacer libre y autónomo al hombre, y por lo tanto ayudarlo a su transformación. En consecuencia, como lo afirma Armando Zambrano Leal los aprendizajes se constituyen en el punto de partida y el concepto fundamental es la búsqueda de dicha transformación.

Si aceptamos la formación de la persona como aquel proceso de transformación, no hay mejor escenario para lograr este propósito que la escuela. En particular, para el profesor, lo esencial desde todo punto de vista consiste en preguntarse cómo aprende el estudiante, por encima de cómo enseña, es decir reflexionar sobre los procesos metacognitivos de los estudiantes, entendiendo por metacognición como el conocimiento que uno tiene sobre los propios procesos y productos cognitivos o sobre cualquier cosa relacionada con ellos; es decir, las propiedades de la información o los datos relevantes para el aprendizaje.

En términos del pedagogo Francés P. Meirieu, el profesor debe estar en la capacidad de reflexionar el proceso de cómo aprende el sujeto. Dicha reflexión gira en torno a la relación entre lo que aprende un sujeto y el cómo lo hace. El luchar contra el fracaso escolar de los estudiantes es el principal motor de los aprendizajes: “No nos podemos contentar con dar de beber a quienes ya tienen sed. También hay que dar sed a quienes no quieren beber”. Así reivindica Meirieu, pedagogo francés, el derecho de todos los niños a aprender y la responsabilidad de los educadores de garantizarlo. No basta con enseñar. No basta con dar respuestas. Hay que provocar y motivar a los alumnos el deseo de aprender y de formularse preguntas y, hacerlo codo con codo, acompañándolos a lo largo de toda la escolaridad y ayudándolos a encontrar tiempos de reflexión y concentración en una época en la que están sobre informados y sobre-excitados.

Las afirmaciones anteriores obliga a cuestionarnos, ¿cuál es la función que debe afrontar el profesor en la escuela?, ¿acaso no se trataba de transmitir a otro un conocimiento como nos han enseñado tradicionalmente? o ¿acaso será algo más humano, profundo, más cercano al otro? De acuerdo con la perspectiva de Meirieu, aprender no es solo tarea del estudiante, es tarea misma del profesor, un profesor con un rol de investigador, que cuestiona su quehacer, se plantea interrogantes desde su propia práctica, relaciona los aprendizajes con la vida misma y, reflexiona sobre su actuar y sobre su influencia en la vida del otro.

Phillipe Meirieu propone un profesor reflexivo, un ser que no se enmarca en el concepto facilista e instrumentalista de la educación, sino que día tras día asume su rol como un reto frente al otro, con el otro y por el otro. Una situación académica no es una transmisión de un saber en una única dirección. Es una interacción que permite el reconocimiento de un servicio que tiene tanto de práctico como de teórico, pero por encima de todo, humano; pues su labor no es simplemente dar a conocer un concepto, sino vivenciarlo, aplicarlo, entregarlo a tal punto que el estudiante sea capaz de asumirlo como una experiencia válida para su vida. De nada valen los cambios que pretendan generarse en la educación, y de los discursos que se pretendan asumir, si el cambio no se da primero en el profesor, en la concepción que el mismo tenga de su oficio y de su condición.

En este sentido, es importante reconocer la necesidad de ideas claras que orienten el verdadero sentido de la formación humana, ideas que superen los fines inmediatos, utilitaristas e instrumentales para centrarse en la formación integral del sujeto que aprende. De esta manera, la forma de concebir tradicionalmente al sujeto que aprende es la que pone sobre el tapete la forma cómo los docentes, construyen la visión que tienen de sus estudiantes en cuanto sujetos del aprender. Igualmente, la forma de ver la educación, cuando ésta no va más allá de una simple instrumentalización, donde el único fin es el de proporcionar a los educandos las actitudes y las destrezas necesarias para tener éxito en una sociedad sin identidad propia. Este modelo tradicional de concebir al sujeto que se forma como un ser pasivo, receptivo, predecible y controlable, ajeno a su entorno sociocultural e histórico, va en contra vía de la búsqueda incesante de la formación integral para la autonomía racional y la libertad intelectual del educando.

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