El papel de Colombia en la OTAN
Opinión

El papel de Colombia en la OTAN

Los vínculos con OTAN son tan sólidos como para que EE. UU. crea que nuestras fuerzas armadas están listas para una operación de “cambio de régimen” en Venezuela

Por:
abril 12, 2022
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Me cuento entre los colombianos que no compartieron la “visible emoción” con la el presidente Duque recibió en vivo y en directo la decisión del presidente Biden de convertir a Colombia en “aliado estratégico no miembro de la OTAN”. Y menos aún que dicha decisión eleve el rango internacional de nuestro país y lo haga más respetable.  Creo, por el contrario, que nos incorpora a una alianza militar estrictamente jerarquizada en la que ni en sueños podremos cumplir un papel distinto del disciplinado subalterno que sólo está allí para recibir ordenes de quienes realmente mandan y deciden: Washington y en definitiva el Pentágono. Abriendo así de par en par las puertas al peligro transformarnos en un campo de batalla como lo es actualmente Ucrania: un país que pone los muertos mientras la OTAN y Moscú toman las decisiones y suministran las armas. Y, por favor, no me vengan con el cuento de que Ucrania está muy lejos y que a lo que mas nos arriesgamos con la incorporación a la OTAN es a enviar un batallón armado y entrenado por nuestro tutor norteamericano.  No: el riesgo al que nos exponemos es aún más grave y consiste en embarcarnos en una guerra abierta y devastadora con Venezuela.

Cuando el presidente Duque enumeró, en la entrevista que le concedió a Vicky Dávila, los compromisos que contrajo con Biden a cambio de su benevolencia, no dudo en incluir el de perseverar en la lucha por “el retorno de la democracia en Venezuela”. Una política enunciada por Obama, enconada por Trump y corroborada por Biden, quien en su política internacional se ciñe a la Guía estratégica de Seguridad Nacional que define al país hermano como un “estado relevante para la estrategia militar americana”.  Un eufemismo cuyo verdadero significado nos ayudó a aclarar Duque con estas palabras en la entrevista que le concedió a Jorge Enrique Meléndez de El Tiempo: “Colombia le va a decir no a los continuadores del chavismo”. O sea que, en el evento de las próximas elecciones presidenciales las gane alguien que no sea Maduro pero que sea chavista, Duque o quien de su cuerda le reemplace en la presidencia, no variará un ápice su agresiva política con respecto a Venezuela.   

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En el evento de las próximas elecciones las gane alguien que no sea Maduro pero que sea chavista, Duque o quien de su cuerda le reemplace en la presidencia, no variará un ápice su agresiva política con respecto a Venezuela

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Que puede agravarse hasta convertirse en guerra abierta, no por decisión de Duque sino de Biden, a quien muy probablemente se le han subido los humos a la cabeza con el enorme triunfo de la estrategia de cerco y aniquilamiento de Rusia emprendida por su Clinton que representa la decisión de Putin de invadir a Ucrania y embarcarse en una guerra que no puede ganar y de la que Biden no le va a permitir bajo ningún concepto que se retire indemne. Al fin y al cabo, los muertos son rusos y ucranianos y no soldados norteamericanos, de esos que regresan en un ataúd a casa.  Y la prolongación sine die de esta guerra no puede ser más rentable tanto para las empresas norteamericanas que están desplazando a las rusas del enorme mercado energético de la Unión Europea, como para sus empresas de armamentos que se están beneficiando ampliamente de la decisión de los países europeos de incrementar sustancialmente sus presupuestos militares.  

Estos triunfos pueden haber envalentonado a Biden y a sus estrategas hasta el punto de hacerles pensar que ha llegado la hora de terminar de una vez por todas con ese maldito chavismo que tanto les desvela, empleando al ejército colombiano para darle el puntillazo final. La decisión de incorporar a Colombia, concediéndole el estatus de “aliado estratégico” de la OTAN es un signo alarmante en este sentido. Ante todo, por la extraordinaria publicidad concedida a esta decisión, que Biden tuvo el cuidado de comunicar solemnemente al Congreso de su país y Duque de comunicarla a la opinión pública colombiana.  Enmascarando en ambos escenarios el hecho de que el primer presidente colombiano que accedió en 2013 a la incorporación del país a la OTAN fue Juan Manuel Santos, quién en mayo de 2018, pocos meses antes de terminar su mandato, ratificó y amplió los alcances de dicha decisión.

Como resultado estas decisiones de Santos las Fuerzas Armadas colombianas adoptaron la doctrina militar de la OTAN y estandarizaron sus recursos, su logística y protocolos para mejor coordinarse con los ejércitos de dicha alianza. Desde 2013 los oficiales colombianos reciben formación tanto en la escuela militar situada en Oberammergau, Alemania, como en el Colegio de Defensa en Roma, ambos de la OTAN. Por su parte los agregados militares de la embajada de Colombia en Bruselas mantienen un contacto permanente con el cuartel general de la alianza atlántica situado en esta capital. Todavía más: en 2015 la Armada colombiana participó en operaciones militares en el Océano índico en contra de los piratas somalíes.

O sea que los vínculos con la OTAN vienen de antes y son lo suficientemente sólidos y robustos como para que Washington piense que nuestras fuerzas armadas ya están listas para una operación de “cambio de régimen” en Venezuela como las que ha realizado en Iraq, Afganistán, Siria o Libia.  Esperando que el poderío de las mismas le evite los contratiempos y reveses sufridos en estas últimas operaciones. El ejército de Colombia ocupa el segundo lugar en el ranking de los ejércitos de América Latina, es muy experimentado y la sola enumeración de su armamento prueba hasta qué punto su capacidad de fuego sobrepasa largamente las necesidades de la lucha antiinsurgente:  1.345 vehículos blindados de combate, 243 naves de guerra, 11 submarinos, la mayor flota de helicópteros artillados del continente, unas fuerzas especiales y unas brigadas de paracaidistas, lanceros y comandos de jungla que están entre las mejores del mundo.  Toda una tentación

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