Semanas antes de comenzar el Mundial de Brasil 2014, Wilson James Rodríguez buscó a su hijo. En una de las concentraciones de la Selección Colombia aprovechó para arrodillarse ante él y pedirle perdón por haberlo descuidado en su primera niñez. El jugador de la selección Colombia lo perdonó en el acto. Desde entonces Wilson James se redimió. Por intermedio de su hijo, el más grande de los futbolistas que ha dado este país, pudo trabajar como técnico de las selecciones inferiores del Envigado.
La figura paterna de James Rodríguez siempre fue borrosa. Wilson James Rodríguez era una de las grandes promesas del fútbol colombiano. Su derecha prodigiosa, que despuntó en la Selección de Antioquia de 1984, lo llevó a disputar el Suramericano de Asunción del Paraguay de enero de 1985. Contra todo pronóstico el equipo que dirigía el entrenador paisa Luis Ernesto Marroquín logró clasificar al mundial juvenil de la Unión Soviética a un equipo donde aparecieron figuras como René Higuita o Jairo Ampudia. Un gol suyo contra Brasil fue vital para la clasificación del equipo. En el mundial también hizo goles y consiguió avanzar, por primera vez en la historia de nuestro fútbol, a una segunda ronda de un mundial.
Creían que iba a ser un crack, que despuntaría en el Fútbol Profesional. Pero en febrero de 1992 lo encontramos en Cúcuta, jugado en un equipo refundido en el fondo de la tabla. Las lesiones y las malas decisiones lo agobiaban. Nace su primer hijo, James Rodríguez. El niño dura poco en esa tierra áspera y caliente. Su mamá, Pilar Rubio, no encuentra suficiente respaldo en él y se marcha a Ibagué, su ciudad. Periódicamente enviaba una pequeña pensión que se fue reduciendo cada vez más hasta convertirse en nada en 1997, cuando ya Wilson James pensaba en el retiro. Formó otra familia, se casó de nuevo y de esa unión tuvo dos hijos. La menor tiene 10 años y la mayor 16 y vive en los Estados Unidos.
A James lo volvió a ver a los 15 años. Ya había debuta en el fútbol profesional colombiano con el Envigado. Su bastión fue su mamá Pilar, la que lo hacía jugar incluso enfermo, con fiebre, la que le exigió todo y su padrastro, el ingeniero Juan Carlos Restrepo quien le dio un apoyo irrestricto y total, quienes madrugaban a cada entrenamiento. James quiso como su padre verdadero a Restrepo pero nunca dejó de lado a Wilson James. Cuentan que lo seguía desde las gradas a su hijo cada vez que había Pony Fúbol, el torneo donde se catapultó al estrellato a los 12 años. Tres años después se hablaron cuando era jugador de fútbol. Le dio consejos, lo abrazó y respiró aliviado. Su hijo lo había perdonado.
El tiempo volvió a alejarlos. James se convirtió en jugador de selecciones Colombia juveniles, fue a jugar a Argentina, al Porto y se volvió un estandarte del país. Ahí es cuando se vuelven a ver. Previo al mundial de Brasil. James lo invitó a su apartamento en Bogotá. Hablaron. Nadie sabe que se habrán dicho pero a partir de ese día la vida de William James, el papá biológico del más grande de nuestros futbolistas, cambió para bien. Se convirtió en entrenador de las divisiones menores del Envigado y cada que puede le da consejos al crack del Bayern Munich. Algún día sueña con recuperar todo el tiempo que no estuvo con su hijo y espera que no sea tarde.