Ha publicado el Papa la encíclica Laudato. Sí, sobre cuidado de la casa común. “Dado que el mercado tiende a crear un mecanismo consumista compulsivo para colocar sus productos, las personas terminan sumergidas en la vorágine de las compras y los gastos innecesarios”. Afronta, entonces, el Pontífice la sociedad en la cual se tiende a que la realización del hombre se halla en el hecho de comprar. Más ese hecho comprar está unido con los cambios dañinos que sufre el medio natural que, hoy en día son más rápidos y globalizantes que en tiempos pasados. No se puede olvidar que desde la Antigüedad, la naturaleza viene haciendo crisis. En la Mesopotamia, en el antiguo Egipto, en el mundo de Zoroastro de los Persas, en la Grecia clásica y en la Roma imperial, se encuentran los orígenes de la erosión de la casa común, es decir, el planeta tierra, donde se vive. Pero en esas civilizaciones los daños tenían sus alcances y sus límites, ya que no afectaban a la totalidad del planeta, tampoco existía la velocidad que ha adquirido la tecnología en estos tiempos.
Hoy la deforestación tiene lugar a escala mundial, la atmósfera se vuelve turbia y opaca; los océanos se contaminan a nivel masivo y, con ello desaparece la vida marina; la erosión crece y millares de especies de plantas y animales desparecen. La temperatura del planeta se incrementa… Y la crisis ecológica debe ser atribuida al hombre, no a la naturaleza. Sin embargo, los intereses de las empresas transnacionales no están interesados en otra cosa que en la utilidad y la ganancia. Por otra parte, los políticos pragmáticos y los técnicos no son generalmente amigos de asociar la crisis ecológica al crecimiento insaciable de la ganancia.
No es raro entonces el rechazo a la encíclica papal. ¿Quién es el Papa para hablar de crisis ecológica? Se escuchan tales voces. “Es la ciencia la que tiene que hablar sobre el tema”. Pero se olvida que, cuando hablan los científicos se les refuta, con el decir que “ellos solamente difunden hipótesis y que no hay evidencia en sus teorías”. Se olvida que los cristianos conservan la Biblia judía como el Antiguo Testamento y, con ello aceptan la creación divina del universo, el poder providencial de Dios, el dominio humano en sus alcances y sus límites, el manejo del mundo natural, con la responsabilidad final referida la Creador. Siendo así la cosa ¿por qué los cristianos no pueden hablar de la crisis ecológica?
Lo cierto es que, hay un hecho innegable: se ha acrecentado desde la primera revolución industrial- vapor-hierro- carbón; de la segunda revolución industrial unida a la electricidad- concreto-acero; a la revolución tecnológica, a principios del Siglo XX, caucho-motor de combustión- petróleo; a la revolución de los chips-uranio-usinas nucleares; a la revolución tecnología de los años setenta y, a la "santa trinidad" del mundo moderno: liberalización, desregulación y privatización, el consumo creciente de la energía. Y no se puede negar que dicho consumo de energía aumenta la crisis en la casa: la Tierra.